domi La carrera por los recursos del Ártico

El deshielo y las inmensas reservas de hidrocarburos que atesora incitan a la colonización de este océano glacial

La extensión de hielo en el Ártico se redujo el pasado verano hasta casi igualar su mínimo histórico de hace cinco años. La capa helada es, además, cada vez más delgada y vulnerable. De seguir así, los expertos prevén que podría quedar prácticamente expedito para la navegación a finales de esta década. Atraídos por los recursos energéticos que allí se encuentran —petróleo y gas, principalmente—, Estados y compañías toman posiciones y ultiman su estrategia de asalto a este océano interior rodeado de continentes. 

Un halo de épica y de misterio envuelve la solidez líquida del océano Glacial Ártico, un entorno atípico y lleno de paradojas: duro a la vez que frágil; sencillo  a la par que complejo; exento en apariencia de toda presencia humana y, al tiempo, el más alterado de todos los territorios por los contaminantes que se acumulan en su manto. A pesar de su leyenda mítica e idealizada, motivada en gran medida por el espectáculo cierto que encierran sus hielos perennes, la verdad es que en la mayoría de las ocasiones el hombre occidental se ha acercado a estos lares llevado por la ambición, con episodios como la búsqueda del paso del Noroeste, la carrera por el polo Norte o la fiebre del oro en Estados Unidos y Canadá. Hoy, de nuevo, los recursos energéticos que se esconden por encima del círculo polar ártico y la perspectiva de un océano que quedará pronto libre de hielo por primera vez en 125.000 años encienden la mecha del más reciente asalto a uno de los últimos rincones vírgenes del planeta.

La apertura de los pasos del Noroeste y del Noreste acortará las rutas marítimas actuales. 

La apertura de los pasos del Noroeste y del Noreste acortará las rutas marítimas actuales.

La reducción de la capa helada, lo que técnicamente se conoce como banquisa, es clara y cada vez más evidente. En el 2007 alcanzó su extensión mínima, con casi 4,3 millones de kilómetros cuadrados: poco más de la mitad de los 7,8 millones de kilómetros cuadrados de 1980, una pérdida equivalente a siete veces el tamaño de España. En septiembre del 2011 se estuvo a punto de batir ese récord, con una superficie congelada de 4,6 millones de kilómetros cuadrados. Además, el hielo es cada vez más fino y quebradizo, lo que se asocia a la pérdida de hielo multianual, habitualmente más grueso. Y todo un símbolo: el pasado verano quedaron abiertos de manera simultánea el paso del Noroeste y su hermana oriental, la ruta marítima del Norte. Se trata de la segunda vez que esto sucede —la primera fue en el 2008— y parece que, con el tiempo, este hecho será cada vez más habitual.

Rutas comerciales. Los elementos que han servido de escudo protector durante siglos a los recursos energéticos del Ártico —la capa de hielo y el rigor del clima— se debilitan de año en año. Las temperaturas medias han aumentado casi el doble que el promedio mundial en los últimos cien años, mientras que las previsiones que anuncian un Ártico navegable se adelantan cada vez más, hasta el punto de que, ahora, los últimos modelos señalan el 2018 como la fecha en la que los buques podrían atravesarlo sin la ayuda de rompehielos. Estos modelos, sin embargo, y como apunta el investigador Carlos Duarte, “se han equivocado una vez tras otra, y lo cierto es que los cambios han sido siempre más rápidos de lo que ninguno ha sido capaz de predecir”. Duarte, profesor de investigación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados y uno de los ecólogos más citados del mundo, afirma que esto se puede deber a un error de base: “Cuando han intentado reproducir el pasado, han sido incapaces. Esto indica que hay algún proceso fundamental de la física del deshielo que no estamos contemplando, y que posiblemente apunte a procesos no lineales muy difíciles de capturar en los modelos”.

http://www.revistaentrelineas.es/24/entretemas

 

 

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