En Occidente, particularmente en el mundo anglosajón, todos los 14 de Febrero se celebra el Día de San Valentín, una mixtura entre el onomástico de un santo católico, de dudosa historicidad, y tradiciones populares cooptadas por el mercantilismo moderno, para generar un día de esos, donde ‘todo el mundo’ compra cosas para regalar a ‘quienes ama’. Esta fecha es celebrada por personas de diversas creencias, sin tener la más mínima idea sobre su origen o verdadero significado. Algo común en la sociedad moderna, pero que con algunas conmemoraciones de raigambre pagana, usurpadas por el Cristianismo, adquiere un cáliz de necesaria reivindicación y desagravio.
El santo que celebramos el Día de San Valentín es conocido oficialmente como San Valentín de Roma con el objetivo de diferenciarlo de una docena de otros Valentines. Debido a que ‘Valentinus’ —del latín: fuerte o valeroso— fue un apodo popular entre el segundo y octavo siglo d.C., varios mártires llevaron ese nombre.
¿Quién fue Valentín? Para entender los verdaderos orígenes paganos de esta celebración del ‘amor’, hay primero que explorar el mito cristiano y el cómo, encima de la leyenda sobre uno de sus presuntos santos, se fue acumulando toda la melosa parafernalia que acompaña a la celebración, tal cual la conocemos hoy. Para comenzar, debemos precisar que existen —o existieron— tres ‘santos’ en el santoral católico, candidatos a ocupar el título de ‘San Valentín’ como patrono de los enamorados. De ninguno de ellos se tiene certeza respecto de su historicidad o de los hechos reales de sus vidas. De hecho, estos personajes ya no son santos, al menos no dentro del ámbito católico (todavía se los venera como tales en la Iglesia Ortodoxa y en la Anglicana), porque en 1969 la ICAR los eliminó del ‘Santoral’, con el fin de tratar de blanquearlo, quitando de él a todos aquellos personajes que no gozaban de historicidad confirmada —o al menos probable—. Los tres hombres aludidos, presuntamente murieron como mártires en el año 270 d.C., en la Roma pagana, durante el reinado del emperador Claudio II ‘el Gótico’.
El adornado cráneo de San Valentín se exhibe en la Basílica de Santa María in Cosmedin, Roma. A principios del siglo XIX, se encontraron restos y reliquias asociadas al santo en unas catacumbas cercanas a Roma. Otras piezas del esqueleto pueden hallarse en República Checa, Escocia, Irlanda, Inglaterra y Francia.
El primero de estos —quizás el que más relación tenga con la idea del ‘amor romántico’— parece haber sido un sacerdote que se dedicaba a casar soldados en secreto. Esto era así, porque el emperador había dictado una ley que prohibía los matrimonios de mujeres jóvenes con hombres de la milicia, por argumentar que estos debilitaban el interés y fidelidad de los mismos hacia el ejército, a causa de tener una familia en quienes pensar. Este sacerdote fue condenado a muerte por Claudio, por desobedecer dicha ley y, además, por ser un proselitista cristiano. Se decía que muchas parejas de enamorados cristianos le rezaban pidiéndole que permitiera la consumación de su amor y les diera una larga vida juntos. Este ‘Valentín’ es muy venerado en Francia, en donde, durante la Edad Media, se gestaron la mayoría de las leyendas sobre su vida. Los otros dos ‘Valentines’, no parecen tener demasiada conexión con el ‘amor’ o el ‘romanticismo’. Uno fue un obispo de la ciudad de Interamna (hoy Terni, Italia) y otro un mártir de los territorios romanos en África. La tradición sobre el día de San Valentín parece haberse creado lentamente, pero no hay ningún indicio claro anterior a mediados del siglo XIX. Se sabe que en 1840, ya se comenzó con la mercantilización de la tradición, vendiéndose tarjetas de salutación con forma de corazones, con imágenes de Cupido y cosas semejantes. A lo largo de los últimos años, ha dejado de ser una fiesta casi exclusivamente anglosajona, para popularizarse en América Latina y el Sur de Europa. La conexión pagana Ya en la Antigua Grecia existían celebraciones en honor a Eros y Afrodita durante la mitad de febrero. En estos días, las jóvenes parejas de griegos y luego los romanos (con Cupido, la versión romana de Eros), que estaban enamorados y querían consumar su matrimonio, hacían ofrendas especiales a este dios, con el propósito de propiciar su ayuda. Es muy posible que de ello provenga la primer versión de los ‘regalos y salutaciones’ relativas al amor romántico. Pero es en un ritual romano de ‘pasaje’ —del tipo que llevaban a cabo los adolescentes antes de convertirse en hombres adultos en muchas sociedades antiguas—, en donde encontramos el origen real de la tradición del Día del Amor. Lupercales Los antiguos romanos celebraban durante el 15 de Febrero, la fiesta de las Lupercales. Correspondía al Diem XV Kalendas Martias, en términos de su calendario. Según la mitología, los ritos correspondientes habían sido instituidos por Evander o Evandro (del griego Εὔανδρος = ‘buen hombre’ u ‘hombre fuerte’). Este personaje era rey de los arcarios, un pueblo del Lacio, y se lo creía hijo de Mercurio (el Hermes romano) y la ninfa itálica Carmenta. Se decía de él, que era un rey sabio, valiente y bondadoso y fue quien, según el mito de la fundación de la ciudad, condujo a su pueblo desde Grecia hasta la península itálica. A su muerte, se lo deificó. El nombre de la celebración deriva del lupus (lobo, en latín), el animal sagrado o totémico del Fauno Luperco, y de hircus, el macho cabrío, que era considerado —ya por entonces— un animal impuro.
Fauno tocando la flauta.
El Fauno Luperco o Pan Liceo (‘Pan Lobo’, por: ‘liceo’, en latín = ‘lobo’, que a su vez proviene del griego Lýkos) estaba relacionado con Fauno —del cual se creía que había uno principal y otros muchos menores en importancia—. Fauno (en latín Faunus, ‘el favorecedor’) era una de las deidades más populares y parte de los di indigetes. Cabe recordar que, Pan (entre los griegos) y Fauno (entre los romanos) era el dios de los pastores y rebaños. Originalmente muy venerado en Arcadia (Grecia), donde existían grandes santuarios en su honor. Los romanos adoptaron a este dios y le agregaron sus propias características. En ambas culturas, era una deidad de la fertilidad de la tierra y de los animales, incluido el hombre. Regía la sexualidad masculina desenfrenada y el apetito sexual en general. Se creía que pasaba gran parte del tiempo persiguiendo a las ninfas y a las personas jóvenes en los bosques, en busca de obtener sus favores sexuales. También era el dios de los vientos de la aurora y el ocaso. Páginas: 1 2
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar