Muchas enfermedades comunes y condiciones físicas pueden influir en el cerebro, dejando a las personas que lo padecen deprimidas, ansiosas o lentas mentalmente.
Cuando conocí a Tina, tenía veintitantos años largos, esta mujer había estado viendo a los profesionales de salud mental prácticamente toda su vida, me decía durante una de nuestras sesiones de terapia «Un día soy enérgica y creativa, y al día siguiente estoy sin rumbo, lloro y me siento sin valor». A Tina le habían diagnosticado depresión, trastorno límite de la personalidad, e incluso esquizofrenia. Los médicos le recetaron antidepresivos y posteriormente antipsicóticos, pero los medicamentos sólo parecía hacerle sentir peor. Al principio, yo también vi sus dificultades a través de la lente de un psicólogo, pensando que debía ser un trastorno bipolar. Pero más tarde me fui dando cuenta que sus cambios de humor iban acompañados por síntomas como palpitaciones, náuseas y dolor en las articulaciones. Así que le pedí a los médicos que hicieran una analítica completa de su sangre.
Finalmente, después de cumplir sus 30 años, el médico descubrió la verdadera causa de su sufrimiento: la porfiria, un grupo de raros trastornos metabólicos genéticos. En las personas que padecen porfiria, los precursores de la hemoglobina (la molécula que transporta el oxígeno en los glóbulos rojos), llamadas porfirinas, se van acumulando en varios sistemas del cuerpo, causando síntomas que van desde el dolor abdominal a la depresión. La hormona sexual femenina, la progesterona, tiende a agravar este trastorno, por eso los estados de ánimo de Tina seguían su ciclo menstrual. Debido a que este trastorno afecta al hígado, el cuerpo tiene dificultades para procesar los medicamentos, por lo que las drogas crean a menudo desconcertantes síntomas nuevos.
La idea:
1. Muchas enfermedades comunes pueden afectar a la mente. Los especialistas están volviendo a aquella disciplina de hace décadas, la somatopsicología, que se centra en los efectos de la enfermedad física sobre el cerebro.
2. La inflamación, el desequilibrio hormonal o las deficiencias de nutrientes pueden causar depresión.
3. Una simple falta de agua o de hierro puede afectar su capacidad para aprender, recordar y planificar.
- Referencia: ScientificAmerican.com, por Erich Kasten | 03 de marzo 2011
Nota del editor
Cada vez está más claro, que los trastornos de intolerancias alimentarias y las variadas sensibilidades subclínicas (que no aparecen directamente en los marcadores de analíticas estándar), así como las intoxicaciones medioambientales, debidas a los productos químicos, metales y electromagnéticos del mundo actual, están provocando unos conjuntos sintomáticos que desbordan la capacidad de la medicina oficial, muy poco proclive a reconocer estas causas como origen de los trastornos, y abocando a quienes lo padecen a un rosario de visitas a especialistas médicos, y ante la ineficacia de tales tratamientos, se ven estigmatizados con etiquetas sobre supuestos desórdenes psicológicos.
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Publicado por Pedro Donaire
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