Una colaboración de Francisco de Sales
Esta pregunta no es para ti, aunque puedes aprovecharla si te atrae, y también puedes ponerte a buscarle algunas respuestas.
En realidad es una pregunta que yo mismo me hago, así que cambiaré el enunciado: ¿”Me escucho”?
La respuesta de este momento es: No.
Podría suavizarla, y decir que “a veces”. Pero no sería del todo cierta.
Llevo muchos años conmigo y ya voy conociéndome, y así como algunas cosas las resuelvo de un modo más o menos rápido, y más o menos bien, otras, como esta de escucharme, parece que me cuesta trabajo y no lo hago bien.
El hecho de pararme y prestarme toda la atención, es algo que no siempre consigo.
Y si me escucho es como diciendo: “Venga, no seas muy pesado, que ya te conozco desde hace mucho tiempo y lo sé todo de ti. Cuéntame lo que me quieras contar, pero rápido. Vamos.”
No me escucho.
Me doy buenos consejos -que no sé de dónde saco-, y cuando me los doy soy consciente de que son interesantes –muy bien podrán ser firmes propósitos- pero no duran mucho tiempo en mi memoria –que está saturada de otras cosas y otras inútiles urgencias-.
Así que la relación conmigo adolece de una profundidad y una atención que considero indispensables, pero que, evidentemente, no llevo a la práctica.
Todo lo relacionado conmigo –con mi Ser, que no con la persona- creo que puede esperar, o todo se puede aplazar, según mi infundada y falsa opinión de conveniencia.
A fin de cuentas, son tantos los años que llevo conmigo, encontrándome siempre cada día al despertar, que acabo creyéndome un ser casi inmortal, y en mi orden de prioridades casi nunca aparezco en primera línea.
Esta falta de auto-respeto, y este auto-desprecio tan lamentable, no me avergüenzan lo suficiente o tanto como debieran -por lo visto-, porque soy reiterativo y soy incapaz de ir más allá del propósito. Mis auto-reproches, las auto-reprimendas, son tan leves -por lo visto- que no me conmueven, ni me dan el empuje necesario para instaurar el principio de una etapa de excelente relación conmigo.
No sé por qué acaban teniendo prioridad los otros y lo inútil.
No entiendo por qué me prometo que a partir de mañana será distinto y cuando llega mañana no me trae un cambio que soy yo mismo quien debe impulsar. Soy un iluso que espera que venga del fuera el milagro que yo tengo que realizar.
No me escucho: simplemente me soporto.
Y eso no es suficiente. Ni es lo que quiero. Ni me satisface.
Y este auto-desprecio, esta falta de respeto y de amor, debieran preocuparme lo suficiente como para despertar en mí el instinto de lucha, la responsabilidad que requiere, el cuidado que merezco.
No escucho mis quejas leves que no se atreven a manifestarse en toda su rabia o su rebeldía, ni escucho las peticiones angustiosas, ni siquiera los latidos sensibles, ni los sueños más realizables, ni al sabio que me habita.
Escucho con oídos sordos, con desprecio, desatento, sin llevar a la práctica lo que sé porque otros me han dicho: que Uno Mismo es el principal motivo y el sentido de la vida, que el diálogo entre uno y Uno ha de ser fluido para que sea productivo, que he de estar atento a Mí y a mi vida, que es a “Yo” a quien debo atender y que es “yo” quien me distrae, que no siempre es lo importante aquello a lo que le doy importancia, que a veces lo urgente y lo vacuo me hacen posponer lo trascendental, que la atención hacia Mí y la prioridad sobre otras distracciones es lo que se me requiere, que mi vida depende de Mí y que la calidad de esta vida se mide por la consciencia de ella… en fin, lo mismo que ya sabe quien lee esto ahora, a quien deseo que no repita el error y se escuche.
Sería una buena decisión.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales es el creador de la web www.buscandome.es orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.