Ley Marcial: El Ejército toma el control en Tailandia

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Declara la Ley Marcial y se hace con el control de los medios de comunicación

El jefe militar Prayuth Chan-ocha ha afirmado en televisión que no es ungolpe de estado

Horas después, los militares han censurado las emisiones de radios y televisiones

El Ejército tailandés ha desplegado soldados en las calles de Bangkok, ha suspendido libertades constitucionales y ha tomado el control de las cadenas de televisión tras declarar la Ley Marcial en todo el país. La medida no supone el derrocamiento inmediato del gobierno interino, pero otorga a los militares autoridad sobre los poderes civiles para mantener el orden, prohibir reuniones o censurar medios de comunicación.

Varias cadenas de radio y televisión dejaron de emitir poco después del decreto, mientras el resto recibían la prohibición expresa de informar «en detrimento de la seguridad nacional». Las calles de Bangkok y de los principales destinos turísticos del país mantenían la normalidad tras una noticia que difícilmente podría haber sorprendido a los tailandeses: las fuerzas armadas han dado 18 golpes de Estado -11 de ellos consumados- desde el establecimiento de la Monarquía Constitucional en 1932.

La última asonada, que en 2006 derrocó al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra, fue el origen de la actual crisis política y de los continuos enfrentamientos que desde entonces tienen lugar entre seguidores y opositores del magnate tailandés, hoy en el exilio. Ocho años después, con ambos bandos ocupando diferentes partes de la capital, los militares vuelven a intervenir en lo que miembros del gobierno describen como «un medio golpe» que les permite tomar el control del país sin hacerse cargo de su gestión diaria.



El jefe de las fuerzas armadas, Prayuth Chan-Ocha, se dirigió a la nación para negar que hubiera dado una asonada y dijo que la Ley Marcial era necesaria para reestablecer el orden tras los últimos seis meses de manifestaciones y parálisis institucional. «Se pide a la población que no tenga miedo y que continúe con sus negocios como es habitual», según un comunicado castrense en el que se recuerda el Artículo 6 de la Ley Marcial por el que «la autoridad civil deberá actuar de acuerdo con los requerimientos de la autoridad militar».

Los militares no han ordenado la disolución inmediata de las manifestaciones que tienen lugar en la capital, pero han prohibido a ambos grupos marchar por la ciudad. Soldados armados rodearon desde primera hora de la mañana el área donde se concentran los «camisas rojas«, favorables a la recientemente cesada primera ministra Yingluck Shinawatra y el gobierno interino. Aunque el líder del movimiento, Jatuporn Prompan, pidió a los presentes que permanecieran en el lugar, cientos de personas recogieron sus cosas y se marcharon al comprobar que los policías encargados de la seguridad eran reemplazados por soldados.

Profunda división social

La presencia de los militares trae a los «camisas rojas» recuerdos de lo ocurrido en 2010, cuando una operación militar los desalojó del principal distrito comercial de Bangkok, causando 92 muertos. La nuevaintervención del Ejército llega tan solo días después de que los manifestantes pro gubernamentales llegaran a la capital y después de meses de pasividad ante las protestas, toma de ministerios y cortes de avenidas organizados por parte de la oposición.

El Ejército ha sido tradicionalmente favorable a unos opositores pertenecientes a las elites de Bangkok, las clases medias urbanas, la burocracia estatal y los sectores monárquicos. Frente a ellos se encuentran los seguidores del clan Thaksin, cuyo apoyo se concentra en las zonas rurales del norte y las clases trabajadoras de las ciudades.

La profunda división social de Tailandia se ha agravado en los últimos años al mezclarse con los intereses de los caciques políticos que dicen representar a cada bando. El principal líder de los «camisas rojas» y gobernante en la sombra, Thaksin Shinawatra, se encuentra en el exilio para evitar cumplir una condena de prisión por corrupción. Sus detractores han sido liderados en los últimos meses por Suthep Thaugsuban, un ex senador sobre el que pesa una orden de arresto por su implicación en la muerte de decenas de manifestantes mientras ocupaba el cargo de viceprimer ministro, en 2010.

Crisis

La imposición de la Ley Marcial no desbloquea una crisis que ha hecho de Tailandia un país ingobernable. La reciente destitución de Yingluck Shinawatra por el Tribunal Constitucional y la convocatoria de nuevas elecciones para el próximo mes de julio son vistas como medidas insuficientes por la oposición, que exige la dimisión en bloque del gobierno, el nombramiento de un primer ministro «neutral» y la suspensión del sufragio universal hasta la implementación de profundad reformas. Entre los objetivos de Suthep está reforzar el papel de la ya influyente monarquía y limitar la capacidad de las poblaciones campesinas del norte para decidir futuros gobiernos.

Más allá de la fractura social y la lucha de poder, los tailandeses se enfrentan por definir el futuro modelo de Estado. La debilidad del rey Bhumibol, que lleva 64 años en el trono, ha acelerado el posicionamiento de las diferentes facciones políticas de cara a una sucesión que podría dejar la institución en manos de su hijo Maha Vajiralongkorn, menos popular que su padre.

Las elites de Bangkok, que durante décadas han prosperado al abrigo de la monarquía, ven con recelo la emergencia de una conciencia política en clases sociales que solían aceptar que sus destinos fueran decididos en Bangkok. Thaksin Shinawatra fue, con sus medidas populistas, a pesar de sus políticas autoritarias y las acusaciones de corrupción, el primer político que logró unir políticamente a las capas más desfavorecidas, convirtiéndose en una amenaza para la monarquía, las elites y un Ejército que nunca ha renunciado a su papel de árbitro de la política tailandesa.

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