Muy lejos del concepto e imagen que el fenómeno cáncer ha sembrado en el seno de la masa social en todo el planeta, profunda e íntimamente ligado con la falta de esperanza de vida y etiquetado como una de las enfermedades más devastadoras que jamás se haya conocido, esta sintomatología del cuerpo físico obedece principalmente a un proceso natural de preservación del propio organismo humano ante una serie de comportamientos y efectos adversos, desajustados y poco saludables, realizados y producidos por el mismo individuo, como poco a poco se va a ir explicando y desgranando en este apartado.
En la condición esencial del cuerpo físico de tender siempre al mayor estado de equilibrio y compensación de todos sus procesos que le facilite la mayor estabilidad en cada instante, como así mismo ocurre en toda la Creación, en el Universo, y, como si de un microcosmos se tratase, también en el cuerpo humano, el fenómeno que es conocido como cáncer viene a desempeñar una función de absorción y amortiguamiento en las partes del propio cuerpo que, por unas causas o por otras, están o han sido sometidas a cierta decadencia, degradación u hostilidad por determinadas actitudes o acciones del ser humano.
Podría afirmarse, así, que el cáncer puede ser producto o secuela de diversos condicionantes:
– Emociones de bloqueo, desequilibras o desajustadas.
– Actitudes y conductas con cierta alteración o distorsión.
– Adicciones y hábitos perjudiciales, y, en particular, por ejemplo, la ingesta de sustancias que representen un daño para el cuerpo físico.
– Incluso de la propia acción de energías o entidades espirituales distorsionantes que hayan tenido acceso a la persona por distintos medios o motivos y que pueden generar, solo por sí mismas, una dolencia. Sobre esta causa y su naturaleza se profundizará, pero no ha de soslayarse que estos entes, a su vez, han podido ser atraídos por actitudes, acciones y aspectos no armonizados del mismo ser humano.
Estos supuestos, estados y hábitos, se caracterizan por su correspondiente frecuencia vibratoria específica que, por otra parte, es asimilada e integrada por los cuerpos, tanto el físico como los energéticos, como realidades que son experimentadas y asumidas por el propio individuo.
Resulta más que evidente indicar que, si se ingieren alimentos, productos y sustancias de los que es conocida su condición tóxica o nociva, o que, simplemente, basta con que sea reconocido que no tienen una repercusión favorable, bien por su composición, bien por las propias particularidades o debilidades del sujeto, estos van a crear un perjuicio y una involución en la persona no solo a nivel físico, sino también en ciertos planos y grados de su ser energético y multidimensional.
Sobra también explicar que una persona que daña o castiga su cuerpo difícilmente puede activar sus chakras, aumentar su flujo de energía y abrir el canal que lo conecte con la Fuente de Vida, Dios, ya que estos logros y ascensiones parciales pertenecen, sencillamente, a una plano vibratorio de mayor frecuencia que los actos y realizaciones que ahora se están mencionando, que, por otro lado, contienen una frecuencia vibratoria baja, densa y espesa, tal y como sucede con el caso del aporte físico y energético de sustancias conocidamente perjudiciales, aparte de que si el organismos recibe algún trato dañino de este tipo, con consentimiento o por la acción directa del propio sujeto, éste tiende, por lo general, a experimentar una reacción de contracción, reclusión o encogimiento y no de expansión, desarrollo o activación.
Es condición indispensable la erradicación y supresión, terminantemente, de este tipo de prácticas, sucesos o hábitos para alcanzar la ascensión y la elevación personal que cualquier ser humano en la actualidad decida conscientemente conseguir y que precisa, asimismo, de un incremento de la vibración energética en los cuerpos, como suma de todas las realizaciones e iniciativas.
También se viene a exponer en ciertos mensajes canalizados cómo la enfermedad física, siempre y sin excepción, tiene su origen de desequilibrio, previamente, en el cuerpo o campo emocional o astral, es decir, que, antes de que se manifieste la dolencia en el plano físico, la distorsión ya venía residiendo con anterioridad en el campo de las emociones o astral, y que por su persistencia o acrecentamiento acabó reflejándose en la realidad física, pasando finalmente a ésta.
Este no es más que otro ejemplo de manifestación por atracción de potenciales, se produzca de forma consciente, en estado de alerta, o inconscientemente. Se recuerda que todo potencial antes de fraguar su aparición en la fisicalidad ya habitaba como posibilidad viva y latente en el plano astral, preámbulo seguro e ineludible antes de cualquier materialización, según indican las canalizaciones.
De hecho, y por citar algún caso, el bloqueo de emociones desalineadas a la altura del plexo solar o tercer chakra, relativas a actitudes de control, resistencia, no aceptación o abuso de poder, que no terminan de ser liberadas y trascendidas, pueden provocar dolencias en esta zona del estómago y esófago, o la atracción de desajustes en estos órganos, tal vez, en forma de virus o bacterias que resuenen justamente con esta baja vibración emocional.
Lo mismo se podría referir con respecto a actitudes, conductas y comportamientos que generen alteración y distorsión, energías que son recibidas y absorbidas al momento por las células del organismo, exponiéndolas a toda realidad o escenario afín con estas vibraciones de baja frecuencia.
Será, entonces, cuando estas rutinas y patrones se prolonguen lo suficiente en el tiempo, que estos síntomas lleguen a alcanzar cierta magnitud o tamaño y la persona los empiece, de esta manera, a notar en forma de molestias o dolor físico.
Por ello, este proceso orgánico puede venir afectando a zonas del organismo desde hace, incluso, bastantes años, permitiéndose, dentro de este modo de vida, la realización, simultáneamente, de las funciones del cuerpo con la mayor normalidad posible y sin que la persona llegue a percibirlo en absoluto o en poca medida, quizás durante largo período de tiempo, ejerciendo estos procesos internos, a la misma vez, de focos físicos de absorción de energías desajustadas en las que el ser humano incurre, puede que con asiduidad, y que le permiten seguir con sus experiencias en encarnación en este mundo.
Sin embargo, cuando la acumulación del daño alcanza ciertas cotas de consideración, el cuerpo físico comienza como a protestar presentando algún tipo de trastorno o padecimiento, que, urgentemente, suele ser tratado, en gran cantidad de casos de diagnósticos de cáncer, despertando las alarmas en el propio individuo, en su entorno y también en los médicos que lo atienden, y en cuyas manos suele acabar depositando su dolencia y también, en este tipo de tesituras, su propio destino.
Pasados los primeros compases de dicho diagnóstico, con la mayor rapidez se comienzan a desplegar una serie de medios de los que la medicina actual dispone, que comprenden desde cirugías y trasplantes de órganos hasta tratamientos de cierta duración, todos y cualquiera de ellos caracterizados por condiciones de una tremenda agresividad hacia lo que supone la integridad del organismo, tal y como los mismos médicos y doctores reconocen y afirman.
Estas reacciones suscitadas, tan conocidas por otra parte, se deben, como una muestra más, a la impronta humana de la 3D de procurar, sea como sea, eliminar y liquidar todo aspecto y realidad incómoda, molesta, desagradable o no deseada, que represente expectativas de futuro incierto, y mucho más aún cuando existe la consideración o pronóstico de alto riesgo o peligro hacia lo que concierne a la actividad más básica de vida.
El miedo emocional se erige, simplemente, como el impulsor que desencadena estos mecanismos de decisión y actuación llevados a cabo con mucha premura y dureza. El miedo, como ya se sabe, se asienta en estas situaciones amparado por el enfoque de no tener, de no llegar a tener, de perder o de estar perdiendo, en este caso, la vida, o sea, surge de una contemplación de limitación o apreciación limitante, por lo que, si el enfoque, como ya se ha citado en muchas ocasiones, da forma a la realidad física, éste puede acabar atrayendo más de lo mismo, es decir, más limitación y carencia, en sentido opuesto de lo que realmente se pretende por encima de cualquier otra preferencia, que no es otra cosa que la curación.
Por tanto, el miedo se convierte en el factor principal y determinante que desde su inicio o aparición activa cierta predisposición, y, con ella, los respectivos procedimientos e intervenciones que desde su base y enfoque están incitando y atrayendo potenciales y manifestaciones de bloqueo y limitación.
A esto se le une la naturaleza de los recursos científicos y técnicos empleados en estos casos, que vienen a tener como objeto, en su modo de acción, la supresión, extirpación y erradicación de las zonas que se consideren afectadas en el cuerpo, procediendo para ello con los medios que fueran precisos para conseguirlo.
Si se hace hincapié en que el verdadero poder del ser humano, con respecto a la capacidad de atraer de manera consciente los potenciales que él mismo decida crear, se fundamenta, en un principio, en la percepción de los aspectos internos, emociones y pensamientos, que aporta el estado de quietud, y, asimismo, de las realidades que estos mismos atraen, prestándoles la permisividad incondicional que todos ellos necesitan para manifestarse y expresarse libremente, de modo que consigan ser trasmutados, equilibrados y sanados, y así liberados, bien espontáneamente y por sí solos, bien por las vías por las que accedan las soluciones válidas para una sanación verdadera y certera, y en el plazo de tiempo que éstas precisen para su manifestación, a través de estos aportes de energías de amor y aceptación com), no debería parecer extraña la indicación de que toda acción de represión, rechazo, censura o eliminación de estos aspectos con sus correspondientes escenarios y circunstancias físicas puede provocar una respuesta magnificada de mayores dimensiones de los mismos, debido a que se actuaría partiendo de una emoción desbordante del ego para paliar los efectos que, en cierta medida, el mismo ego ha contribuido para su generación, avivando aún más las repercusiones y desequilibrios, consecuencias seguir nutriendo y sustentando su dinámica y su visión de limitación.
Todavía se agrava más si los medios utilizados se encuentran representados y delimitados por intervenciones dotadas de una dosis considerable de agresividad y hostilidad en su concepción y ejercicio en el campo del cuerpo humano. Entonces, las energías que estas acciones conllevan y aportan, con su distorsionada y quebrantadora frecuencia de vibración, que son aplicadas al cuerpo, quedando integradas en los cuerpos energéticos, tendrán, en su momento, que ser, de nuevo, recuperadas para, así, ser abordadas y encaradas debido al desequilibrio que representan, con objeto de que puedan alcanzar la transmutación y la compensación que van a requerir para su sanación y la de la propia persona, tal y como suele suceder en cualquier proceso de transmutación, saliendo de nuevo a la superficie consciente del individuo para ser percibidas, sentidas y, así, liberadas, apareciendo, por otro lado, realidades físicas en las que éstas se pueden ver reflejadas o a través de la cuales las respectivas emociones lleguen a ser apreciadas para la liberación de ese dolor o daño interior, físico o emocional.
Téngase en cuenta que, si una persona permite y acepta la realización de ciertas actuaciones, aunque sean aportadas por terceros, hacia ella misma, es responsable conscientemente de todo lo que le sea aplicado, reciba o integre, porque todo se realizó con su consentimiento, por lo que, por tanto, si incorpora un daño o un desequilibrio, las formas energéticas implícitas en estas actuaciones tendrán que ser, en su momento, refinadas y liberadas como mejor se disponga para ello, probablemente, con la atracción de posibles escenarios en los que este proceso se pueda llevar a buen fin, pudiéndose dar, incluso, la repetición de situaciones similares en las que la persona contará de nuevo con la oportunidad de poder acceder a la comprensión, que con anterioridad no obtuvo, de la naturaleza de estos procesos y del trato que estos, en verdad, puedan necesitar para alcanzar sanación.
En base a lo expuesto, podrían explicarse estados y reacciones del cuerpo físico con posterioridad a estas prácticas a las que se viene sometiendo tras diagnósticos de distintos tipos de cáncer. En definitiva, magnificación de las situaciones iniciales.
Insistiendo en el mismo asunto y para la compresión de lo que se está argumentando, se establece la relación que existe entre lo que recibe el cuerpo, como causa, y los repercusiones que inevitablemente muchas veces sobrevienen, como efecto asociado. Si se aplica energía distorsionante y hostil, esa misma energía, que ha sido absorbida por el cuerpo, permanece viva en los campos de energía del ser humano y, antes o después, reclamará ser equilibrada y purificada, saliendo, para ello, de nuevo, hacia el estado consciente en el que pueda ser percibida, sentida, comprendida y liberada.
Este proceso transmutador es posible que no esté exento de estar aquejado de efectos físicos producidos por la propia energía que está demandando ser alineada. Será, en cierto modo, como si el organismo devolviera, como reacción, una agresión parecida a la que le fue practicada, siendo padecida, tal vez, por el propio individuo que fue quien la admitió y la consintió. El cuerpo, a su vez, mediante este proceso de desconstrucción o reforma, se puede también liberar de acciones recibidas para proceder con nuevos procesos de activación, regeneración y desarrollo, que sin ese paso previo puede que no fueran asumibles o abordables.
Lo que parece distinguirse con claridad es que, ante un conjunto de factores, enfoques, hábitos, elecciones y medidas encaminadas en una determinada dirección, los potenciales comenzarán a decantar por sus respectivas probabilidades de manifestación, en un sentido o en otro, según se opte. La premisa de que el ser humano manifiesta en cada instante lo que ha atraído momentos antes es estrictamente cierta y, por este principio, situaciones que se antojen irrevocables o irreversibles pueden quedar desbloqueadas y abiertas a otras alternativas, lo cual no quita que, si se saturan o colapsan ciertas realidades con las decisiones y determinaciones que se lleguen a adoptar, éstas acaben propiciando y fijando cierto tipo de desenlaces y situaciones con poco margen de cambio o mejora.
En todo este ciclón de realidades que pueden llegar a constituir y envolver la experiencia de vida en este planeta y, en concreto, las relacionadas en lo que respecta a la salud del cuerpo físico, la nueva energía plantea un nuevo modo de actuar, de concebir y de abordar los escenarios que puedan ser atraídos y que, a su vez, sean susceptibles de modificación o variación por parte del interesado. El estado de salud física no va a suponer en este sentido ninguna salvedad con respecto a las nuevas pautas de vida que se están estableciendo para todo clase de realidades en una nueva dimensión que se está instaurando y emergiendo en este mundo.
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Extracto de 21 PREGUNTAS
LIBRO DE LA AUTOMAESTRIA
AUTOR: RAFAEL MONTAÑO CARMONA
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http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/
Lo que se ha expuesto en este artículo, se podría hacer extensible a cualquier otra enfermedad, no debemos olvidar que nuestro comportamiento hacia nosotr@s mism@s y hacia los demás, la forma en que nos enfrentamos o no , a los problemas que la vida nos proporciona para evolucionar como seres espirituales, tienen una respuesta en nuestro cuerpo.
Si en un momento dado llama a nuestra puerta alguna enfermedad, deberíamos hacer balance de nuestra forma de ser, analizarse y rectificar, nuestra forma de pensar, sentir y actuar en consecuencia y si además cambiáramos nuestra alimentación, el cuerpo logra sanarse , tenemos al alcance de nuestra manos la mejor medicina y siempre la olvidamos, ser mejores en todos los aspectos y tener en nuestra dieta como base las verduras y las frutas seria de gran ayuda a nuestra salud.