– Seis meses después del estallido de la actual epidemia de ébola en África occidental, la comunidad internacional finalmente comienza a responder y a intervenir en la región.
El 16 de este mes, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció una multimillonaria intervención de su país para contener la expansión de la crisis, que comenzó en marzo de 2014 y ya mató a más de 3.000 personas, principalmente en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
Los expertos afirman que la cifra aumentará rápidamente si la enfermedad no se contiene.
El anuncio de Obama viene a la zaga de la creciente impaciencia internacional por lo que sus críticos denominan la “exasperante” lentitud de la respuesta de Washington al brote.
La asistencia médica avivó la controversia, ya que el personal sanitario extranjero recibió una atención privilegiada frente a los africanos.
Los misioneros estadounidenses Kent Brantly y Nancy Writebol, infectados con el virus, se curaron cuando se les administró Zmapp, un medicamento experimental. La controversia estalló cuando se supo que Médicos Sin Fronteras había decidido no darle el fármaco al médico de Sierra Leona Sheik Omar Khan, que murió de ébola tras luchar contra la enfermedad en su país.
La Organización Mundial de la Salud también se negó a evacuar al médico sierraleonés Olivet Buck, quien más tarde murió de la enfermedad. El Departamento de Defensa estadounidense provocó su propia controversia cuando anunció que construiría un hospital de campo con capacidad para 25 camas y un costo de 22 millones de dólares, supuestamente solo para los trabajadores de la salud extranjeros.
El paquete de asistencia de Washington promete continuar con la polémica, ya que incluye el despliegue de 3.000 soldados estadounidenses a Liberia, donde el Comando en África de Estados Unidos (Africom) establecerá una base de operaciones que funcionará como un centro de logística y capacitación para la respuesta médica.
El blog político Think Progress calcula que este número representa “casi dos tercios de los 4.800 efectivos asignados a Africom”, que coordinarán con las organizaciones civiles para distribuir suministros y construir un máximo de 17 centros de tratamiento.
No queda claro si el personal sanitario de Estados Unidos brindará tratamiento a los pacientes, pero la Casa Blanca indicó que Washington “ayudará a reclutar y organizar el personal médico” que se encargará de los centros y “establecerá un sitio para entrenar a un máximo de 500 profesionales de la salud por semana”.
Esto último genera una pregunta práctica: ¿de dónde se reclutarán estos aspirantes a trabajadores de la salud?
Según el gobierno de Obama, la intervención fue solicitada directamente por la presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf. Cabe destacar que Liberia fue el único país africano que se ofreció para alojar la sede de Africom en 2008, pero esta finalmente decidió instalarse en Alemania.
Pero la intervención no fue bien recibida por todos en Liberia, que aún se encuentra en proceso de recuperación tras décadas de guerra civil.
La misma provoca “ataques de ansiedad en cada liberiano con el que hablo”, aseguró la escritora Stephanie C. Horton. “Sabíamos que iba a suceder, pero la sensación de fatalidad inminente genera una devastación emocional”, agregó.
Pocas personas se opondrían a una sólida respuesta de Estados Unidos a la crisis del ébola, pero la naturaleza militarizada del plan de la Casa Blanca se presenta en el contexto de una militarización más extensa liderada por Washington en la región.
Los soldados en Liberia, después de todo, no serán las únicas tropas que Estados Unidos tiene en el continente africano. En los seis años de existencia de Africom, la presencia militar estadounidense se consolidó de manera constante y en silencio en el continente, con bases de drones o aviones no tripulados y la colaboración con las fuerzas armadas locales.
El nuevo statu quo se caracteriza por ataques aéreos desde drones, la colaboración para entrenar y equipar a las fuerzas africanas, incluidas aquellas con antecedentes problemáticos en materia de derechos humanos, misiones de reconocimiento y operaciones de entrenamiento multinacionales.
Para consolidar las relaciones públicas de sus ejercicios militares, Africom recurre a tácticas de poder blando, como las páginas en las redes sociales de Internet, conferencias académicas y programas humanitarios.
Pero este humanitarismo militarizado, como la construcción de escuelas y hospitales y las intervenciones ante el brote de enfermedades, también cumple con un objetivo más estratégico y práctico: permite al personal militar entrenarse en nuevos entornos, acumular experiencia local y datos tácticos, y construir relaciones diplomáticas con los países y las comunidades de acogida.
Nick Turse, un periodista de TomDispatch reconocido por su trabajo sobre la militarización de África, señaló que un informe del Departamento de Defensa de Estados Unidos “encontró fallas en la planificación, ejecución, seguimiento y documentación de este tipo de proyectos”, lo cual genera grandes dudas sobre su eficacia.
Fuentes expertas advierten que la prestación de asistencia humanitaria por parte de soldados uniformados podría tener consecuencias peligrosas y desestabilizantes, sobre todo en países con una historia de conflictos civiles, como Liberia y Sierra Leona.
Al comienzo de la epidemia, por ejemplo, las fuerzas armadas de Liberia intentaron poner en cuarentena a los habitantes de West Point, en Monrovia, lo que provocó mortales enfrentamientos. La presencia de tropas armadas extranjeras podría provocar incidentes similares, temen fuentes de la salud.
La operación de Washington en Liberia plantea muchas preguntas. ¿Se utilizarán empresas militares en la construcción de las instalaciones y la ejecución de los programas? ¿Los centros de tratamiento construidos por Estados Unidos serán temporarios o permanentes? ¿Se utilizarán también como laboratorios de investigación? ¿Cuál es el plazo para salir del país? ¿La base de operaciones de Liberia será una plataforma para actividades militares no relacionadas con el ébola?
El uso de los militares de Estados Unidos en esta misión debe llamar la atención de la opinión pública estadounidense. Después de todo, que las fuerzas armadas sean la institución estatal mejor equipada para manejar este brote dice mucho sobre el estado de abandono de los programas civiles, en Estados Unidos y en el exterior.
Las opiniones expresadas en este artículo corresponden a la autora y no representan necesariamente la opinión de IPS, ni pueden atribuírsele.
Traducido por Álvaro Queiruga
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es atrozmente horroroso percibir como paises avasallantes buscan excusas para intentar e invadir en forma solapada paises en vias de desarrollo o menos adelantados, pisoteando su propia dignidad-es decir a si mismos- y la de los que quieren dominar per se.
la humanidad necesita otro tipo de acciones.