Cuando el tal Paul Éluard dejó escrita la frase estaba pensando en otra cosa. Pensaba en lo mismo que ïker Jiménez: en fantasmas, ocultismo, y en cómo vivir del cuento y pasar por la vida sin dar un palo al agua.
Anoche me volví a quedar por la calle hablando con un americano. Un americano de esos de vienen de los Estados Unidos de América. Éste era soldado. El último con el que me quedé hablando en la calle hasta las seis de la mañana había venido a trabajar a una empresa de placas solares. La historia siempre es la misma.
Les fascina que cuando sales de Baviera todo sea diferente, y que si vas un poco más lejos la gente hable otros idiomas y haga cosas distintas. Nosotros estamos acostumbrados, pero ellos vienen de un país en el que puedes recorrer 8.000 kilómetros en coche comiendo la misma mierda cada tres horas. Sólo cambia el color de la caja.
Te explican que la gente aquí es muy abierta. Te lo dicen muchas veces. Es algo que les sorprende porque desde la tele en su país les venden que aquí los odiamos. Luego llegan y ven que a cada uno se le juzga de manera individual y que a título personal no hay prejuicio que valga. Los tíos alucinan con Europa. Aquí todavía tenemos que descubrirla.
Te cuentan que en su país hay buena gente, que no todo el mundo vota a Bush. Ni siquiera se explican cómo ha podido salir reelegido. Yo les digo que me hago cargo, que he encontrado a muchos como él y que me consta que son buena gente.
Vivimos en el mismo mundo y creemos que nos conocemos bien, pero no es así. Todavía no nos han hecho ver cuatro dedos, pero hace tiempo que dejamos de ver cinco. Mañana estaremos en guerra con Eurasia.
El Chano comentaba el otro día cómo su jefe consultor les había contado que se había ido a jugar al golf a Sudáfrica. Otro de esos gordos sudorosos autocomplacidos y con un armario lleno de trajes de Armani. El carbón con el que funciona su tren de vida lo paga el Chano con sus 45 horas a la semana.
Yo, después de años de tener el móvil más cutre del mercado, me lancé a la piscina con un contrato de dos años como único flotador. Más que flotador es un bloque de cemento, pero a cambio tengo un elemento de última generación que me permite hacer fotos en momentos en que lo último que debería hacer es tener un móvil en la mano. Está bien, pero tampoco es para tanto, y el precio a pagar se me antoja terrible. Después de años de resistencia tengo la impresión de haberme introducido por fin en la rueda del consumismo. Siento que mi sangre engrasa la maquinaria del capitalismo.
Una buena amiga de un país del este me enseñó el otro día el reloj que se había comprado con horas de poner cafés y cortar pasteles. En sus ojos brillaba la emoción. Viene de un sitio en el que la gente no puede decir lo que piensa y las naranjas sólo se comen en navidad porque son un artículo de lujo.
Quizá al tal Paul Éluard la cita le saliera de churro, pero dio en el clavo:
Existen otros mundos, pero están en éste.
http://www.javiermalonda.com/elsentidodelavida/primera-epoca/hay-otros-mundos-pero-est-n-en-ste.html