También conocido como Hymnus an das Leben (Himno a la Vida). Sobre esta canción escribía Nietzsche el 12 de noviembre de 1887 a su amigo Franz Overbeck: «Este himno debe servir para ser cantado ‘en memoria mía’: digamos de hoy en cien años, cuando se haya comprendido quién he sido yo».
El himno surge a partir de un poema que redactó Lou von Salomé y regaló a Nietzsche en 1882, y éste lo adaptó y le puso música.[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=VzzRZ7lIGoM[/youtube]
Y aquí una traducción realizada por Andrés Sánchez Pascual y publicada en sus comentarios del libro autobiográfico de Nietzsche,Ecce homo (Alianza Editorial):
Oración a la Vida
¡Sin duda un amigo ama a su amigo
como yo te amo a ti, vida llena de enigmas!
Lo mismo si me has hecho gritar de gozo que llorar,
lo mismo si me has dado sufrimiento que placer,
yo te amo con tu felicidad y tu aflicción:
y si es necesario que me aniquiles,
me arrancaré de tus brazos con dolor,
como se arranca el amigo del pecho de su amigo.
Con todas mis fuerzas te abrazo:
¡deja que tu llama encienda mi espíritu
y que, en el ardor de la lucha,
encuentre yo la solución al enigma de tu ser!
¡Pensar y vivir durante milenios,
arroja plenamente tu contenido!
Si ya no te queda ninguna felicidad que darme,
¡bien! ¡Aún tienes — tu sufrimiento!
“Alguna vez en el futuro se cantará ese himno en memoria mía”
Nietzsche sentía un especial afecto por esta canción. En su obra autobiográfica Ecce homo, en el capítulo dedicado a su Así habló Zaratustra (§ 1), escribe sobre el mencionado himno:
…Aquel Himno a la vida (para coro mixto y orquesta) cuya partitura ha aparecido hace dos años en E. W. Fritzsch, de Leipzig: síntoma no insignificante tal vez de la situación de ese año, en el cual el pathos afirmativo par excellence, llamado por mí el pathos trágico, moraba dentro de mí en grado sumo. Alguna vez en el futuro se cantará ese himno en memoria mía. — El texto, lo anoto expresamente, pues circula sobre esto un malentendido, no es mío: es la asombrosa inspiración de una joven rusa con quien entonces mantenía amistad, la señorita Lou von Salomé. Quien sepa extraer un sentido a las últimas palabras del poema adivinará la razón por la que yo lo preferí y admiré: esas palabras poseen grandeza. El dolor no es considerado como una objeción contra la vida: «Si ya no te queda ninguna felicidad que darme, ¡bien! aún tienes tu sufrimiento… » Quizá también mi música posea grandeza en ese pasaje. (1)
La historia del himno
Aquí tenemos dos extractos de dos autores, que pueden darnos una idea de la historia del Himno a la Vida tan querido por Nietzsche.
Nos dice Rüdiger Safranski en su Nietzsche. Biografía de su pensamiento:
La joven [Lou von Salomé], intelectualmente muy dotada, era hija de un general ruso con antecedentes hugonotes. Después de la muerte del padre en 1880, abandonó Rusia, junto con su madre, para estudiar en Zurich. La joven estaba gravemente enferma de los pulmones; los médicos le daban pocos años de vida, motivo por el que se dedicó tanto más intensamente al estudio de la filosofía, la religión y la historia de la cultura. Impresionaba por su pasión intelectual, tempranamente madura, y por su curiosidad y energía vital. En el otoño de 1881 había redactado en Zurich el poema «Oración a la vida», que entusiasmó a Nietzsche y al que puso música bajo el título de «Himno a la vida». Y en 1887, poco después de la ruptura, consiguió que Peter Gast lo adaptara para coro y orquesta; era la única de sus composiciones que quería tener impresa. Le impresionaban especialmente estos versos: «Sin duda, así ama un amigo al amigo, como yo te amo, ¡vida de enigmas! […]. ¡Ser durante milenios! ¡Pensar! ¡Estréchame en tus brazos! No puedes regalarme ninguna dicha más. ¡Pues bien, todavía tienes tu pena!» (Lou Andreas-Salomé, 301). (2)
Y aquí tenemos lo que nos dice Curt Paul Janz, en el tercer volumen de su biografía de Friedrich Nietzsche:
El 26 de agosto finalizó el idilio de Tautenburg con la partida de Lou hacia Stibbe, todavía en calma total y, por parte de Nietzsche, en el culmine de una felicidad melancólica. Lou le había regalado como despedida aquella poesía, la “Oración de la vida”, que ella había compuesto en 1880 cuando era estudiante en Zürich, llena de un espíritu juvenil heroico con el que pretendió deshacer la opresión que le producía la enfermedad que amenazaba a su vida. A Nietzsche le conmovieron profundamente las ideas y el tono de la poesía. Al día siguiente se dio prisa en viajar hasta Naumburg y “componerla” para una voz y acompañamiento de piano. Pero su talento musical estaba agotado, la fuente melódica ya no manaba como en aquella época ideal en la que cantaba “lieder” para Anna Redtel en Pforta y para Maria Deussen, en Bonn. Sin embargo tenía una partitura heroica y festiva, que desde hacía nueve años llevaba consigo y que le parecía acomodarse al texto, su “Himno a la amistad”. Sólo tuvo que cambiarlo un poco para que el número de las sílabas del poema se correspondiera de algún modo con la melodía. Con esta obra Nietzsche vivió y completó su unión con Lou Salomé. Envió inmediatamente la composición a su maestro musical “Peter Gast” con estas palabras: Me gustaría haber compuesto una canción que pudiera ser interpretada también en público—, ‘para seducir a los hombres hacia mi filosofía’. ¡Un gran cantante podría, con ella, arrancarme el alma del cuerpo; aunque quizá, así, otras almas se ocultaría definitivamente en su cuerpo! —¿Le resultaría posible quitar a la composición como tal ese cierto aire de aficionado que posee? Quizá me crea que, en la medida de mis posibilidades he hecho un auténtico esfuerzo.” Y el 1 de septiembre escribe a Lou. “En Naumburg volvió a asaltarme el demonio de la música —he puesto música a su Canción a la vida; mi amiga parisina Ott, que posee una voz maravillosamente fuerte y expresiva, ha de cantárnosla alguna vez a Usted y a mí”.
http://blogdenotasnietzsche.wordpress.com/2010/02/20/gebet-an-das-leben-oracion-a-la-vida/
Himno a la vida, con música de Netzsche o Himno a la alegría, con música de Beethoven, grandioso los dos, y nacidos de la misma chispa creativa.
Gracias Domi, buen artículo.