Hablar de los alumbrados de Extremadura, no solo es contar las hazañas de estos personajes iluminados, también es necesario conocer al personaje que fue su verdadero descubridor y perseguidor, el fraile Alonso de la Fuente
En los anchurosos campos de tierras y de almas de su nativa Extremadura, va a empezar la apasionada y apasionante aventura de sus correrías apostólicas, la aventura que lo hará famoso colmándole unas veces de júbilo y otras de indignada pena: la aventura de la Secta Alumbrados.
El movimiento religioso, se caracterizó por seguir una espiritualidad «equivocada» donde lo que imperaba, siempre según los documentos inquisitoriales, era la preponderancia y la supremacía de lo excesivamente lascivo y carnal. Sus arterias doctrinales estaban perfectamente ancladas en la provincia de Badajoz, desarrollando sus cabezas más eruditas con su nueva espiritualidad, el que muchas mujeres jóvenes y clérigos de la zona, se precipitasen a seguir las «inmorales y orgiásticas» veredas de esta liga secreta.
La misma secta estuvo valorada y ensalzada por el obispo de Badajoz, hoy hecho santo, San Juan de Rivera, de quién dicen los documentos que dicho personaje: «…en muy breve tiempo fue convertido a la opinión de los Alumbrados, y le hicieron tan de su mano que, fiándose enteramente de ellos, les cometía todo el gobierno de sus iglesias haciéndoles grandes favores.» Y singularmente a las mujercillas de la secta, a las que hacía tanto favor y regalos, que andaban en pos de él como manada de ovejas tras el pastor. Se acercaba hasta los pueblos donde se encontraban las alumbradas y las visitaba en sus casas, particularmente a las más perfectas que se arrebataban y sentían las llagas de Cristo. Las examinaba y aprobaba sus raptos, llegando incluso a canonizarlas y hacerles «regalos muy particulares. Y si algún predicador hablaba en público o en particular contra esta invención, lo desterraba del obispado y se ponía como un león contra los que impugnaban o desfavorecían la dicha secta».
Según el fraile dominico Alonso de la Fuente, el hoy San Juan de Rivera, «consideraba solamente cristianos, a los que imitaban esta doctrina y comunicaban los efectos espirituales de ella».También acusa de ser seguidores de la espiritualidad de los Alumbrados, nada más y nada menos que a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de Ávila.
Cuando la Inquisición de Llerena entra a saco contra los Alumbrados, dice de ellos «que son grandes hechiceros y que tienen pacto con el demonio, y que con este artificio rinden a las mujeres y hombres haciéndose señores de sus almas y sus haciendas. También se cuenta, que éstos se aprovechan de la magia para alcanzar las mujeres y aprovecharse de sus cuerpos; para cual efecto les ayuda el demonio grandemente, el cual viene a las mujeres y las enciende terriblemente en deseos de carne, con tan grande opresión, que las hace ir rabiando a sus maestros a pedir la medicina de aquellas grandes tentaciones. Aplicando los maestros el remedio natural, tratando con las tentadas deshonestamente, y dándoles a entender que no es pecado, porque aquellas obras carnales llaman regalos de gente espiritual, diciendo que el hacer esas cosas desde la necesidad espiritual no es ofensa para Dios. Y que todos estos movimientos lo suelen hacer con gente moza y muy ocasionada para las obras de la carne».
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