Cuesta a veces mucho, ajustarse al contrato, a la aceptación de lo que vive cada quien en la vida, en veces parece que es demasiado injusto, que no merecemos lo que se nos presenta en la realidad, que debió de haberse equivocado Dios; y vamos por la vida deseando la vida de los demás. o culpando a los demás por la vida que llevamos.
Ese es el juego de ego, es el drama que presenta la personalidad para desenvolverse de manera poco consciente, el ego juega a los contrarios extremosos, nos puede hacer ensalzar por encima de los demás y del mundo entero o bien, juega el juego de la victima, haciéndonos sentir como seres que no valemos un cacahuate, en cualquiera de las dos versiones es el ego quien manipula y subyuga, es quien tiraniza y se establece encima del estrado. Es el alma en su madurez interna quien comienza su trascendencia hacia una dominación de las riendas del ego. El ego es un aspecto de nosotros mismos, somos nosotros mismos en una personalidad, en un juego dentro del ser pero encuadrado en sus límites, para que el ego se desenvuelva tiranicamente necesita de sus límites, de su estructura. cuando el ser da cuenta de si mismo sin límites inicia un despertar, es el momento en que el ego pierde nuestra atención y sus juegos comienzan a no tener sentido, es por eso que los dramas del mundo ya no son tan atrayentes, he aquí la manera de como algunos no se desgarran las vestiduras por una postura o una razón, simplemente dejarse fluir.
La fluidez es el elemento base donde se desenvuelve la creación, es la creación, toda ella tiene esa consistencia, es el éter, es el quinto elemento, la voluntad autogobernada, es el agua de vida que fluye eternamente.
Es importante reflexionar sobre el fluir, sobre el dejar ir las cosas, soltarlas, pero también, el aceptarlas, el hecho de hacer que el arte de permitir sea, tanto para mi como para los demás.
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