¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Qué sueñas? ¿Qué te tiene harto? ¿Qué te hace verdaderamente feliz?
Jugar, reír, bromear, esperar lo grandioso, confiar, aventurarse, conocer lo que no conoces, sentirse querido, escuchado, abrazado, amado con inteligencia…
¿Te faltó algo de esto cuando eras niño? ¿Había indiferencia a tu alrededor? ¿Frialdad? ¿Miedo? ¿Dolor e insatisfacción? ¿Quejas y gritos? ¿Sobreprotección? Bueno. Prácticamente todos los adultos sufrieron o padecieron a mayor o menor medida alguna de estas cosas.
La infancia es un momento en la vida donde se tiene la oportunidad de interactuar con cierto ambiente, y de ganar información que vamos interpretando y acomodando en nuestras mentes de acuerdo a la forma que ya traemos de ver la vida. No nacimos “en blanco”. Hay cierta historia en nuestra alma ya registrada que nos hace seres únicos y con un modo de ver la vida que es muy personal, y la cual nos da nuestro carácter y personalidad desde que somos bebés. Esto explica porque los hermanos con los mismos padres son muy distintos. Cada hermano trae características muy únicas y propias, aunque los padres sean los mismos. Un hijo, por ejemplo, pudo interpretar la experiencia del divorcio como algo “malo” o como una limitación o impedimento para ser feliz, mientras otro quizá no tuvo problemas con esto.
Si bien la forma de ser de los padres o adultos influye mucho en los pequeños, y las formas en como los adultos miran la vida es quizá algo determinante en los hijos, lo que realmente es trascendental en un niño es la forma en cómo el interpreta la vida, y como llega a hacer juicios y a explicarse la realidad mediante la información de su ambiente y la que el ya posee en su personalidad.
Ahora bien. Una forma práctica de ver claramente las carencias o limitaciones que sentimos y percibimos en la infancia, es observar como somos de adultos. Cuando crecemos, empiezan a dar frutos el tipo de mente que sembramos de niños, y la realidad los empieza a reflejar de forma muy evidente.
Escucha que niño interior vive en ti…
NIÑO SOBREPROTEGIDO Y CRITICADO: aquí encontramos un niño que de pequeño fue sobreprotegido por un padre y exigido o criticado por el otro. Puede ser que este niño haya sentido que nada le faltó de pequeño porque tuvo una madre muy al pendiente y amorosa de la cual fue el centro de atención, todo le complacía y le daba, mientras que quizá tuvo un padre exigente que esperaba mucho de él. Cuando crece este niño, es muy probable que tenga conflictos de aceptación e inseguridad cuando sienta que no es el centro de atención, o cuando sienta que a su alrededor se pone en riesgo su imagen o que no es lo que los demás esperan de él, se sentirá muy vulnerable ante el rechazo o la desaprobación. Este adulto intentara, por influencia del padre y la madre, exigirse para no perder ser ese centro de atención y no decepcionar a los de su entorno, querrá generar en su ambiente lo mismo que vivió de niño, rodearse de personas que le atiendan y le aporten la aceptación e incondicionalidad y lo hagan sentir “brillante”. Y todo luce de maravilla hasta que se topa con el riesgo de no ser lo que los demás esperan que sea, y tendrá la inclinación a reprobarse con severidad o culparse cuando sienta que no cumplió con las expectativas de quienes le importa tenerlas.
Aquí podemos encontrar a adultos que quizá tengan mucho carisma entre los amigos o en sus puestos laborales, pueden volverse muy seductores e inteligentes para mantener su imagen impecable, son personas que no les cuesta darse cosas a sí mismos, pero en el fondo suelen ser muy dependiente de los demás, vulnerables ante la aceptación. ¿Cuál fue la carencia de niño de estos adultos? Que no se le enseñó una tolerancia a la frustración, al rechazo, no se les mostró como resolver sus propias inseguridades ni como valorarse por si mismos y no en función de los demás.
NIÑO DESCONECTADO, TIMIDO, INSEGURO o FRIO: Otro caso sería el del niño que padeció frialdad o poca expresividad afectiva en su entorno, madres o padres que trabajan en exceso y que están distantes, adultos desconectados con sus propias emociones que no tienen empatía por los pequeños y no saben cómo acercarse cálidamente y con inteligencia a ellos. Aquí entonces encontramos a niños que crecen sintiéndose muy inseguros, son tímidos, tienen un fuerte conflicto con su imagen porque no saben “por qué no fueron queridos o abrazados”, tienen una pobre imagen de ellos mismos o baja estima, y muy probablemente se sienten indignos de ser queridos, por lo que podrían caer en relaciones futuras donde no se les trate bien o tengan parejas distantes. Algunos de estos niños crecen y se refugian en su intelecto, y muchos de ellos suelen destacar de adultos y se vuelven perfeccionistas. El intelecto es una forma de ganar admiración y respeto o sentirse queridos sin poner en riesgo su miedo al rechazo o a no ser queridos o juzgados.
NIÑO IRRITABLES, INTOLERANTES E INSEGUROS: Por otro lado, tenemos a niños con padres intolerantes, autoritarios, que imponen castigos severamente y hacen juicios repetidos a sus hijos y los condenan con castigos y afirmaciones como “Así no lograrás nada en la vida”, etc. ¿Qué adultos tendremos cuando crezcan estos niños? Adultos que se critican a sí mismos, que son intolerantes con ellos mismos y que suelen culparse a a menudo (la culpa es un auto-castigo), que intentan ser perfeccionistas.
Como empezar a curar al niño en ti
Como dijimos, una forma de conocer al niño que habita en ti, es observando lo que sientes te falta de adulto, o no tienes, o los demás te lo reflejan. Si de adulto te relacionas con personas que te critican, juzgan o son frías, seguramente eso viviste de niño. Si temes lo que los demás digan de ti, o vives para agradar a todos, o te sientes insatisfecho, con sensación de abandono, o vives en relaciones que no te gustan y no sabes cómo dejar, etc. entonces ya tienes una pista de lo que necesitas hacer crecer en ti.
Preguntate: ¿Qué ya no quiero? ¿Por que tengo que vivir con lo que no me gusta? ¿Por que no puedo dejar lo que ya no me hace feliz? ¿Quién me dijo que no podía? ¿Donde esta escrito que tengo que aguantar lo que y ano quiero? ¿Por qué no puedo confiar en mi mismo?
Y si contestas de corazón, estaras dejando hablar al niño que hay en ti.
Cosechando un nuevo jardín
Para detectar como hacer que tu niño interior se sienta feliz, libre y amado, necesitas empezar por darte lo que más sientes te faltó de niño (o te falta ahora). Así que apunta en una libreta todo eso que sientes te falta de los demás, o que les exiges que te den, y empieza a trabajar por dártelo. Sobre todo, empieza a hacer diálogos contigo, habla de lo que quieres, de lo que no quieres, evita juzgarte o culparte, y empieza a darte esa paciencia, compañía o seguridad que necesitas. Veras que si inicias esta conexión día a día, con empeño y paciencia, poco a poco empezaras a ver cómo el niño que hay en ti se siente más satisfecho, confiado y amado.
Si supiésemos vivir como un niño seríamos mucho más felices.