Una colaboración de
Flor Macaya
“No llego”, “se me hizo tardísimo”, “no doy más”, “estoy agotado”, “necesito vacaciones”, son ejemplos de algunos de los típicos pensamientos que se nos cruzan en la mente hoy en día. Pero ¿qué es lo que realmente pasa? ¿Los días duran menos? ¿Las horas redujeron su cantidad de minutos? La respuesta es que el tiempo vuela y cada vez sentimos más que no nos alcanza la vida para hacer todo lo que queremos hacer.
Para comenzar debemos primero preguntarnos si en verdad sabemos qué queremos hacer… ¿Sabemos hacia dónde vamos? ¿Quién nos dice qué hay que hacer y que no? Ser lindos, profesionales, trabajadores, solidarios, buenos amigos, buenos padres, buenos hijos, buenos novios… son muchos deberes que parecieran ser esenciales para poder llegar a ser felices y que todos los que nos rodean lo sean.
Indudablemente, estamos atravesando un momento especial… Hay muchas ganas de generar cambios pero… ¿con esto alcanza? Claro que con las ganas y con las intenciones no nos alcanza. Entonces empezamos a llenarnos la vida de actividades y de deberes para que este cambio se produzca, para sentir que estamos haciendo algo por “cambiar el mundo” y aquellos más sensibles al sufrimiento ajeno se ponen verdaderamente en acción. La pobreza, la carencia, la falta de recursos nos desesperan a los que apostamos a alcanzar esa felicidad tan deseada. Jamás podríamos ser completamente felices si los demás no lo son. Y sentir eso es recién el comienzo del gran cambio.
¿Cómo seguir entonces? Debemos cambiar solo una letra en nuestro concepto del hacer. Debemos “haser, si haser con “s”. Este es el nuevo modo de ver y vivir la realidad. Este nuevo hacer es tener como prioridad el ser, el poder generar el cambio desde adentro y que se exprese hacia afuera, día a día, en cada accionar y en cada momento compartido con todos los seres que nos rodean, más allá del rol que ocupan en nuestra vida. “Ser” para luego poder “Hacer” y como consecuencia y último fin vendrá el “Tener”.
Parece fácil pero no lo es. Tenemos una mente muy poderosa que hasta puede hacernos creer que estamos “siendo” al hacer cosas por los demás y ésto no es así. Para “ser” debemos observarnos, conocernos y para ese trabajo diario e intenso, necesitamos tiempo. Tiempo para reflexionar, para analizar detalladamente nuestros pensamientos que luego derivan en acciones concretas. Por lo general, pensamos algo y hacemos y decimos lo contrario, no solemos ser coherentes. Mi pregunta es: ¿Qué estamos ocultando y tapando con tantas actividades, con tanto accionar? Ir de trabajo en trabajo, de actividad en actividad, de casa en casa… ¿Hacia donde nos lleva? ¿Nos detenemos aunque sea 10 minutos por día a reflexionar? ¿A leer un libro? ¿a mirar el cielo? ¿A analizar qué pensamos? ¿En qué nos equivocamos y en qué no? ¿Nos detenemos a agradecer que estamos vivos?
F. M.