La teoría endosimbiótica es una de las más interesantes y posiblemente más controvertidas de la biología. Aunque ya han pasado unos cuantos años de haber sido postulada, en este tiempo han ido aumentando tanto los argumentos a su favor como en contra, de manera que es aún uno de los grandes desafíos para la comunidad científica, en especial de los estudios evolutivos. ¿Sabes en qué consiste esta teoría? Veámoslo.
La postulación de la Teoría Endosimbiótica
También conocida como Teoría de la Endosimbiosis o Endosimbiosis seriada (en inglés SET:Serial Endosymbiosis Theory), fue popularizada por Lynn Margulis en 1967 en su obra On the origin of mitosing cells y posteriormente enriquecida en otros artículos y documentos suyos de gran relevancia científica, aunque años antes ya se había sugerido la idea, pero no fue bien valorada por los científicos.
Esta teoría plantea esencialmente que algunos de los orgánulos de las células eucariotas (todas las células excepto las bacterianas), en particular las mitocondrias y los plastos, fueron en su momento organismos procariontes de vida libre (bacterias) que probablemente tras haber sido englobados o fagocitados, no fueron digeridos y por el contrario, se acoplaron de tal manera que establecieron una relación dependiente con la célula que los “devoró”.
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Debido a su similitud con algunas bacterias de vida libre existentes hoy en día, se ha llegado a especular que los plastos derivarían de cianobacterias y las mitocondrias de bacterias como las rickettsias. Esta relación sería de mutuo beneficio y se haría tan estrecha en el transcurso evolutivo que hoy en día no puede vivir una sin la otra.
¿Qué pruebas apoyan la Teoría Endosimbiótica?
En primer lugar, constituyendo una se los elementos de más peso, está el material genético. Los cloroplastos y las mitocondrias presentan ADN propio e independiente del ADN de la célula en la que se encuentran, este material además es bicatenario y circular, idéntico al de las bacterias y muy diferente al de las células eucariotas.
Por otro lado, al igual que los organismos procariontes, estos orgánulos se dividen por fisión binaria y no por mitosis, y son capaces de sintetizar sus propias proteínas a partir de sus propios ribosomas, organelos que también son semejantes a los bacterianos.
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Otro punto importante es que ambos orgánulos presentan una doble membrana, característica que refuerza la idea de que fueron englobados una vez, ya que la membrana interna presenta semejanzas a las bacterianas y la externa no, por lo que podría haberse originado a partir de la vesícula que envolvió originalmente a la bacteria. De hecho, es en esta membrana interna donde se sitúan los centros de obtención de energía, como en las bacterias. Por último está el tamaño, que tanto en las mitocondrias como en los plastos es similar al de algunos procariontes.
¿Qué argumentos en contra existen?
A pesar de todas las razones anteriores, que para muchos son suficientes, existen ciertas reticencias en la comunidad científica ya algunos plantean, entre otras cosas, que si estos orgánulos son bacterias simbiontes deberían ser capaces de sobrevivir fuera de las células, como ocurre con otros endosimbiontes, como por ejemplo las zooxantelas de los corales.
Sin embargo, esto se puede refutar si tenemos en cuenta que han pasado millones de años de evolución y la relación se ha hecho tan estrecha, que las bacterias pudieron perder ciertas capacidades que ya no les eran necesarias, impidiéndoles ya volver a un modo de vida libre.
En cuanto a la genética existe también otro aspecto que interfiere en la credibilidad de la teoría para algunos, y es que el ADN de estos orgánulos presenta intrones, zonas que no codifican para formar proteínas y que son propios del ADN de las células eucariotas. No obstante, el momento en que los intrones aparecieron en la evolución aún no se conoce a ciencia cierta.
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