Los sacrificios exigidos a los países de la periferia europea han despertado al fantasma de la deflación. En países como Grecia, los precios ya llevan más de un año bajando y en otros países, entre ellos España, la amenaza cada vez es más real. El Estado, los trabajadores, los pensionistas, los hipotecados… a todos afecta la inflación, pero ¿para bien o para mal?
La tasa de inflación anual española lleva seis meses en tasas cercanas al 0% y en dos meses ha caído a terreno negativo. Hasta la directora del FMI, Christine Lagarde, ha admitido que hay un 15% de posibilidades de deflación, aunque los expertos elevan esta probabilidad al 40 o 50% si sigue la inacción del BCE.
Esta situación ha despertado las alarmas sobre la posibilidad de que España caiga en deflación. Algunos países europeos, como Grecia, que comenzó los ajustes antes que España, lleva ya un año de caída de precios y todo apunta a que, en un contexto de débil consumo, aún tardarán en despegar.
En una economía sana, la deflación no es especialmente negativa la deflación, pero no es el caso de la española. Su alto apalancamiento (con una deuda pública y privada cercana al 300% del PIB, la deflación es una amenaza importante. No obstante, si es el sector exterior el que tiene que sacar adelante a la economía española, la bajada de precios y salarios parece inevitable.
Y, ¿cómo se vive esta situación en la economía real? Como es habitual, hay ganadores y perdedores. Entre los primeros, los inversores, que sólo tienen que buscar activos con los que obtener rentabilidades que simplemente superen el coste fiscal. Los pensionistas, cuyo poder adquisitivo se ha visto menos mermado que el de los asalariados también podrían estar entre los beneficiados por esta situación.
CÓMO AFECTA A LAS RENTAS DEL TRABAJO
ASALARIADOS
La llamada devaluación interna, ha provocado que los salarios lleven doce meses a la baja. La mayoría de los que ya estaban contratados antes de la crisis han visto cómo su sueldo lleva congelado varios años e, incluso, en muchos casos, ha bajado.
Buen ejemplo de ello serían los funcionarios. Este colectivo sufrió un recorte salarial del 5% de media en 2010 y desde entonces su sueldo permanece congelado. A ello hay que añadir el gravamen complementario en el IRPF que empezó a aplicarse en 2012 y aún sigue en vigor, lo que ha mermado significativamente su poder adquisitivo.
En el sector privado, la estadística impide verlo con tanta claridad y, aunque los costes salariales llevan cuatro trimestres bajando y en el último sólo subieron por la recuperación de paga extra eliminada en 2012. Y hasta el Banco de España ha admitido que los recortes son mayores. Además, igualmente, el sector privado ha sufrido el alza del IRPF en vigor en 2012, 2013 y 2014, con la consiguiente pérdida de renta disponible.
Otra cara de esta misma moneda son los trabajadores asalariados que han encontrado su empleo en los últimos años. Aunque también es complicado encontrar datos oficiales al respecto, es fácil darse cuenta de que muchos trabajadores prejubilados o despedidos en el sector privado han sido sustituidos por mano de obra más barata.
Prueba de ello es que la mejoría de la afiliación a la Seguridad Social no ha venido acompañada de un crecimiento de los ingresos por cotizaciones sociales. Es decir, los trabajadores que salen del sistema cobran (y, por tanto, aportan) más que los nuevo cotizantes.
Otra muestra quizá más evidente de la rebaja de salarios es la caída de las retenciones por trabajo en el IRPF, que apenas subieron un 0,2% en 2012 y bajaron un 0,6% en 2013, pese a la subida de tipos aplicada.
Aunque uno de los objetivos de la reforma laboral era la desvinculación de salarios e inflación, las autoridades españolas se han cansado de pedir por activa y por pasiva “moderación salarial”, por lo que no es descartable un ajuste salarial mayor, sobre todo si el consumo no termina de despertar.
PENSIONISTAS
Hasta ahora los únicos que se han salvado de la devaluación interna han sido los pensionistas. Aunque moderadas y, a veces menores que la inflación, las subidas de nómina han sido la tónica generalizada a pesar de la necesidad de reducir el déficit. Incluso este año, cuando se espera que las tasas de inflación permanezcan muy cerca del 0% al menos hasta el último trimestre, su pensión ha aumentado un 0,5%.
Además, por el momento, la reforma de pensiones apenas afecta a los que se están jubilando estos meses, por lo que la nómina media de los recién retirados tampoco nota los ajustes. En febrero, último mes disponible, la nueva pensión ascendía a 1.305 euros, un 20% más que en 2009, antes de los recortes. La pensión media también ha subido un 14%, hasta los 867 euros
Aunque es cierto que los pensionistas también sufren el gravamen complementario del IRPF, su nómina es de las pocas que ha subido, aunque sea ligeramente durante la crisis. El escenario actual, de precios menores en muchos productos, ayuda a incrementar los su poder adquisitivo.
EMPRESARIO
Según explica Aspain 11 “en situación de deflación, las empresas se ven empujadas a vender sus productos para cubrir al menos sus costes fijos, bajando los precios”. Al reducirse los precios de manera generalizada, los agentes económicos conscientes de esta circunstancia esperan y posponen la compra de los bienes, bajando así la demanda. Al reducirse la demanda, las empresas tienen que acometer más ajustes en costes, siendo perjudicados los trabajadores vía salarios o despidos. Sin duda, implica una espiral de sucesos de la que es muy complicado salir.
Esta espiral deflacionista tiene como consecuencia directa la caída de los márgenes de las empresas y, por tanto, del beneficio distribuido. Lógicamente, en muchas ocasiones, el empresario repercute esta caída de márgenes sobre los salarios de sus trabajadores, alentando aún más la espiral deflacionista.
QUÉ OCURRE CON LOS AHORROS EN UN ESCENARIO DEFLACIONISTA
HIPOTECADOS
Según explica la Asociación Hipotecaria Española (AHE), hay una gran diferencia entre una caída de precios puntual o una fase prolongada deflación, como ha ocurrido en Japón en los últimos años.
En su opinión, “un periodo de deflación por sí solo no debería afectar de forma negativa a los préstamos hipotecarios ya que “garantiza que los tipos de política monetaria del BCE se mantendrán en niveles bajos y por tanto también lo hará el Euribor 12 meses y podría abaratar el coste de financiación de las entidades de crédito en los mercados de deuda y favorecer una disminución en los tipos de interés para los nuevos préstamos hipotecarios”. Todo ello redundaría en una mayor renta disponible como consecuencia del abaratamiento en los precios de consumo.
No obstante “un periodo prolongado de precios bajos o negativos sí supone una amenaza para la evolución de la economía real y, en el caso de España, para el proceso de tímida recuperación económica que se inició a mediados de 2013. Esto podría tener consecuencias muy negativas en la evolución del mercado hipotecario e inmobiliario, ya que impactaría de nuevo en la solvencia de los hogares (por ejemplo, al producirse un incrementos adicionales en los niveles de desempleo) y en el valor de los inmuebles”.
Si se produce este escenario, los efectos podrían ser graves, ya que tendría varias consecuencias: en primer lugar, subirían los intereses en términos reales lo que haría más costoso pagar la hipoteca, a lo que se añadiría una depreciación del precio de los activos. En un contexto de bajada de salarios, un aumento de la morosidad sería más que probable.
AHORRADORES
Los expertos de ATL Capital señalan que “si la inflación es baja, un inversor conservador no debería estar tan preocupado por obtener rentabilidad a toda costa para no descapitalizarse, puede mantener parte de sus ahorros en liquidez”. Aunque la inflación se mantenga baja, otro factor que afecta a los inversores es que, sin crecimiento que genere empleo, los impuestos se mantendrán altos, por lo que hay “que obtener cierta rentabilidad (para no descapitalizarnos por pagar impuestos)”.
Los depósitos son una de las propuestas más atractivas para los ahorradores en tiempos de deflación. Aunque los tipos que ofrecenno suelen ser especialmente atractivos (actualmente en España están por debajo del 1%), por encima de la inflación. Es decir, permiten salvar el poder adquisitivo del inversor.
En un contexto como el actual, el efectivo, las cuentas a la vista y los depósitos a corto plazo son muy buenos ya que te permiten reaccionar rápido y mientras no pierdes poder adquisitivo.
INVERSORES
Invertir en renta fija también es una apuesta segura, aunque dados los elevados déficits de los principales países occidentales, mejor invertir en grandes empresas multinacionales con un endeudamiento razonable y diversificado en países emergentes o fuera de nuestro entorno como Canadá, Australia, Noruega o Suiza.
No obstante, ATL apuesta activos de más riesgo, por lo que consideran que “la mejor alternativa es la renta variable, combinada con activos de gestión alternativa”. Buen ejemplo de que la deflación no afecta a la Bolsa es Japón, cuyo principal índice bursátil acumula un alza del 77% en los años de caída de precios.
Andbank recomienda evitar los sectores productores que venden un producto inelástico al precio, como alimentación, supermercados, ya que sus márgenes podrían verse afectados a medio plazo, lo que redundaría en menos dividendos y caídas en Bolsa a largo plazo. También cree que es mejor no centrarse en productores que estén pagando en exceso por el capital, por lo que una caída en el margen puede resultar desastrosa. Acostumbran a ser sectores muy endeudados como las compañías eléctricas.
Por origen geográfico, los expertos recomiendan evitar los mercados intensivos en materias primas (deflacionistas), como Australia, Nueva Zelanda, Brasil, Argentina, etc…
CONSUMIDORES Y GOBIERNOS
EMISORES DE DEUDA
Mientras a la renta variable no tiene por qué sentarle mal la deflación, los emisores muy endeudados lo pasan mal por dos motivos: En primer lugar, sube la deuda en relación al PIB ya que éste se deprecia. Si los precios bajan, el PIB se reduce automáticamente, pero la deuda no. Por ejemplo, la española ya supera el 90% del PIB, por lo que, de continuar la caída de precios, podría seguir engordando. Esta situación también perjudica al sector privado.
En segundo lugar, está el automático encarecimiento del interés. Con una inflación del 2% y unos tipos al 1%, en realidad el interés que se paga es negativo (-1%). Por el contrario, con los precios bajando, el interés será siempre positivo. Por ejemplo, si la inflación baja el 0,5% y se paga un interés del 1%, en realidad se estaría pagando un interés mayor, del 1,5%. Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo con el interés que paga el Estado. Aunque en términos nominales está en mínimos desde antes de la crisis, los tipos reales están en máximos desde 2009.
CONSUMIDORES
Quizá el efecto más positivo de la deflación sea el que se produce en los consumidores, que se ven beneficiados de precios más económicos. Sin ir más lejos, en España el año pasado bajó casi un terciode los productos de la cesta de la compra. Y en los dos primeros meses de 2014, los precios han caído otro 1,4%.