«Este tipo está chiflado».
Este fue el mensaje de texto que el francotirador estadounidense Chris Kyle le envió a su amigo Chad Littlefiefd por celular pese a que ambos se encontraban en la misma camioneta.
Con ellos viajaba el exinfante de marina Eddie Ray Routh -a quien se refería Kyle en su mensaje- y que ese mismo día, el 2 de febrero de 2013, los mató con un arma automática en un campo de tiro.
El mensaje de texto lo presentó esta semana Tim Moore, abogado de Routh, en el comienzo del juicio que se celebra en la pequeña localidad texana de Stephenville, donde el exinfante de marina se enfrenta a una posible condena de cadena perpetua sin libertad condicional por la muerte de Kyle y Littlefield.
El inicio del proceso judicial, que se prevé durará unas dos semanas, adquirió especial relevancia porque coincide con la proyección y éxito en las salas de cine de «El francotirador» (American Sniper), película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Bradley Cooper que está basada en la autobiografía de Chris Kyle.
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El «demonio de Ramadi»
Chris Kyle, un ayudante de rancho que se convirtió en militar y fue miembro de los Navy SEAL (fuerzas especiales de la marina de EE.UU.) entre 1999 y 2009, es el francotirador más letal en la historia de EE.UU.
Objeto de adoración en su estado natal, Texas, donde mucha gente lo ve como un modelo de dedicación al ejército y a la patria, hay quienes critican que el filme de Eastwood abunde en esta imagen de héroe de alguien que mató al menos a 160 personas en Irak, aunque se cree que pudieron ser hasta 255.
No en vano los iraquíes lo apodaron «demonio de Ramadi» –Al Shaitan Ramd- por su participación durante la invasión aliada de Irak en 2003 y la posterior guerra.
Christopher Scott Kyle nació en Odessa, Texas, el 8 de abril de 1974, en el seno de una familia religiosa de granjeros.
A los 8 años le regalaron un rifle Springfield y aprendió a disparar con su padre, con quien se aficionó a ir de caza.
Tras abandonar los rodeos por una lesión en un brazo, Kyle decidió entrar en la marina de EE.UU. y en 1999 fue aceptado en el programa de los Navy SEAL.
Con ellos intervino en la guerra de Irak, donde fue desplegado en cuatro misiones.
Se le atribuyen hasta 255 muertes de insurgentes iraquíes, si bien el Pentágono sólo le acreditó 160 porque para que una muerte se dé por confirmada tiene que haber un testigo.
Salvar vidas estadounidenses
Los insurgentes le pusieron precio a su cabeza y ofrecieron una recompensa de US$180.000 a quien acabara con él. Sufrió heridas por disparos de otros francotiradores y sobrevivió a seis atentados con explosivos escondidos.
Fue condecorado con dos Estrellas de Plata y cinco Estrellas de Bronce.
En 2009 decidió abandonar el ejército para poder dedicarle tiempo a su familia, formada por su esposa Taya y dos hijos.
Desde su regreso a casa, Kyle se dedicó a ayudar a veteranos que padecían secuelas físicas o mentales tras volver de la guerra, como por ejemplo trastorno por estrés postraumático (TEPT). La otra víctima en el campo de tiro, su amigo Chad Littlefield, de 35 años, no era militar pero lo acompañaba a menudo en este tipo de actividades.
En el libro autobiográfico que inspiró la película de Eastwood se dejan ver algunas de las motivaciones de Kyle para asumir su papel en la guerra de Irak.
Entre ellas destaca el hecho de estar convencido de que por cada muerte en el lado iraquí salvaba varias vidas de estadounidenses.
Kyle llegó a despersonalizar a sus víctimas.
«La primera vez, ni siquiera estás seguro de que puedas hacerlo (matar). Pero yo no estaba allí mirando a esas personas como personas. No me preguntaba si tenían familia. Sólo estaba tratando de mantener a mi gente a salvo», escribió.
Un proceso viciado, según la defensa
Con la vida de Kyle exhibida en salas de cine en las que no hace más que recaudar grandes cantidades de dinero en su flamante camino hacia los Oscar, la defensa de Eddie Rough intentó detener el juicio por considerar que esto puede evitar que el proceso sea justo.
Los abogados no discuten que Routh disparó a Kyle y Littlefield, algo que el propio exinfante de marina confesó a su hermana y su cuñado, pero basan su defensa en el eximente de enajenación mental.
Así, aseguran que Routh, que padecía de un trastorno por estrés postraumático después de su intervención en la ayuda a Haití tras el terremoto de 2010, sufrió un episodio paranoico psicótico y no era consciente de la maldad de sus actos.
La acusación, por su parte, alega que Routh era plenamente consciente de que sus actos eran ilegales porque tras disparar a Kyle y Littlefield, huyó de la zona en la camioneta de Kyle, que apareció horas después.
En las próximas dos semanas, el jurado de Stephenville formado por 10 mujeres y dos hombres deberá decidir si el TEPT puede ser causa suficiente para exculpar a alguien de dos homicidios.
Curiosamente, el propio mensaje de texto que escribió Kyle el día de su muerte puede fundamentar los argumentos de la defensa.