Hace unas pocas semanas Angela Merkel afirmó, según la agencia de noticias Bloomberg, que tanto España como Portugal tienen demasiados licenciados, unas declaraciones que, viniendo de quien vienen, han tenido poco eco en nuestro país -de forma un tanto sorprendente en mi opinión-.
Las afirmaciones de Angela Merkel no son cuantitativamente ciertas. De hecho, España y Portugal tienen una proporción de licenciados algo menor a la de Alemania, más cercana a la media europea. No tengo el gusto de conocer a Merkel, pero quienes sí lo hacen sostienen que no es alguien que haga afirmaciones de este tipo a la ligera. Podemos suponer que Merkel dijo que tenemos demasiados licenciados aún conociendo los datos, por lo que cabe razonablemente afirmar que Merkel reflexionó cualitativamente y que cree que tenemos un número de licenciados por encima de nuestras posibilidades.
Quizás Merkel crea igualmente, como Paul Krugman, que hoy la universidad no sea más que un medio para proporcionar maneras y contactos a las élites, y que para el ciudadano medio resulte una pérdida de tiempo invertir años de su vida en ella, como lo fue la mili para nuestros padres, aunque lo dudo, ya que precisa que hay demasiados licenciados en nuestro país, no en el suyo. Es más probable que la visión de Merkel de la cuestión esté sesgada por la creciente llegada de españoles altamente cualificados a Alemania, mientras que en sentido contrario el flujo es cuasi inexistente, una situación exacerbada por las por las políticas que Merkel preconiza con tanto encono y que esperemos que sea coyuntural.
Las declaraciones de Merkel me han traído a la mente las reflexiones sobre la universidad de un cuasi compatriota suyo, el americano Peter Thiel, fundador de PayPal, nacido en Frankfurt e hijo de alemanes, pero nacionalizado estadounidense. En una reciente entrevista con el periodista Ezra Klein en Vox.com, Thiel afirmaba que la mayor parte de la población entiende que la universidad es una especie de seguro de vida, y que después de pasar por ella uno debería estar protegido de un descenso al lumpenproletariado. Es esta forma de ver las cosas la que explica que la carta del jovenBenjamín Serra en Facebook se hiciera viral al poco tiempo de ser publicada el año pasado.
Si la universidad fuera un seguro de vida, sostiene Thiel, lo ideal sería que todo el mundo tuviera estudios universitarios. Sin embargo, Thiel no cree que la universidad sea un seguro de vida, cree que es una competición de unos estudiantes contra otros o una carrera hacia delante, como el término que usamos en español para los estudios superiores tan bien indica.
En su libro El capital en el siglo XXI Thomas Piketty constata que durante el siglo XX el nivel educativo se ha incrementado considerablemente sin que ello se haya traducido en grandes reducciones en la desigualdad de las rentas del trabajo, ya que según Piketty el graduado escolar se ha convertido en bachillerato, y el bachillerato en licenciatura, por lo que el nivel de estudios se ha incrementado en todos los niveles un escalón. Es decir, un cajero de un banco hace sesenta años tenía el graduado, y su jefe, el bachillerato. Hace treinta años, el cajero tenía el bachillertato, y su jefe, una licenciatura. Y hoy es posible que tenga una licenciatura y su jefe, un MBA, o algo por el estilo.
Piketty es un gran defensor de la universidad, y de alguna forma parece creer que si todos tuvieramos un doctorado, las desigualdades sociales se amortiguarían. O por lo menos, que ciertas justificaciones groseras a la desigualdad desaparecerían. Esta forma de ver las cosas está bastante alejada de la de Peter Thiel, quien cree que esta competición por la excelencia académica es casi una locura y está muy sobrevalorada, y que lo más inteligente que se puede hacer es escapar a la misma.
De hecho, Thiel es multimillonario y financia con becas a estudiantes brillantes para que dejen los estudios y creen empresas. La idea central que Thiel desarrolla en su libro Zero to One es que tanto en la vida como en los negocios hay que evitar a todo precio la competencia, mientras que cierta visión convencional parece indicar hoy a los jóvenes que deben fundirse en la corriente competitiva y triunfar siendo un poco mejores que sus pares.
Thiel se refiere a su propia historia como corolario a su teoría. Como estudiante brillante que era, hizo lo que se suponía que debía hacer y estudió Derecho en la universidad de Stanford. Después de acabar la carrera, Thiel trabajó en la oficina de un fiscal de la Corte federal de Apelaciones de Estados Unidos, el escalón anterior alTribunal Supremo, esperando ganar una plaza, sin lograrlo.
De no haber fracasado en su empeño, Thiel cree que hoy probablemente sería un alto funcionario más y nunca hubiera fundado PayPal, ni Palantir, ni ayudado a financiar Facebook en su primer año de existencia. Thiel cree, por lo tanto, que como sociedad estamos pagando un precio altísimo (en costes de oportunidad) al enviar a nuestros mejores elementos a la universidad, cuando podrían estar siguiendo carreras mucho más provechosas en otros lugares.
Y una vez fuera de la universidad, Thiel cree que debe fomentarse entre los jóvenes una voluntad monopolística. Thiel opina que los monopolios tienen mala fama injustamente, cuando son monopolios como Uber o Facebook los que definen al capitalismo y permiten la creación de valor y capitales a gran escala, y no la competencia, como muchos otros quieren creer.
La opinión de este bloguero es que la universidad (y en ciertos casos la emigración) es una buena opción por defecto para los que carecemos de otras ideas o del talento para los negocios de Thiel. En todo caso, en ciertos casos, seguro que a Peter Thiel no le falta razón, y con sus ideas poco convencionales Thiel se postula como un nuevo gurú delcontrarianismo, un término aún inexistente en español pero que cada vez cuenta con más adeptos en Silicon Valley.
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