Túnez se convirtió el pasado 17 de diciembre del 2010 en en la primera chispa que prendió lo que hoy se conoce como la Revolución en el Mundo Árabe. Por aquel entonces nadie esperaba lo que pasaría en los próximos meses, que un dictador acabaría abandonando el país y que la tensión se extendería hacia el extranjero.
A la lista se añadieron Egipto y Libia, pero los efectos también se hicieron saber en Marruecos, Argelia, Siria y otros tantos, completando la costa mediterránea de África y parte de Oriente Medio, causando lo que podría ser un cambio político determinante a largo plazo y que sólo acaba de empezar.
Desde entonces empezamos a discutir si los nuevos medios eran un ingrediente esencial en el preparado revolucionario o si por otro lado sobrevalorábamos el imperio de Facebook y Twitter. Un recorrido de norte a sur por la vida local de Túnez y charlas con algunos de los bloggers más influyentes del país nos ayudan a dar respuesta a estas cuestiones.
La Túnez dictatorial
La idea que subyace entre los tecnófobos es que aquello de las redes sociales no tiene ningún sentido; que lo ocurre en el mundo árabe es un exceso de hartazgo, deseo de libertad, exceso de pobreza y falta de alimentos. Lo primero lo suscribo, pero de inicio queda dicho que estos dos últimos puntos son falsos. Estamos hablando del país más desarrollado del Magreb y probablemente la economía más europeizada de todos los países “revolucionarios”.
Túnez es otro de esos muchos países que, con ayuda de la Unión Soviética, se descolonizaron de Europa. En este caso, 1957 fue la fecha en la que, con Habib Burguiba a la cabeza, los tunecinos consiguieron la independencia de Francia, explicación de porqué en la región se practica el bilingüismo (árabe y francés). Eso sin contar los efectos del turismo, que convierten al ciudadano comerciante en políglota. Un mercader en un puesto turístico de souvenirs dominaba con cierta soltura hasta 7 lenguas.
Las políticas socialistas de Burguiba fracasaron, pero el Licenciado en Derecho por la Universidad de París cambió rápidamente de rumbo, abriéndose a las economías occidentales en los años 70 y potenciando lo que sería el principal sustentador de país; el turismo, ya que no estamos hablando de un país especialmente rico en petróleo, especialmente en comparación con sus vecinos. Ante esta carencia, la alternativa fue acercarse al modelo europeo, que con cuya cercanía con Italia y proximidad cultural con Francia ganaba enteros.
El crecimiento desmesurado durante las siguientes décadas evitó que el golpe de estado que sufrió Burguiba por su primer ministro causase revuelo excesivo. Gracias al débil estado de salud del pseudodictador, Ben Ali fue capaz de mostrar al publico el cambio como una sucesión legítima en 1987. Ambos se mantuvieron alrededor de 30 años en la presidencia del gobierno, pero en el recuerdo han quedado los años prósperos del primero (“construyó un país moderno”) y el triste hundir del segundo (“nos ocultaba el pasado”).
Ben Ali continuó las políticas aperturistas de su predecesor, pero controlaba al mismo tiempo con mano de hierro su dominio. Para el visitante Túnez era un país muy seguro, pero para el ciudadano era un asedio a las libertades individuales. Excelso en la censura, el único partido permitido de la oposición era una facción del mismo que gobernaba; el del Ben Ali.
¿Por qué Túnez?
El desarrollo permitió el acceso a la educación superior de una parte importante de la población. Más del 80% de la población está alfabetizada y la mayoría vive en las grandes ciudades. Si contamos con poco más de 10 millones de habitantes, decir que la capital cuenta con casi 2,5 millones de personas es un buen ejemplo. La costa este del país aglutina a una incipiente clase media con deseos de seguir creyendo que aspiran a más, mucho más.
Un paseo por Sfax, Sousse o la misma capital Túnez, permiten ver anuncios publicitarios que ofertan smartphones con Facebook, tarifa de datos, televisiones, champús de marca y demás parafernalia. Estas zonas te obligan a olvidar el tópico del país árabe. Uno no se siente en África, mucho más identificable al sur donde el Sahara deja entrever que aunque se ha avanzado mucho, todavía queda mucho por hacer.
Se habían dado pasos importantes, pero no los suficientes. La economía empezó a renquear y la crisis económica mundial también hizo de las suyas. Por entonces la censura se olvidó de controlar Internet (o no pudo hacerlo) y empezó a cortarse la tensión del ambiente con un cuchillo de panadero. Sólo el “buen hacer” gubernamental mantenía la calma. Pese a que la revuelta se atribuye a la urbes del noreste del país, a la clase educada y culta, a los pequeños burgueses e incluso a las élites en algunos casos, en realidad el inicio se fraguó en otro sitio.
Todo iba bien hasta que el 17 de diciembre del 2010 un joven de Sidi Bou Siz (ver mapa), un municipio no demasiado próspero, hizo recordar a los tunecinos sus aspiraciones. En otro momento se pudo silenciar, pero Mohammed Bouazizi prendió la llama de la revolución quemándose a lo bonzo, las redes sociales echaron a volar y Túnez nunca volvió a ser igual.