ESCLAVOS DE dios

Para un europeo resulta difícil comprender la obstinación extremista.

En los telediarios oíamos hablar de Los Talibanes y de su exacerbado carácter. En el vocabulario occidental ser talibán es sinónimo de una persona que no atiende a razones, que no busca la convivencia ni la paz, sólo que sus ideas prevalezcan.

Son capaces de entregar su vida, todo lo que son, de inmolarse por causar daño y matar infieles.

Si nosotros pudiéramos diagnosticar a estas personas, diríamos que son patológicos, que su comportamiento está manipulado, que les han lavado el cerebro.

Pero, ¿son sólo los talibanes, los palestinos, los musulmanes los que tienen estas conductas?

Esta noticia es de hoy:

Los herederos de Dios se rebelan

Los colonos se convierten en el principal obstáculo para la paz con los palestinos

Los colonos israelíes en Cisjordania se han convertido en el principal obstáculo para la paz. Hay muchos más obstáculos, evidentemente. Pero hoy expira la prohibición de construir en los territorios ocupados, impuesta hace 10 meses por Benjamín Netanyahu, y decida lo que decida el Gobierno, tanto si prosigue el diálogo con los palestinos como si se hunde de nuevo el proceso negociador, los colonos constituirán el gran foco de conflicto en los próximos meses. Son más de 300.000 en Cisjordania (y otros 200.000 en Jerusalén oriental), y en su gran mayoría están seguros de vencer: «Nunca existirá un Estado palestino», afirma Ron Nachman, fundador y alcalde de Ariel, el asentamiento más grande y polémico.

Entre los colonos hay de todo. Los hay fanáticos y violentos, como los que se instalaron en Hebrón en 1968 y han resistido a sangre y fuego, amparados por su fe en que Dios les legó este territorio, por las metralletas que llevan colgadas del hombro y por los soldados que les protegen. Y los hay moderados y pacíficos, como los que residen en la hermosa urbanización de Alfei Menashe (contigua a la ciudad palestina de Kalkilia, con alcalde de Hamás), gente de clase media y alta que vota a partidos que apuestan por la coexistencia de dos Estados; gente que, llegado el momento, estaría dispuesta a renunciar a su altísimo nivel de vida y, a cambio de una indemnización, emigrar hacia el otro lado de la línea verde.

En mayor o menor medida, creen que la empresa sionista no tendría sentido si se renunciara a los territorios ocupados, que según la Biblia constituían el Reino de Judá, entregado por Dios a la dinastía de David. Creen que Dios les dejó esa herencia. Y la fe de algunos es estremecedora. Taami Zihazay nació en Nueva Jersey (Estados Unidos) y emigró a Gaza para fundar una familia. Cuando Ariel Sharon impuso la evacuación de Gaza, en 2005, Zihazay y el resto de los colonos del asentamiento de Netzarim fueron los últimos en ceder. Sharon pactó con Estados Unidos que las comunidades judías en Gaza serían disgregadas, pero Zihazay y el resto de su grupo no se separaron y se asentaron en otra colonia, en la cisjordana Ariel, donde viven en barracones y disponen ya del terreno para, quizá mañana mismo, si no se renueva la moratoria, empezar a construir sus casas.

Taami Zihazay, aún joven, ocho hijos, cree que todo está escrito y es inexorable. «¿No se dan cuenta de que formamos parte del plan de Dios? Es solo una cuestión de tiempo, llegará el momento en que el mundo comprenderá que el renacimiento del Gran Israel, desde el Éufrates hasta el Mediterráneo, desde los suburbios de Damasco hasta Suez, es necesario para la salvación de la humanidad, y entonces nos regalarán los territorios y nos rogarán que nos instalemos en ellos». Otros prefieren no invocar la Biblia. Ron Nachman, que en 1978 se instaló en lo alto de una colina con un par de caravanas para fundar Ariel («León de Dios») y hoy sigue siendo su alcalde, recurre a la historia y a lo que él llama pragmatismo para afirmar que «la ocupación no existe». «¿Ocupación de qué? ¿Existía aquí algún Estado palestino? Mire», explica Nachman, «la única solución posible consiste en volver a repartirnos Judea y Samaria [la denominación bíblica de Cisjordania] con Jordania, igual que entre 1948 y 1967, solo que con la frontera desplazada hacia el este». Y sigue: «¿Sabe lo que ocurriría si se creara un Estado palestino? Que habría cinco. Primero, el de Cisjordania. Segundo, la propia Jordania, cuya población es mayoritariamente palestina. Tercero, los palestinos emigrados a Líbano. Cuarto, Gaza. Y quinto, los palestinos con pasaporte israelí, que operarían como quintacolumnistas desde dentro. Sería el fin de Israel».

El alcalde está convencido de que la solución de los dos Estados, la que se busca con las negociaciones, no saldrá adelante: «Nunca existirá un Estado palestino».

Nachman ha creado una auténtica ciudad con 20.000 habitantes, un colegio que en dos años debería alcanzar rango universitario, un par de polideportivos y un centro cultural con un modernísimo teatro cuyas obras concluirán en semanas. Varios actores de compañías de teatro subvencionadas por el Gobierno se negaron a acudir a Ariel para la temporada inaugural, por rechazo ideológico a los asentamientos. A Nachman le da lo mismo: «¿Nos boicotean cuatro izquierdistas? Ningún problema. Más de 14.000 artistas se han ofrecido como voluntarios».

El alcalde de Ariel, militante del Likud de Netanyahu, sabe que su ciudad, en el corazón de Cisjordania y a poca distancia de Nablus, impide la viabilidad territorial de un Estado palestino. «Jerusalén y Ariel son los dos grandes problemas, es cierto», admite. «Pero aquí estamos y aquí seguiremos».

A Nachman no le hace falta evocar lo que fue la evacuación de Gaza. Arrancar de allí por la fuerza a 7.000 colonos supuso un trauma nacional. ¿Cómo reaccionaría la sociedad israelí ante las imágenes de sus propios soldados enfrentándose a sus propios conciudadanos? ¿Cómo sería la evacuación forzosa de una colonia tan grande como Ariel?

Lo de Gaza fue traumático, pero acto seguido Kadima, el partido de Ariel Sharon (que acababa de entrar en coma), obtuvo una rotunda victoria en las elecciones. El electorado aprobó la evacuación. A eso se agarran los optimistas. Los pesimistas señalan que eso ocurrió antes de que Gaza se convirtiera en feudo de Hamás y empezaran a llover cohetes sobre el sur de Israel, y que muchos entendieron el guiño de Sharon: se trataba de deshacerse de Gaza (antiguo reino filisteo) para abrazar definitivamente Cisjordania. Evacuar un territorio que muchos consideran el auténtico Israel bíblico y provocar un éxodo de más de 300.000 personas, armadas en su mayoría, sería otra cosa. El riesgo de guerra civil aflora en cualquier conversación sobre el tema.

Parece que esa misma obstinación habita también en El pueblo judío que invoca a Dios para justificar sus acciones.

Leyendo esta noticia, parece que el lavado de cerebro es también común en los judíos.

Este extremismo, me asusta mucho.

Me asusta porque las preguntas y las respuestas que origina son demoledoras.

¿Podría ser este extremismo provocado?, ¿se puede dominar a un pueblo entero hasta tal extremo?,

¿Existe alguna lógica, en unos comportamientos que sólo aspiran a conquistar un territorio para obedecer a dios? ¿Comportamientos capaces de hacer olvidar al individuo su familia, su vida?

El pueblo judío lleva miles de años luchando por una Tierra, por unas ideas, por un dios de pacotilla, que en cada generación se cobra el tributo de la violencia y las vidas de las nuevas generaciones.

Parece que los hombres se vuelven locos en esa región, es como si una influencia maligna ejerciera un control despótico recordando continuamente que el hombre sólo es un esclavo de dios.

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