A veces, se expresa el nihilismo en forma de una concepción del mundo, que puede adoptar un pesimismo radical o bien conduce a un punto de vista totalmente «aniquilacionista». Así, en este último sentido, en el Fausto de Goethe Mefistófeles considera que sería mejor que nada surgiera ya que todo perece; en La vida es sueño, Segismundo parece seguir esa línea al decir que «el delito mayor del hombre es haber nacido». Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, cita esas dos obras, así como versos de Teognis. Este filósofo consideró que toda existencia «refleja» el impulso irracional e incesante de la voluntad; la vida es lucha, y la vida humana está llena de sufrimientos y oscila entre el dolor del deseo (basado en la necesidad o en la carencia) y el dolor no menos intenso del aburrimiento o la inanidad (experimentado cuando todas las necesidades han sido satisfechas). Para Schopenhauer, la voluntad es la causa, no solo del egoísmo y la agresión, sino la raíz de todo mal en general. Ante la objeción de que la negación del sufrimiento implica la eliminación de la voluntad y, por lo tanto, «el deslizamiento hacia una nada vacía», el filósofo afirmará que, para quienes se hallen llenos de Voluntad, lo que permanece después de la completa abolición de la voluntad -o después de su negación- es una nada.
Para Nietzsche, la noción de nihilismo es muy importante. Por un lado, considera al nihilismo como una amenaza, como el término final de un desarrollo histórico sin salida. En otro sentido, considera como nihilista la interpretación de la existencia humana y del mundo proporcionada por la Europa cristiana y por la Europa moderna; esa interpretación niega los valores superiores de la fuerza, la espontaneidad, el concepto de superhombre, a beneficio de los supuestos valores de la equidad y la humildad, entre otros. Se puede hablar así, según el filósofo alemán, de un nihilismo «malo», que será aquel pasivo perteneciente a la tradición moral y metafísica. Pero se puede hablar también de un nihilismo «bueno» -o «auténtico»-, que sería activo y consistiría en destruir el sistema de valores de aquel nihilismo pasivo tradicional. El nihilismo de los «espíritus fuertes» pone punto final al nihilismo débil del pesimismo, del historicismo, del afán de comprenderlo todo, de la idea de que todo es vano. Este tema nietzscheano del nihilismo ha sido recogido por Heidegger al tratar de la destrucción de la metafísica occidental e, incluso, de toda metafísica como un «acontecimiento».
Capítulo aparte merece la historia del nihilismo ruso, con fuertes raíces sociales. Recordaremos que Bakunin llegará a afirmar que sólo la destrucción es creadora; recordamos aquí, por supuesto, que el gigante ruso se refería a la instituciones, y tenía en mente la injusticia social, por supuesto.Mencionamos a Bakunin, uno de los padres del anarquismo, pero al que tantas veces se ha calificado de nihilista, precisamente como un ejemplo de las muchas lecturas simplistas del término. En cualquier caso, el anarquismo posee un mayor conexión con los problemas sociales y, por supuesto, ninguna lectura elitista. Un verdadero representante del nihilismo será Dimitri Ivanovitch Pisarév, el cual escribió que «todo lo que puede romperse, hay que romperlo; lo que aguante el golpe, será bueno; lo que estalle, será bueno para la basura. En todo caso, hay que dar golpes a derecha y a izquierda: de ello no puede resultar nada malo». Hay que entender este violento párrafo como que sólo lo que resiste la critica implacable es digno de ser conservado. Insistiremos en que confundir nihilismo con terrorismo es una reiterada falsedad histórica.
Albert Camus, en El hombre rebelde, relaciona el nihilismo con la rebeldía, con el decir no, y se pregunta si esa negación de Dios, y de todas idea trascendente, no supone cuestionar el mismo concepto de moral y justicia. El nihilismo de Stirner, a diferencia del de Nietzsche, es vitalista y satisfactorio; hablamos de la destrucción de cualquier idea trascendente que anule al ser humano, entendido como un individuo concreto con una personalidad digna de ser potenciada. No obstante, para Camus es Nietzsche quien representa la conciencia más aguda del nihilismo. Gracias a él, el espíritu de rebeldía salta de la simple negación del ideal a la secularización del ideal, la salvación pasa de un terreno sobrenatural a la realidad del mundo. Esta transformación del mundo implica una dirección que tiene que ser ahora humana, Nietzsche confiaba plenamente en la evolución y en el devenir. Camus es un autor muy influenciado por Nietzsche y, para el caso que nos ocupa, un estupendo ejemplo de la concepción positiva que puede tener también el nihilismo entendido como rebeldía hacia lo establecido; así entendido, se trata de una apuesta por una nueva acción moral y una apertura a un mayor horizonte para la existencia humana.
El nihilismo como rebeldía a lo insustancial establecido, es saludable. Como negativismo personal, es muy nocivo.
Pienso que has dado en el clavo con las palabras exactas que yo no sabía definir.
Gracias
Te faltó un segundo para reflexionar.