Me parece que los tiempos en que se pensaba que las mujeres eran el «sexo débil» ya pasaron… Nadie pensaba hace cien años atrás ver un presidente de los Estados Unidos afro-americano; mucho menos tener presidentas de naciones como en Argentina, por ejemplo. Hace cien años atrás, ¿quién en P.R. pensaba que tendríamos una mujer gobernadora? Pues sucedió en este siglo. Hablemos de juezas del Tribunal Supremo de EU, como nuestra Sonia Sotomayor. Hablemos de presidentas de grandes corporaciones, empresarias, líderes en todas las ramas a nivel global; y hablemos del futuro, son las mujeres quienes más se están educando. Aquí en PR, desde hace varios años, en la UPR, habían 7 mujeres estudiando por cada hombre. En fin, el mito del sexo débil se cayó. Sin embargo, no se ha caído del todo el prejuicio, el menosprecio, el atropello, la marginación, y la sub-valoración. Estudios realizados en la nación norteamericana demuestran que mujeres que ostentan iguales posiciones laborales que hombres no son remuneradas igualmente, pero por márgenes absurdos. Y, ¿qué de la cultura latinoamericana y su distintivo machista? Creo que el último ejemplo que vi en mi familia de una mujer completamente sometida al régimen machista y patriarcal fue mi abuelita. Era un ejemplo de una mujer bajo el servilismo, de esas que no se sentaban a comer hasta que su marido terminara. Era su contexto y su tiempo. ¿Y en la Iglesia Cristiana? Por siglos la mujer fue en la Iglesia una feligrés de tercera categoría que a lo más que podía aspirar era a vivir el resto de su vida encerrada, enajenada, «casada con Dios», en un monasterio, ser una monja. Entonces vino el protestantismo y la Iglesia Evangélica a eliminar los monasterios, pero manteniendo a la mujer sometida a un contexto patriarcal donde solo los hombres eran los grandes siervos de Dios, claro, que «detrás de cada gran hombre hay una gran mujer»… uff… que comentario tan machista y degradante. Hoy, en pleno siglo 21, hay concilios que no ordenan mujeres; otros en los cuales las mujeres no pueden aspirar a la misma posición que los hombres; otros que sus codigos de santidad se reducen a mantener a sus mujeres sin poder «arreglarse»; y otros que simplemente mantienen a las féminas contentas otorgándoles derechos y privilegios a cuentagota… La pregunta es: ¿alguien podría llamarse cristian@, o sea, seguidor o seguidora de Cristo, y mantener junto a una cultura machista, subordinadas a las mujeres? La respuesta para cualquiera que comprenda un poco el mensaje de Jesús es ¡NO!!
Para demostrar esto, echemos un vistazo al mundo en que Jesús vivió. La situación social de la mujer era tétrica. Un rabino judío en el 150 a.C. dijo algo que resume esto: “No hables mucho con una mujer… esto vale de tu propia mujer, pero más de la mujer de tu prójimo”.Las reglas de la buena educación prohibían encontrarse a solas con una mujer. Hasta la edad de doce años y medio el padre tenía toda la potestad de su hija. Esta no tenía derecho a poseer el fruto de su trabajo, y si encontraba algo, le pertenecía a su padre. El padre incluso podía vender a su hija como esclava hasta los doce años. La joven pasaba del poder de su padre al de su marido tras ser dada en casamiento. La situación en que se encontraba la mujer frente a su marido era de sirvienta. Estaba obligada a obedecer a su marido como a su dueño. El marido era llamado «rab» y esta obediencia era un deber religioso.Los hijos estaban obligados a colocar el respeto debido al padre por encima del debido a la madre. Esta estaba obligada a un respeto semejante al padre de sus hijos. En caso de peligro de muerte había que salvar primero al marido. La poligamia estaba permitida solamente al hombre; y el derecho al divorcio era exclusivamente de parte de este. Los hijos quedaban con el padre en caso de divorcio, eso constituía la más dura prueba a la mujer que se divorciaba. La viuda sin hijos debía esperar según la ley del levirato, a que uno de los hermanos del difunto contrajesen matrimonio con ella o manifestasen su negativa, sin la cual no podía volver a casarse. En el caso de las estériles, después de diez años de vida conyugal sin hijos, el marido estaba obligado a tomar una segunda esposa, claro que nunca se consideraba que pudiera ser estéril o impotente el hombre. En cuanto al Templo, las mujeres solo podían entrar al atrio de los gentiles y al de las mujeres que se encontraba a una considerable distancia de donde se podían congregar los hombres. En cuanto a lo jurídico, la mujer no tenía derecho a prestar testimonio, puesto que, como se desprendía de Génesis 18:15, era mentirosa. El nacimiento de un varón era motivo de alegría, pero el nacimiento de una hija se veía frecuentemente acompañado de indiferencia, incluso tristeza. El libro del canon griego Eclesiástico dice: “La maldad de la mujer desfigura su semblante” (25:16); “Por la mujer empezó el pecado y por su culpa todos morimos” (25:24); “Vale más la maldad del hombre que la bondad de la mujer, la mujer acarrea vergüenza y deshonra” (42:12).
¿Y Jesús qué? Propone una protesta radical, una revolución contra todo esto. Un día un hombre importante, líder del centro religioso de la ciudad le solicitó un milagro a Jesús. Mientras iba de camino, una mujer, si, una de esas marginadas que hablamos, pero peor aún, con un problema de menstruación continua lo cual la hacía impura ante las leyes del Templo; toca al Maestro, haciéndolo impuro por esas mismas leyes. Jesús se detiene y llama a la mujer ante la multitud de gente. Allí exalta su fe y su valentía. En aquel momento, una mujer marginada fue una prioridad para Jesús por encima de un hombre importante de la sociedad. Una mujer samaritana, de reputación cuestionable fue enviada por Jesús a ser su evangelista para Samaria. Ante una mujer sorprendida en adulterio, se convierte en su defensor exponiéndose a ser apedreado también; y allí lanza la pregunta: «¿Dónde están los que te condenan?» Solo las mujeres estuvieron hasta el final en su cruz, mientras todos los «macharranes» habían huído. Tras su resurreción, ¿a quién le fue concedido el honor de ser la primera evangelista, testigo de su resurrección? A una mujer, María Magdalena… Todo esto por solo mencionar algunos ejemplos. Interesantemente, en sus inicios, muchas comunidades de fe otorgaban a la mujer igualdad ante el varón, independientemente de que pertenecían a una sociedad que era, como hemos visto, altamente patriarcal y machista. Es por eso que cuando Pablo envía saludos a la iglesia en Roma (Romanos 16) se incluyen 6 hombres y 7 mujeres con responsabilidad ministerial, una de ellas Febe, reconocida como apóstol. Es tiempo de ser como Jesús, sacar la cara por las mujeres. Devolverles la dignidad que reciben en Génesis 1, cuando son creadas en igualdad de condiciones que el hombre, varón y hembra los creó Dios. Es tiempo de comprender lo que dijo el mismo Pablo en Gálatas 3:28: En Cristo no hay hombre ni mujer… somos IGUALES. Dejemos de estar escogiendo textos aquí y allá para justificar algo tan degradante como es la desigualdad hacia las mujeres. Seamos verdaderamente cristian@s, y continuemos su revolución de libertad y su agenda de igualdad. Jesús vino a liberar a las mujeres de la pesada carga que la sociedad le había impuesto, ¡hagamos lo mismo! Mujer: «¿Dónde están los que te condenan?» ¿Los que te menosprecian, los que te subestiman, los que te limitan, los que pretenden degradarte, los que quieren que te conformes con migajas? Jesús ha sacado la cara por tí…
Para demostrar esto, echemos un vistazo al mundo en que Jesús vivió. La situación social de la mujer era tétrica. Un rabino judío en el 150 a.C. dijo algo que resume esto: “No hables mucho con una mujer… esto vale de tu propia mujer, pero más de la mujer de tu prójimo”.Las reglas de la buena educación prohibían encontrarse a solas con una mujer. Hasta la edad de doce años y medio el padre tenía toda la potestad de su hija. Esta no tenía derecho a poseer el fruto de su trabajo, y si encontraba algo, le pertenecía a su padre. El padre incluso podía vender a su hija como esclava hasta los doce años. La joven pasaba del poder de su padre al de su marido tras ser dada en casamiento. La situación en que se encontraba la mujer frente a su marido era de sirvienta. Estaba obligada a obedecer a su marido como a su dueño. El marido era llamado «rab» y esta obediencia era un deber religioso.Los hijos estaban obligados a colocar el respeto debido al padre por encima del debido a la madre. Esta estaba obligada a un respeto semejante al padre de sus hijos. En caso de peligro de muerte había que salvar primero al marido. La poligamia estaba permitida solamente al hombre; y el derecho al divorcio era exclusivamente de parte de este. Los hijos quedaban con el padre en caso de divorcio, eso constituía la más dura prueba a la mujer que se divorciaba. La viuda sin hijos debía esperar según la ley del levirato, a que uno de los hermanos del difunto contrajesen matrimonio con ella o manifestasen su negativa, sin la cual no podía volver a casarse. En el caso de las estériles, después de diez años de vida conyugal sin hijos, el marido estaba obligado a tomar una segunda esposa, claro que nunca se consideraba que pudiera ser estéril o impotente el hombre. En cuanto al Templo, las mujeres solo podían entrar al atrio de los gentiles y al de las mujeres que se encontraba a una considerable distancia de donde se podían congregar los hombres. En cuanto a lo jurídico, la mujer no tenía derecho a prestar testimonio, puesto que, como se desprendía de Génesis 18:15, era mentirosa. El nacimiento de un varón era motivo de alegría, pero el nacimiento de una hija se veía frecuentemente acompañado de indiferencia, incluso tristeza. El libro del canon griego Eclesiástico dice: “La maldad de la mujer desfigura su semblante” (25:16); “Por la mujer empezó el pecado y por su culpa todos morimos” (25:24); “Vale más la maldad del hombre que la bondad de la mujer, la mujer acarrea vergüenza y deshonra” (42:12).
¿Y Jesús qué? Propone una protesta radical, una revolución contra todo esto. Un día un hombre importante, líder del centro religioso de la ciudad le solicitó un milagro a Jesús. Mientras iba de camino, una mujer, si, una de esas marginadas que hablamos, pero peor aún, con un problema de menstruación continua lo cual la hacía impura ante las leyes del Templo; toca al Maestro, haciéndolo impuro por esas mismas leyes. Jesús se detiene y llama a la mujer ante la multitud de gente. Allí exalta su fe y su valentía. En aquel momento, una mujer marginada fue una prioridad para Jesús por encima de un hombre importante de la sociedad. Una mujer samaritana, de reputación cuestionable fue enviada por Jesús a ser su evangelista para Samaria. Ante una mujer sorprendida en adulterio, se convierte en su defensor exponiéndose a ser apedreado también; y allí lanza la pregunta: «¿Dónde están los que te condenan?» Solo las mujeres estuvieron hasta el final en su cruz, mientras todos los «macharranes» habían huído. Tras su resurreción, ¿a quién le fue concedido el honor de ser la primera evangelista, testigo de su resurrección? A una mujer, María Magdalena… Todo esto por solo mencionar algunos ejemplos. Interesantemente, en sus inicios, muchas comunidades de fe otorgaban a la mujer igualdad ante el varón, independientemente de que pertenecían a una sociedad que era, como hemos visto, altamente patriarcal y machista. Es por eso que cuando Pablo envía saludos a la iglesia en Roma (Romanos 16) se incluyen 6 hombres y 7 mujeres con responsabilidad ministerial, una de ellas Febe, reconocida como apóstol. Es tiempo de ser como Jesús, sacar la cara por las mujeres. Devolverles la dignidad que reciben en Génesis 1, cuando son creadas en igualdad de condiciones que el hombre, varón y hembra los creó Dios. Es tiempo de comprender lo que dijo el mismo Pablo en Gálatas 3:28: En Cristo no hay hombre ni mujer… somos IGUALES. Dejemos de estar escogiendo textos aquí y allá para justificar algo tan degradante como es la desigualdad hacia las mujeres. Seamos verdaderamente cristian@s, y continuemos su revolución de libertad y su agenda de igualdad. Jesús vino a liberar a las mujeres de la pesada carga que la sociedad le había impuesto, ¡hagamos lo mismo! Mujer: «¿Dónde están los que te condenan?» ¿Los que te menosprecian, los que te subestiman, los que te limitan, los que pretenden degradarte, los que quieren que te conformes con migajas? Jesús ha sacado la cara por tí…
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Maravilloso Domi, gracias, que Dios te bendiga.