Nos sentimos vivos y a la vez sabemos muy poco de la vida. Nos preguntamos a veces de dónde viene y adónde va. A veces decimos que nos viene dada por los padres. Pero ellos, ¿de dónde la tienen? ¿Acaso la reciben para transmitirla más lejos?
Ellos la recibieron de sus padres, y ellos a su vez de sus padres. Aparentemente, la vida en su plenitud atraviesa los seres vivos individuales. Llega desde muchas vidas atrás, nos penetra, así como a otros seres vivos, y se adentra en el futuro. ¿Poseemos nosotros la vida? ¿Acaso nos pertenece? ¿Quién vive nuestra vida entonces?
Detrás de cada vida, percibimos una fuerza conductora y conocedora. Sólo nos queda estar presentes en cada momento, porque una fuerza sabia nos mantiene en vida, en un increíble juego de movimientos que nos permiten estar vivos.
¿De dónde surge esta fuerza? ¿Adónde se dirige? ¿Tiene sentido cavilar sobre aquello cuando, en cada instante, percibimos en nosotros esta fuerza obrando? En cada momento, tenemos la vida en su plenitud.
¿Adónde vamos pues, al estar en vida? ¿Estamos acaso en sintonía con esta fuerza creadora? ¿O nos alejamos de ella perdiéndonos en nuestros sueños, lejos de la realidad de la vida plena en el instante de ahora?
Algunas personas buscan un sentido a la vida. ¿Dónde puede estar sino en el ahora?
Ahora es la vida, ahora se hace presente en su plenitud. De ahí que se trata de vivir la vida ahora.
Otras personas quieren mejorar algo de sus vidas. ¿Qué se puede mejorar, si estamos en sintonía con nuestra vida? Se trata de encontrar ahora la plenitud de la vida a través de sus movimientos.
Casi todos nuestros problemas surgen de alejarnos de esa referencia directa.
En el fondo se trata de que podamos, cuando nos apartamos del presente para ir hacia esquemas de cómo tiene que ser la vida, regresar a sus raíces, a la esencia de la vida del ahora, así como la experimentamos en el instante y que nos guía hacia la plenitud de la vida.
La vida propia
¿Qué ocurre cuando soltamos con amor a alguien que quiere tomar posesión de nuestra vida? ¿Qué ocurre en ese momento con su vida? ¿Qué ocurre con nuestra vida?
¿Acaso poseen su vida aquellos a los que estamos apegados, a los que nos aferramos para nuestro beneficio? ¿Esperamos de ellos que vivan nuestra vida?
Al revés, cuando otros viven prendidos de nosotros, aferrados a nosotros, ¿acaso poseen su vida? ¿O esperan de nosotros que vivamos sus vidas? ¿Dónde está entonces nuestra conexión con estas fuerzas portadoras que llevan en sus manos nuestras vidas y las de los demás? Conectados con ellas, nos sentimos libres para nuestra vida y los demás también libres para la suya.
La madre
La vida nos viene en primer lugar de nuestra madre. Así como tomamos a nuestra madre, así tomamos la vida. Lo que tengamos como recriminación hacia nuestra madre, lo tenemos como recriminación hacia nuestra vida. Todo aquel que da la espalda a su madre, da la espalda a su vida. De ahí que nuestra vida se logra primeramente en nuestra relación con nuestra madre.
Todas las relaciones posteriores, incluyendo las relaciones de pareja, reflejan la relación original con la madre. Por eso, resulta poco provechoso trabajar directamente sobre una relación si no hemos antes encontrado a nuestra madre en un nivel profundo y pleno.
Meditación: yo tomo
Cerramos los ojos y retrocedemos a nuestra infancia. Miramos a nuestra madre, así como la hemos mirado como niño cuando nos amamantaba, sujetados a su pecho, con la mirada puesta en sus ojos, con increíble adoración. Ahora, la miramos de nuevo de esta misma manera, tomando de ella la vida y lo que nos permite seguir vivos y llevándolo hacia la profundidad de nuestro cuerpo y alma, con toda devoción. Nos llenamos de ella.
Este movimiento de amor es un movimiento de tomar:
“Mamá, tomo. Te tomo tal como eres. Tomo la vida que a través de ti me ha alcanzado, tal como es. La tomo con amor. Tú das y yo tomo. Lo tomo todo”.
Luego, miramos a nuestro padre a su lado. Lo miramos tal como es, exactamente tal cual. Así como es, se ha hecho nuestro padre. Le decimos lo mismo:
“Tomo mi vida tal como me ha alcanzado a través de ti. La tomo entera. Gracias”.
De pronto, nos sentimos enriquecidos y llenados por la vida.
Ese tomar de la vida de nuestros padres ha durado muchos años. Llenos gracias a ellos, hemos sido capaces de amar a otros, capaces de dejar rebosar el amor recibido de nuestra madre y de nuestro padre hacia otros, sobre todo hacia una pareja.
Si nuestra pareja, igual que nosotros, ha tomado de su madre lo que ella le ha dado; si nuestra pareja, de la misma forma, ha tomado la vida toda tal como ha fluido de su madre hacia ella; si nuestra pareja ha tomado de su padre la vida plena de modo que ella también desborda, entonces nos encontramos mutuamente para una alianza de vida, al servicio de la vida el uno para el otro, y ulteriormente al servicio de la vida, que transmitimos a los hijos.
La seriedad de la vida
Eso es con respecto a la seriedad de la vida. Hay gente que opina que la seriedad de la vida está en la muerte. Pero la seriedad de la vida está en el amor total, un amor en el que cada cual encuentra su sitio.
En cuanto alguien está excluido de mi amor, me excluyo de mi propia vida. Esto es lo serio: el amor para todos, tal como son. Cuando algo interfiere en eso, cuando alguien es excluido hasta el punto que a veces no puede quedar en vida, comienza un movimiento de vida que va más allá de esta vida.
El karma
Existe un movimiento fundamental de la vida, que lleva a juntar lo que estaba separado. Para ese movimiento, una sola vida es insuficiente. Se extiende sobre muchas vidas porque en una sola vida muchas cosas quedan sin concluir. Y éstas no pueden ser transferidas a otra persona para que ella las ponga en orden. Este movimiento que, a lo largo de muchas vidas, va colocando orden, es el karma. El karma se ve empujado a la vida siguiente cuando aquel que en su vida, esquivando el amor y dando la espalda a las consecuencias de sus actos, evita el andar hacia delante y la tarea de ordenar las cosas con amor. Otros se hacen cargo de aquello, sin saber el por qué. El karma se encarga entonces, a través de un largo proceso, de volver a colocar las cosas en su sitio.
El karma es un movimiento del amor. Al terminar ese movimiento, todos son iguales. Todos tienen el mismo destino y la misma realización de su destino.
Podemos observar el karma a la obra en las familias en que, generación tras generación, algo se repite sin que se llegue a una solución y sin que el amor se logre antes de mucho tiempo.
Sai Baba dijo acerca del karma:”El amor acaba con cualquier karma”.
Sai Baba dijo acerca del karma:”El amor acaba con cualquier karma”.
Cuando se trata de vida, aquí en específico de una vida lograda, se trata también de cómo podemos superar nuestro karma con amor, en esta vida.
Por Bert Hellinger
Fuente: Despertar y Crecer
¿Para qué preguntar si algún día lo sabremos todo?