¿Cómo es que los animales, que pertenecen a una evolución inferior, tienen un instinto que parece mucho más sabio que la razón de los seres humanos?
Respuesta: La respuesta a esta pregunta está relacionada con el descendimiento del Ego en la materia, pero en primer lugar debemos distinguir entre los espíritus animales separados y el Espíritu colectivo que es su guardián, Los espíritus animales separados no son todavía conscientes de si mismo, y de ahí que obren sin rebelión de acuerdo con las gestiones de su Espíritu Colectivo. Este último es una entidad que pertenece a diferente evolución y funciona en los Mundos Invisibles, en el que las cosas son mucho más aparentes que aquí. Es, pues, muy claro que lo que llamamos instinto no es, en realidad, más que la expresión de las sugestiones del espíritu-grupo en el Mundo Invisible, quien guía a sus animales.
Los espíritus humanos, por otra parte, han descendido directamente al Mundo Físico y están, por consiguiente, cegados hasta cierto punto por la materia densa de este plano de existencia. Una ilustración dilucidará quizás el hecho de que, aunque el espíritu es sumamente sabio en los mundos superiores, la aumentada materialidad que alcanza en su descenso necesariamente oscurece esa sabiduría.
La mano es el instrumento más valioso del hombre y su agilidad es quizás más notable en el caso del músico. Un profesor de música puede producir en su instrumento preferido las más maravillosas melodías con el toque acariciador de sus educados y sensibles dedos, pero si se pone un par de guantes su habilidad se desvanece en el acto. Si agrega aún otro par de guantes más gruesos, será incapaz de producir la más ínfima melodía, y si se pone otro tercer par solo obtendrá desagradables sonidos. Los diversos guantes de la mano del músico encuentran su contraparte en los diferentes vehículos que el espíritu se pone en su descenso hacia la materia. El último par correspondería al cuerpo físico.
Cualquiera que observara las tentativas del músico con los guantes puestos para tocar, y que no lo hubiera oído antes de ponérselos, lo supondría incapaz de producir la menor melodía, pero esa suposición será completamente errónea. El ego humano se encuentra en una situación análoga, pues sus poderes espirituales han quedado obscurecidos por los vehículos en los que ahora se encuentra encerrado, pero llegará un tiempo en que habrá aprendido como emplear estos vehículos apropiadamente, y entonces su poder espiritual volverá a brillar con un esplendor inconcebible.
¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia las formas inferiores de la vida? ¿Tenemos el derecho de matar algo inofensivo, desde el momento en que todas las cosas vivientes son, en cierro sentido, nuestros hermanos? ¿Y respecto a los insectos o reptiles venenosos?
Respuesta: Sólo existe Una Vida en el Universo, que es la Vida de Dios. En el vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Y no solo nosotros, sino todo lo que vive es una manifestación análoga de Dios. A su debido tiempo nos convertiremos en creadores, así como El es Creador. Pero mientras brutalmente destruyamos las formas de otros seres nos creamos un obstáculo. El preguntante está en lo cierto al afirmar que los animales inferiores son nuestros hermanos; pero, triste es decirlo, en vez de cuidar de ellos y de inspirarles confianza y amor, nos hemos arreglado de manera tal como para hacernos temibles de todo ser viviente que habite en la tierra, por la carnicería que hemos hecho con ellos, y parece una retribución justísima el que nosotros, a nuestra vez, estemos en temor constante de las vidas microscópicas, los bacilos, que no podemos matar ni a tiros ni a cuchilladas. En cuanto a los insectos o reptiles venenosos, puede decirse que, en muchos casos, son encarnaciones de nuestros propios pensamientos maléficos, producidos también por nuestros hábitos sucios. La ciencia nos ha demostrado que una higiene apropiada nos libere de ellos, por lo menos en gran extensión, sin necesidad de matarlos. Los grandes reptiles, tales como las serpientes, no son tan peligrosos como se cree que son. En los templos de la India, en la que ciertas clases del pueblo han cultivado una actitud de absoluta inofensividad, rehusando matar hasta al animalejo más insignificante, pueden verse diariamente serpientes venenosas que circulan entre los fieles allí congregados, sin hacerles jamás el menor daño, y si cultiváramos una actitud de inofensividad respecto a los seres inferiores, pronto aprenderían a tener confianza en nosotros, en vez de temernos, como ahora.
Muchos relatos se cuentan de marineros que han llegado a islas en las que nunca había pisado el pie humano y han encontrado aves allí perfectamente faltas de temor, hasta que algunas de ellas fueron asesinadas por los salvajes invasores. Entonces han aprendido a huir apenas el hombre se aproxima.
Hemos también convertido algunos seres humanos en bestias de presa a quienes llamamos ladrones y
salteadores, que despojan a sus semejantes y los privan de sus bienes, hiriéndolos a veces y aún matándolos; y todo ello es el resultado de nuestros tratamientos crueles, que son dictados por el miedo. Si sintiéramos amor no tendríamos miedo, «porque el verdadero amor purifica de todo miedo,» y si no tuviéramos temor nada podría dañarnos, porque una actitud confiada y tranquila es un protector más seguro que el revólver y la cerradura. Por lo tanto, debemos cultivar esa actitud de simpatía para todas las cosas que viven y respiran; debemos dejar de matar los animales a millones para comer o por deporte, que es la peor de todas las formas de la crueldad. Una actitud de amor hacia nuestros semejantes provocaría en ellos similares emociones y los cerrajeros y fabricantes de cañones pronto serían inútiles. Nos lamentamos de los enormes impuestos que soportamos para mantener una potente fuerza policial, el complicado mecanismo de los tribunales y los grandes presidios y casas de corrección, pero todas esas instituciones desaparecerían tan pronto como reemplazáramos el miedo por el amor. La Biblia nos habla de un tiempo cuando el león y el buey, el niño y el venenoso reptil, jugaban juntos en paz. Esto puede ser muy bien un hecho real, porque las bestias de presa no han sido siempre carnívoras. En un antiquísimo pasado el hombre tuvo su papel que llenar en su desarrollo, y en el futuro será de su deber el modificar esas condiciones.
http://astrologiayocultismo.blogspot.com.es/2015/02/preguntas-y-respuestas-sobre-los.html
Totalmente de acuerdo con el artículo, esto se cumple también con el ser humano, recuerdo hace unos años un hombre entró a la casa de mi suegra con claras intenciones de robar, pero ella creyó que el señor se había equivocado de casa y muy amablemente lo tomó del brazo y lo acompañó hasta la puerta sin miedo alguno, lo saludó y ni pensó lo que le podría haber hecho, creo que eso la salvó.