Los Pujol y Mas

SALVADOR SOSTRES

La pregunta sobre si Mas conocía las irregularidades económicas de Jordi Pujol y de su familia es absurda por obvia y ofensiva para cualquier inteligencia. No sólo las conocía sino que se benefició de ellas como líder de Convergència i como candidato de CiU. Y no sólo se benefició de ellas sino que en 2005 decidió apartar a Jordi Pujol Ferrusola del control de las finanzas del partido, escandalizado por sus métodos.

Artur Mas es gafe y todo lo que toca lo convierte en trágico. Pero no es idiota, tiene sentido del poder, y manda. De modo que él sabía perfectamente cómo se financiaba Convergència mientras Pujol la lideró, sabía cómo el Govern recaudaba de las distintas constructoras a las que les encargaba obra pública, sabía que tenía firma en la cuenta opaca de su padre, y sabía y sabe cómo se financió su partido a partir de que él empezó a controlarlo. Y por eso paga bajo mano la defensa de Fèlix Millet, entre otras cortesías igual de ciertas pero más difíciles de demostrar.

Mas lo ha sabido todo y siempre. Y cuando Maragall le espetó lo del 3% su argumento en privado nunca fue negarlo sino asegurar que todos hacían lo mismo y que era insensato tirar de la manta. Es verdad –Carod-Rovira lo dijo- que lo del 3% era un discreto promedio, y que se exigía a las constructoras según lo que se les concedía. Porcentajes del 6 y el 7 eran perfectamente habituales. Mas lo sabía pero está tan acostumbrado a mentir, y a hacer de la mentira la principal estrategia de su carrera política, que lo niega sin darse cuenta de que sólo un imbécil podría creerse que el líder del partido desde hace once años ignora cómo se engrasa la maquinaria, tanto la doméstica como la de las campañas electorales. ¡Por el amor de Dios! ¡Si el propio Mas visitaba a los empresarios susceptibles de hacer aportaciones!

Y cuando le preguntabas por ello su explicación era siempre la misma: que todos lo hacían, y que Convergència no podía jugar el partido con unas reglas distintas a las de los demás.

Mas conocía y conoce cómo funciona su partido, cómo se pagan sus campañas y, más en general, los excesos de la familia Pujol, hasta el punto que decidió apartarles de las finanzas del partido y si mantuvo a Oriol en su círculo de confianza fue por respeto a su padre, y no porque confiara en su honradez ni mucho menos en sus entendederas. Así como lo de Oleguer y lo de Jordi Pujol hijo tiene más ambición y empaque, lo de Oriol fue una trágica mezcla de brevedad intelectual y mezquindad. Morir así es más humillante que morir. Y Mas lo sabía y por eso pidió a uno de sus colaboradores más cercanos que tratara de evitar el desastre, aunque fue ya demasiado tarde.

Mas lo sabía y lo sabe todo. Solía decir a sus colaboradores que Pujol acabaría siendo más una carga que un patrimonio. Es cierto que apartó a sus hijos pero también que conocía los delitos y no los denunció; y que a partir de ese momento Convergència se financió de un modo menos escandaloso pero igualmente oscuro. Nadie con dos dedos de frente tendría que poderse imaginar a Mas como al señor conejo de Alicia en el País de las Maravillas.

Pero en el país del eterno simulacro, en que un referendo es una consulta y una consulta una recogida de firmas, y Pilar Rahola nada menos que una intelectual, ya todo es posible, hasta que la propia Alicia sea Artur Mas.

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