Los padres de los escolares de hoy, y hasta hace bien poco, todos los niños españoles, tienen recuerdos imborrables de los inicios del curso. La incertidumbre de las nuevas dificultades, el miedo al nuevo maestro («¡A ver si va a ser muy duro!») y, por qué no, esa cierta pena de perder la libertad disfrutada durante casi tres meses. Pero todo se compensaba con la felicidad de ver otra vez a los amigos y con la ilusión de contemplar la víspera del primer día esa cartera nueva, los cuadernos inmaculados, los lápices nuevecitos y sin morder, que brillaban en el mueble de la entrada de casa esperando a ser estrenados.
Los malos tiempos que vivimos están privando de esa alegría a muchos niños en España. Es más, la carencia de ese material escolar empieza a estigmatizar a muchos alumnos cuyos padres no se pueden permitir ese gasto. Hemos sabido de algunos colegios que no admiten a los niños hasta que lleven todo el material y los libros que les ponen en una lista. Es indignante.
También imagino el mal momento que muchas mamás estarán pasando cuando los niños miran las preciosas carpetas o los bolis de colores en los escaparates y ellas tienen que decirles: «Hijo, este año no podemos».
Este año puede no ser así. Este curso sí van a poder. Gracias a la solidaridad de todos. Es la única forma, la mejor, de salir del hoyo. O por lo menos, de evitar que los más pequeños, los más inocentes, sufran los rigores de la crisis y sus consecuencias.
Estoy convencido de que las familias españolas que pueden equipar para la escuela a sus hijos se van a poner en el lugar de tantas otras a la que, en esta cuesta de septiembre, el presupuesto no les llega.
Dar cauce a esta solidaridad es muy fácil. Seguro que cada mamá sabe de un compañero de su hijo con sus padres en paro, que están a punto del desahucio. O de hijos de familias que tienen que vivir, comer y pagar todos los gastos con los 400 euros del subsidio. No hace falta sino comprar algunas cosas más, como si tuviéramos otro niño, y hacérselas llegar a esas familias con cariño, con discreción.
Otra posibilidad es entregarlo en cualquier oficina de Correos, más discretamente todavía, del 8 al 18 de septiembre. Así de fácil. Lo donado llegará a Mensajeros de la Paz; en pocos días lo entregaremos a familias que lo necesitan.
No sería malo que en esa visita a Correos nos acompañaran los niños, y explicarles de paso el porqué de ese gesto. Sería la primera enseñanza de este curso; los primeros deberes, una tarea de solidaridad y amor.
El año pasado, en la primera edición de esta preciosa campaña «Ayúdales a volver al cole. Llena sus mochilas de ilusión», Javi, un niño gaditano nos regaló una hermosa historia. Junto a unos cuadernos y bolígrafos que nos mandó había puesto un papelito en el que contaba que había roto su hucha para ayudar a niños como él. Esa carta de Javi está enmarcada y colgada en una pared junto a mi mesa de trabajo. Es toda una lección de un pequeño de siete años. Una lección magistral.
http://www.huffingtonpost.es/padre-angel/hijo-este-ano-no-podemos_b_5780236.html?utm_hp_ref=spain