LA EMOCIÓN NECESITA COMPAÑÍA


Después de más de treinta años viendo pacientes estoy convencido de que lo que necesita alguien que siente una emoción de cierta intensidad, es compañía. 

Alguien que le acompañe en su sentir, que le acoja, le comprenda y le haga sentirse protegido tanto en el sentimiento como en la expresión de su emoción.

Cuando una persona sufre una pérdida, habitualmente tiene un dolor intenso. Un cúmulo de emociones pugnan por salir y se requiere de facilitación para que la expresión se produzca. A pesar de que las emociones y su expresión tienen a mi parecer, una importancia máxima, la educación y la presión social las han postergado. La expresión de la mayor parte de las emociones queda relegada a la más estricta intimidad o a sitios y momentos extraordinariamente reducidos.

Los rituales sociales funcionan y por esto quedan dentro de las actuaciones sociales. Si cogemos como ejemplo una muerte, hay muchos rituales bien establecidos y arraigados en cada cultura que facilitan que las personas cercanas al fallecido puedan hacer su duelo.

Tras una muerte, el velatorio es un sitio donde los parientes velan al fallecido, mientras reciben a todos sus allegados que así les acompañan en estos momentos. La frase que resume más frecuentemente el pésame es “te acompaño en el sentimiento”, pues se trata de eso. Este es el sitio y sin embargo incluso ahí se “prohíben” ciertas emociones.

En el duelo tenemos que regular tres emociones: miedo, rabia y tristeza. Para poder decir adiós para siempre necesitamos que las cuentas (emocionales) estén saldadas.

La tristeza es la emoción de la pérdida. Como tal es la que más se muestra. Las normas sociales permiten expresar la tristeza en esas circunstancias. Vemos y oímos llantos. Tan necesario es que antiguamente se veía con frecuencia a “las plañideras” actuando para facilitar el contacto con el llanto, creando el clima adecuado para su expresión. También a veces se escucha un “venga no llores”, “ya no llores más” o un “cálmate”. Frases que las personas que las pronuncian dicen aparentemente con “la mejor intención” pero que limitan en muchos casos la libertad para expresar una emoción. Esta emoción necesita ser expresada para que el duelo se produzca. Realmente quienes dicen estas frases limitadoras, frecuentemente lo hacen porque no saben gestionar bien el contacto con la emoción. Para que cese el estimulo disturbador aprendieron así a pararlo o al menos lo intentan. No obstante, el velatorio como buen ritual, facilita el trance y cada vez que alguien llega el nuevo saludo facilita el contacto con la tristeza y con el llanto.

El miedo con la compañía se protege. Los visitantes en esos momentos se ofrecen, abrazan y acompañan. Trasmiten seguridad y eso ayuda.

¿Y la rabia? Una muerte es a menudo una agresión. La vida de los que quedan cambiará sin duda. Con mayor o menor intensidad no deja de ser una agresión al curso vital de los cercanos afectivamente al fallecido. La rabia es la emoción ante la agresión y cuando se genera, y aunque no lo notemos está ahí, necesita ser expresada. Las pautas sociales no permiten que la rabia se exprese adecuadamente y queda ahí dentro, esperando ser gestionada.

Vivimos un tiempo en el que los rituales están desapareciendo y con ellos su función social. Aparentemente no pasa nada malo pero si la función no se cumple…

Hace unos años, no tantos, se velaba al fallecido en su casa y todas las personas que llegaban a dar su pésame llegaban con algo en las manos. Unos traían comida, otros bebidas. La velada transcurría comiendo y bebiendo y esto facilitaba que tanto el miedo como la rabia se pudieran gestionar mejor. Comiendo masticamos y esa acción facilita la expresión de rabia. Comiendo y bebiendo se reducen los miedos. En algunos casos cuando alguien se ponía a mostrar su rabia, siempre estaba la excusa de que el alcohol había sido el causante de esa salida de tono.

Si nos salimos del ejemplo de la muerte y vamos a las emociones en general, podemos asegurar que si hay algo bueno para las emociones y su expresión es el acompañamiento protector. En el contexto de la Psicoterapia Humanista Integrativa, el terapeuta está formado profesionalmente para ofrecer a su paciente una Relación Terapéutica sólida, segura, amorosa y honesta que le sirva para sentirse protegido.  Tan protegido que podrá adentrarse en territorios a los que nunca se había atrevido a llegar.

La Relación Terapéutica permite profundizar y realizar lo que llamamos trabajo emocional que es la técnica o mejor dicho, el conjunto de técnicas terapéuticas que permitirán al paciente  resolver el conflicto a nivel emocional profundo. 

El trabajo emocional que hacemos con un paciente es único. No se podrá repetir la técnica exactamente igual con ningún otro. Le acompañaremos a que exprese su emoción siguiendo el camino propio del paciente, el que él decida. Atenderemos a sus necesidades y valoraremos sus indicadores para así saber por dónde y cómo ir hacia la expresión adecuada de la emoción auténtica del paciente.

La protección será el elemento clave para que el paciente se permita profundizar, como nunca se había atrevido hasta ahora, en su propia emoción. Contactar y expresarla para liberarla. Cerrar en positivo y nutrirse con un reconfortamiento de amor parental real y auténtico.

Nuestras emociones y nuestro corazón no quieren estar solos. Aunque la vida haya ido relegando la expresión emocional a la intimidad y espacios cerrados a la vista de los demás, lo que necesitan es acompañamiento cercano, amoroso y seguro. Necesitamos amor para sentirnos seguros y contacto protector para que nuestras células sepan que nos estamos solos. Podemos darnos el permiso de expresar nuestras emociones en unos brazos, llorar en un hombro amigo. Atrevernos a pedir a alguien seguro que nos acompañe y así abrir nuestro corazón.


José Zurita



El autor

Médico Psicoterapeuta, Máster en Psicoterapia Humanista Integrativa. E.C.P. (Certificado Europeo de
Psicoterapia) otorgado por la Asociación Europea de Psicoterapia, Diplomado en Psicoterapia Integrativa por la Asociación Internacional de Psicoterapia Integrativa, con formación en Análisis Transaccional, Psicología de la Gestalt y Terapia Familiar Sistémica. Diplomado en Brainspotting nivel I y II. Fundador y Ex-director de la Comunidad Terapéutica Villaviciosa del Plan Regional de Drogas de la Comunidad de Madrid. Miembro de la EAP. Miembro de la ITAA. Miembro de la ATA. Miembro de la EATA. Presidente de APHICE. Director del Instituto Galene

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