La revisión de los datos de Van Eenennaam sobre la alimentación de los animales con piensos modificados genéticamente no logra contrarrestar los resultados de las investigaciones primarias y no demuestran la seguridad de los transgénicos
Críticas a los datos que sobre alimentación animal ha obtenido la exinvestigadora de Monsanto Alison van Eenennaam, que concluyó que los transgénicos son seguros: Prevalencia de los impactos de los piensos modificados genéticamente en las poblaciones de ganado, de Alison Van Eenennaam y AE Young (2014). J Anim Sci, 92: 4255 a 4278
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Van Eenennaam presenta conflictos de interés: trabaja en la Universidad de California, Davis, donde se encuentra el Centro Biotecnológico de Semillas, que ha recibido financiación de empresas de Biotecnología como Monsanto. Esta Universidad permite la financiación de becas a los estudiantes por parte de Monsanto.
La abogado y periodista sobre temas de alimentación Michele Simon dijo que la Universidad de California en Davis es “una incubadora de investigaciones para las empresas de Biotecnología”. En su artículo también señala que la empresas de Biotecnología han ayudado a financiar las investigaciones de laboratorio, becas, salarios de los profesores, los gastos de viaje de estudiantes postdoctorales, e incluso la factura de los servicios públicos del campus.
Van Eenennaam, en una entrevista radiofónica en Radio Nacional de Australia el 23 de octubre de 2014, aclara que su estudio, que no es más que una revisión de los estudios realizados por otros científicos, contrarresta los estudios toxicológicos realizados por la Dra. Judy Carman. Sin embargo, en contraste con los estudios de Carman, en ninguno de los estudios de Van Eenennaam se utilizó una dieta que contuviese tres genes transgénicos a la vez, ni revisó el estómago de los animales, ni pesó el útero. Así que no es comparable con el estudio de Judy Carman.
En los estudios de Van Eenennaam se realizan unas mediciones muy bastas, tales como el peso corporal y la mortalidad, diseñadas para tranquilizar a los agricultores que alimentan a sus animales con transgénicos, es decir, que el animal va a engordar lo suficiente como para venderlo en el mercado. En general, no son estudios toxicológicos. Se hacen estudios muy pobres sobre la salud, sobre todo de las personas que consumen estos productos. No se revisan los órganos ni se analiza la sangre; no se estudian las alergias, las tasas de reproducción, las tasas de cáncer, los efectos de la dieta en el hígados, los riñones, el corazón, o los riesgos de diabetes, así como las tasas de infecciones.
Incluso en la medición del peso corporal hay un problema: a la vista de los datos de estos estudios se dice que si el animal engorda entonces es que es un animal sano. Sin embargo, se observan problemas de obesidad en muchos países y los resultados sobre la salud nos dicen claramente que una persona con más peso no es una persona más sana. Incluso a igualdad de peso, algunos músculos se convierten en grasa, lo que tampoco es saludable. Pero ninguno de estos estudios está interesado en este tipo de sutilezas.
Las mediciones realizadas por Carman incluyen indicaciones sobre el rendimiento, como el consumo de alimento y el peso corporal de los animales alimentados con piensos modificados genéticamente, mostrando que no había diferencia entre los alimentados con transgénicos y los cerdos no alimentados con transgénicos. Es decir, con una observación más profunda fue como el equipo de Carman encontró que aparecían problemas.
El argumento de Van Eenennaam implica que usted puede saber qué animal o persona no presenta diabetes, o enfermedades del corazón, o alergias, o problemas reproductivos, cáncer, etc, simplemente midiendo su peso. Es decir, no sería necesario realizar un examen físico, ni realizar análisis de sangre o ecografías de los órganos interiores, o una resonancia magnética.
Van Eenennaam ofrece una tabla que resume los 10 estudios realizados en cerdos. Se ve claramente en la tabla que varios estudios muestran que sí se produjeron cambios en la bioquímica de la sangre, cambios hematológicos, en la función inmune, en los intestinos, en el peso de los riñones, el peso del hígado, y cambios en las bacterias intestinales en los cerdos alimentados con piensos modificados genéticamente. Sin embargo, llega a la conclusión de que estos estudios muestran que el consumo de piensos transgénicos no produce efectos adversos en los animales.
En la entrevista radiada, Van Eenennaam declaró que todas las proteínas se digieren en el intestino y que no entra material no digerido en los tejidos corporales. Sin embargo, hay estudios que muestran que el ADN de los transgénicos se puede encontrar en el tracto intestinal, a pesar de lo dicho durante años por la Industria y los organismos reguladores de los alimentos transgénicos. No ha tenido en cuenta el estudio de Aris y Leblanc realizado en las mujeres canadienses, que muestra que el ADN de la toxina Bt ( un cultivo modificado genéticamente) se encuentra en la sangre.
En el programa de radio, afirmó que de los estudios realizados por Carman en cerdos no se puede afirmar que se produjera un aumento de la inflamación estomacal de los cercos sin realizar un análisis histológico. O sea, que viene a decir que en estudios en animales no es necesario hacer un análisis histológico para comprobar que están sanos; pero si se encuentra un daño, entonces sí que son necesarios los análisis histológico para probarlo.
Esto se puede calificar de doble moral. Hack Heinemann utilizó este mismo argumento en su blog. Por lo que sabemos, no se ha realizado ningún estudio histológico sólo en ratas alimentadas con productos que contienen tres genes transgénicos.
Van Eenennaam observa los datos de producción del ganado de todo el país, de los pollos y las vacas, pero no dice nada de los cerdos. Teniendo en cuenta que la propagación del PRRS (Síndrome Reproductivo y Respiratorio) en los cerdos de Estados Unidos en los últimos años está afectando a los datos de producción en la cría del cerdo, esto indica un uso selectivo de los datos en su estudio.
Van Eenennaam argumenta que los estudios de alimentación en animales ( ensayo controlado aleatorio: ECA) no deben ser utilizados y que se obtiene una información más fiable al comprobar los datos globales de producción animal en Estados Unidos (a esto lo llama un estudio ecológico). Los epidemiólogos saben que los estudios controlados aleatorios son los que más exigencias requieren, mientras un estudio ecológico es de poca fiabilidad. Así que este argumento tendría que ser ignorado, dejando de lado los estudios controlados aleatorios en favor de otros estudios menos fiables y que añaden mucha más variabilidad ( ruido en los datos).
Por ejemplo, muchas cosas han cambiado desde que se comenzaron a alimentar a los animales de granja con los piensos transgénicos. La genética animal ha mejorado ( por ejemplo, mayor cantidad de inseminaciones artificiales usando esperma de los machos con mejores características) y las prácticas de cría animal también han cambiado. Estos cambios podrían estar enmascarando los efectos adversos de los transgénicos en la salud de los animales. Reconoce que se ha producido una mejora genética, pero no considera la posibilidad de que puedan estar enmascarando los efectos de los piensos modificados genéticamente.
Además, se sacrifica al ganado en un período mucho más corto que su esperanza de vida, por lo que los períodos de exposición a los que están sometidos son comparables a un estudio a corto plazo, o estudio subcrónico en términos de tiempo. Incluso las vacas lecheras están sometidas a un período más corto en términos de productividad ( de 3 a 5 años) en comparación con una esperanza de vida mucho mayor.
En Estados Unidos, el ganado vacuno se sacrifica de 6 a 8 meses después de pasar entre 11 a 15 meses consumiendo pastos ( no transgénicos), forraje y leguminosas, es decir, esencialmente no tienen al principio una alimentación con transgénicos, al menos no hasta que la alfalfa RR (Roundup Ready) entró en escena ( siendo todavía muy pequeña su presencia). Se les cambia a una dieta con transgénicos, en torno al 50%, durante los últimos 3 a 5 meses, un período de tiempo en el que se les somete a muchas intervenciones relacionadas con la salud, medicamentos y hormonas, además de consumir maíz, soja y alfalfa transgénicos.
Esencialmente, no hay ganado en Estados Unidos que tenga una vida normal, quizás sólo algunas cerdas y verracos, y algunos toros.
El mejor modelo para comprobar los efectos adversos de los alimentos modificados genéticamente pueden ser los perros y gatos. Estos animales están mostrando nuevas enfermedades aún no explicadas: obesidad, diabetes y cáncer.
En conclusión, la opinión de Van Eenennaam no contrarresta los estudios toxicológicos de alimentación animal realizados en cerdos por Judy Carman y no prueba la seguridad de los transgénicos.
http://www.gmwatch.eu/index.php/news/archive/2014/15717-junk-science-and-gmo-toxicity