Aida. Inteligencia emocional

Cada persona tiene su propio modo de pensar para interpretar el mundo que le rodea y tratar de manejarse en él, del mejor modo posible. Generalmente, todos buscamos sentirnos bien con nosotros mismos y los demás y lograr las metas y objetivos que nos proponemos en nuestras vidas. Para ello utilizamos dos sistemas de pensamiento: el racional y el experiencial.

El sistema racional funciona, siguiendo reglas esteablecidas, es lento, consciente, analítico, lógico. Es el que utilizamos, por ejemplo, para hacer un cálculo matemático

El sistema experiencial se basa en la experiencia vivida, es automático, preconsciente, rápido, fácil y está relacionado con las emociones y la personalidad. La inteligencia experiencial se basa en aquellos pensamientos que aparecen en nuestra mente de manera automática ante cualquier acontecimiento de nuestra vida, y en modos más generales de ver el mundo, a nosotros mismos y a los demás, aprendidos desde la infancia y a lo largo de nuestras vidas y experiencias y que forman parte de nuestra forma de ser.

Por ejemplo: «Pienso que no se puede confiar en nadie» o «Pienso que en el fondo todo el mundo es bueno».

Estos pensamientos pueden ser constructivos o destructivos.

Son constructivos, cuando nos ayudan a lograr nuestras metas y evitar la perturbación emocional, y son destructivos en el caso contrario. Por ejemplo, si alguien piensa que no controla su vida, que es una marioneta del destino y que éste no le depara nada bueno, hay muchas probabilidades de que frustre sus propias metas y su felicidad y que acabe teniendo algún tipo de perturbación emocional, como depresión. Quien piensa que nada malo puede pasarle y que los problemas al final se arreglan solos sin hacer nada, es muy probable que acabe teniendo dificultades al ver las cosas de un modo tan poco realista.

Pensamiento constructivo e inteligencia emocional

El pensamiento constructivo está relacionado con la inteligencia

Las características de la inteligencia emocional son las siguientes:

1. Capacidad para identificar emociones (saber qué estamos sintiendo y qué sienten los demás) y expresarlas.

2. Utilizar las emociones para razonar y tomar decisiones morales, (por ejemplo, tener en cuenta los sentimientos de los demás antes de hacer algo; ser capaces de renunciar a algo que deseamos por el bien de nuestra familia

3. Capacidad para comprender las emociones: ¿Por qué me siento así? ¿Por qué esa persona se siente así? ¿Qué sentiría yo o los demás en tal situación?

4. Manejar las emociones: estar abiertos a las emociones tanto positivas como negativas, aprender de ellas, moderar las emociones negativas e incrementar las positivas sin reprimirlas ni exagerarlas. Cambiarlas, no intentando cambiar a otros, sino a nosotros mismos.

Inteligencia social e inteligencia práctica

La inteligencia social, (aquella que nos permite relacionarnos con los demás de un modo efectivo, solucionar problemas interpersonales de manera adecuada y tener relaciones satisfactorias) y con la inteligencia práctica, nos permite solucionar con eficacia los distintos problemas que surgen en la vida diaria.

Por lo contrario, cuando se encuentran dificultades, para llegar a un estado que nos permite integrarnos en el medio,tendremos que mirar de frente y ponerlas remedio

cuando en nuestro interior, hay más vida que en el exterior, podemos decir que nuestra inteligencia Emocional está en equilibrio

Biomanantial.com.

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