A finales de los 1990, Jane Anderson estaba trabajando como un arquitecto paisajista. Eso significaba que no tenía mucho trabajo en invierno, y luchaba con el trastorno afectivo estacional de los tristes meses de invierno de Minnesota.
Entonces, decidió probar la meditación, y se dio un mes para ver los posibles cambios. «Mi experiencia fue una sensación de tranquilidad, de una mejor capacidad para regular mis emociones», afirmaba. Su experiencia inspiró un nuevo estudio que se publicará en un próximo número de la revista Psychological Science, donde con tan sólo cinco semanas de entrenamiento en meditación ya se descubren cambios en la actividad cerebral.
En estudios anteriores, se ha encontrado que los monjes budistas, que tienen en su haber miles de horas de meditación, tienen diferentes patrones de actividad cerebral. Sin embargo, Anderson, que hizo esta investigación como estudiante, junto con un equipo de la Universidad de Wisconsin-Stout de profesores y estudiantes, querían saber si se produciría un cambio en la actividad cerebral en un período más corto.
Al comienzo del estudio, cada participante tenía un EEG, una medición de la actividad eléctrica de su cerebro. Se les instruyó diciéndoles: «Relájese con los ojos cerrados, céntrense en el flujo de su respiración en la punta de su nariz, y si surge algún pensamiento aleatorio, reconózcanlo como pensamiento nada más, y después, simplemente, vayan llevando de nuevo suavemente su atención hacia el flujo de su respiración.»
A continuación, unas 11 personas fueron invitadas a participar en la práctica de la meditación, mientras que a otros 10, se les dijo que más tarde se les entrenaría. Los 11 se ofrecieron a sesiones de dos hora y media a la semana, y se les animó a practicar todo lo que pudieran entre sesiones, pero no tenían ningún requerimiento en particular sobre cuánto debieran practicar.
Después de cinco semanas, los investigadores volvieron a hacer un EEG a cada sujeto. Cada uno había hecho, de promedio, alrededor de siete horas de práctica semanal. Pero aún con esa pequeña práctica meditativa, su actividad cerebral resultó distinta de las 10 personas que no lo habían practicado. La gente que meditaron mostraban una mayor proporción de actividad en la región frontal izquierda del cerebro. En otras investigaciones han encontrado que este patrón de actividad cerebral se asocia con estados de ánimo positivos.
El cambio de actividad cerebral «se hizo evidente, incluso con un pequeño número de sujetos», señaló Christopher Moyer, uno de los coautores, junto con Anderson, de la Universidad de Wisconsin-Stout. «Si a la hora de practicarlo, alguien piensa que es un compromiso muy grande o que es demasiado riguroso, esta investigación sugiere que no es el caso». Realmente, vale la pena practicar la meditación, dijo. «No hay posibilidad de daño alguno y, por el contrario, puede hacer mucho bien.»
«Creo que esto implica que, la meditación es susceptible de crear un cambio en la perspectiva de vida», añadió Anderson. «De hecho, ha sido muy beneficiosa para mí.»
- Referencia: MedicalNewsToday.com,
- Fuente: Association for Psychological Science, por Divya Menon .
- Traducido por Pedro Donaire
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