La mente proviene del pasado; el estado consciente nunca proviene del pasado, sino del momento presente. La mente es tiempo y el estado consciente es eternidad.
La mente se mueve de un momento a otro en el plano horizontal. Es como un tren; pasado y futuro, varios compartimentos unidos en el plano horizontal. El estado consciente es vertical; no proviene del pasado y no va al futuro. En este momento cae en la profundidad o se eleva verticalmente hacia las alturas.
Es el sentido de Cristo en la cruz, y los cristianos han perdido totalmente el significado. La cruz es una representación, un símbolo de dos líneas encontrándose: la vertical y la horizontal. Todo su ser, excepto las manos, está en la vertical. ¿Qué significa? La acción se sitúa en el tiempo; el ser, más allá del tiempo. Las manos simbolizan la acción. Jesús está crucificado con sus manos en el plano horizontal, es decir, en el tiempo.
La acción se sitúa en el tiempo. Pensar es un acto: es la acción de la mente. Eso también está en el tiempo. Será bueno saber que las manos son la parte más externa del cerebro: la cabeza está unida a las manos. Tu cabeza tiene dos hemisferios: el derecho, vinculado a la mano izquierda, y el izquierdo, vinculado a la mano derecha. Tus manos son extensiones de la mente en el mundo, en la materia, porque la mente es también una forma sutil de materia.
Toda acción, física o mental, está en el tiempo. Tu ser es vertical. Se mueve en la profundidad, en las alturas, no hacia los lados.
Cuando juzgas, te identificas con lo horizontal. Para emitir un juicio es necesario el pasado. ¿Puedes juzgar de otra manera? ¿De dónde sacarás los parámetros?
Dices que un rostro en particular es hermoso. ¿Cómo lo juzgas? ¿Sabes qué es la belleza? Has visto muchos rostros; has oído hablar a muchas personas sobre rostros hermosos. Y has leído sobre ellos en novelas, los has visto en películas; así tienes una idea de lo que es la belleza. Es una noción vaga, no puedes definirla. Si alguien insiste, te sentirás confundido. Es una noción tan vaga como una nube. Entonces dices: «Ese rostro es hermoso». Pero ¿cómo lo sabes? Estás recurriendo a tu experiencia pasada, comparando el rostro con esa vaga noción de belleza acumulada mediante la experiencia.
Si no recurres al pasado, entonces una cualidad distinta de belleza emergerá. No será tu juicio; no provendrá de tu mente ni te vendrá impuesta; no será una interpretación. Se tratará simplemente de una participación de ese rostro aquí y ahora, una participación profunda de ese misterio y con esa persona. En ese momento la persona no será bella ni fea; todos los juicios habrán desaparecido. Un misterio estará ahí, sin nombre y sin juicio; y sólo en ese momento, el amor florecerá.
El amor no proviene de la mente, el sexo sí; con la mente llevas a cabo una acción y la sexualidad es un acto. El amor no: es un estado del ser, vertical. Cuando miras a una persona sin juzgarla ―es bella o fea, buena o mala, pecadora o santa―, de pronto hay un encuentro, una fusión de energías. Esta fusión es hermosa, diferente de todas las bellezas conocidas. Conoces la belleza de la forma; pero la de la fusión carece de formas. Conoces la belleza del cuerpo; la de la fusión es la del alma. Has conocido la belleza de la periferia; la de la fusión es la del centro. Es interminable.
Y si esto sucede con una persona, con el tiempo sucede lo mismo con los objetos. Miras una flor sin juzgarla y de pronto su corazón se abre para ti; es una invitación. Cuando juzgas, la flor se cierra porque en el juicio está el enemigo, no el amante. En el juicio hay superficialidad, no profundidad. Y cuando digo que se cierra, no es una metáfora, sucede exactamente como digo.
Acércate a un árbol, tócalo, y si lo haces prejuzgándolo, el árbol no estará disponible. Si lo tocas sin emitir juicio alguno y sin que intervenga la mente, entonces abrázalo, siéntate a su lado, y de pronto un árbol muy común se volverá el árbol de bodhi. La compasión infinita fluirá desde el árbol hacia ti. Te sentirás arropado. El árbol compartirá sus secretos contigo.
Así es como incluso las rocas pueden ser penetradas hasta su mismo corazón. Cuando un Buda toca una simple roca, esta deja de serlo. Está viva, tiene un corazón palpitando en ella. Cuando juzgas, incluso si tocas a una persona, es una roca muerta. Tu tacto apaga todo porque conlleva el juicio, es el toque de un enemigo, no de un amigo.
Si es así con cosas comunes, ¿cuánto más lo será cuando pases por etapas más elevadas del ser y del estado consciente?
La mente siempre está en el pasado o en el futuro. No puede estar en el presente. Cuando estás en el presente, la mente no está ahí porque significa pensamiento. ¿Cómo puedes pensar en el presente? Puedes pensar y soñar sobre el pasado o el futuro. La mente puede hacer ambas cosas. Pero ¿puede funcionar en el presente? El presente no tiene espacio para que la mente haga movimiento alguno. El presente es sólo una línea divisoria. No tiene espacio. Divide el pasado y el futuro. Tú puedes estar en el presente, pero no pensarlo; para pensar es necesario el espacio. Los pensamientos necesitan espacio. Recuérdalo: los pensamientos no son espirituales, porque la dimensión de lo espiritual comienza cuando no hay pensamientos. Los pensamientos son materiales y todas las cosas materiales necesitan espacio. No puedes pensar en el presente; cuando lo intentas ya es pasado.
Ves el sol elevarse y dices: «¡Qué hermoso amanecer!». Ya está en el pasado. Cuando el sol está elevándose no hay espacio suficiente para decir: «¡Qué hermoso! «, porque cuando pronuncias esas dos palabras, esa experiencia ya es pasado, la mente la ha grabado en la memoria. Pero cuando está elevándose, exactamente cuando el sol está en ascenso, ¿cómo puedes pensar? Puedes estar con el sol naciente, pero no pensar. Para ti hay suficiente espacio, pero no para los pensamientos.
Ves una flor hermosa en el jardín y dices: «Es una rosa hermosa». No estás con la rosa en ese momento; ya es un recuerdo. Cuando la flor y tú estáis ahí, ambos presentes para el otro, ¿cómo pensar? ¿Qué puedes pensar? ¿Es posible el pensamiento? No hay espacio, es tan ajustado ―de hecho, no hay espacio en absoluto― que tú y la flor no podéis existir como dos, no hay espacio para ambos, sólo uno puede existir.
Por ello, en una presencia profunda tú eres la flor y la flor es tú. También eres un pensamiento, la flor es un pensamiento en la mente. Cuando no hay pensamiento, ¿quién es la flor y quién el observador? El observador se convierte en observado. De pronto las fronteras se diluyen: penetras en la flor y la flor en ti. De pronto no sois dos, tan sólo uno.
Sí comienzas a pensar, debes convertirte de nuevo en dos. Si no piensas, ¿dónde está la dualidad? Cuando existes con la flor, no piensas, es un diálogo, no un diálogo a dos, porque no hay dos ahí. Sentado al lado de tu amante, sosteniendo sus manos, simplemente existes. No piensas en los días pasados, en el futuro que nos alcanza: estás en el aquí y en el ahora. Y es muy bello y tan intenso; no hay pensamientos que puedan penetrar esa intensidad. La puerta del presente es estrecha, ni siquiera dos pueden entrar juntos, sólo cabe uno. En el presente el pensamiento no es posible, el sueño tampoco, porque soñar no es sino pensar en imágenes. Ambos son cosas materiales.
Cuando estás en el presente sin pensar, por primera vez eres espiritual. Una nueva dimensión se abre, es la lucidez y no la conoces. Heráclito diría que estás dormido. La lucidez significa estar inmerso tan profundamente en ese momento que no haya movimiento alguno hacia el pasado o hacía el futuro; todo movimiento cesa. Esto no significa quedar estático. Un nuevo movimiento surge en tu centro.
Hay dos tipos de movimiento. Y ambos son el significado de la cruz de Jesús. Uno es lineal: te mueves de A a B, de B a C y de C a D. Es una línea horizontal. Es el movimiento del tiempo, de alguien que está dormido. Tú puedes ir como una nave espacial, de atrás hacia delante, pero la línea sigue ahí. Hay otro movimiento, que se da en una dimensión totalmente diferente. No es horizontal, sino vertical. No puedes ir de A a B, de B a C; vas de A a una A más profunda: de A1 a A2, A3, A4, en profundidad o en altura.
Cuando un pensamiento cesa, otro nuevo comienza. Caes en la profundidad, en un fenómeno parecido a un abismo. La gente que está meditando profundamente llega a ese punto tarde o temprano; entonces se asusta porque siente como si un abismo se abriera; sin fondo, te sientes aturdido y te da miedo. Te gustaría asirte al viejo movimiento conocido; perderlo se siente como la muerte. Es el significado de la cruz de Jesús: es una muerte. Ir de lo horizontal a lo vertical es la muerte verdadera. Pero sólo es muerte en parte, porque también es la resurrección. Se muere con el fin de nacer; mueres en una dimensión para nacer en otra. Horizontal eres Jesús, vertical te conviertes en Cristo.
Si te mueves de un pensamiento a otro sigues en el mundo del tiempo. Si te mueves en el momento, no dentro del pensamiento, te mueves en la eternidad. No permaneces estático ―nada en este mundo puede estar así―, pero es un nuevo movimiento, sin que haya una motivación para ello.
Recuerda estas palabras: en la línea horizontal te mueves por la motivación. Debes conseguir algo ―dinero, prestigio, poder, a Dios―; la motivación está ahí. Un movimiento motivado significa estar dormido.
Un movimiento no motivado significa lucidez; te mueves porque moverse es un placer inmenso, es vida; y la vida es energía y la energía es movimiento. No hay una meta a la que dirigirse; de hecho, no vas a ninguna parte, simplemente te deleitas en la energía; el movimiento es su único valor intrínseco, no extrínseco. Buda y Heráclito viven, yo vivo respirando ―un tipo diferente de movimiento― no motivado.
Alguien me preguntaba hace unos días: «¿Por qué ayuda a la gente en la meditación?».
Le dije: «Disfruto con ello. No hay un porqué, simplemente lo disfruto». Como una persona disfruta plantando semillas en el jardín, esperando las flores; cuando tú floreces, yo gozo. Es jardinería. Cuando alguien florece es un deleite total y lo comparto. No se persigue ninguna meta. Si fallas, no voy a frustrarme. Si no floreces, también es bueno, porque el florecimiento no puede ser forzado. No puedes abrir un brote a la fuerza; bueno, sí puedes pero lo matas. Podría verse como un florecimiento pero no lo es.
El mundo entero se mueve, la existencia se mueve dentro de la eternidad; la mente se mueve en el tiempo. La existencia se mueve en la profundidad y en la altura; la mente, hacia delante y hacia atrás. Si la mente se mueve horizontalmente entonces estás dormido. Si puedes moverte verticalmente estás lúcido.
Ubícate en el momento. Centra tu ser total en el momento. No permitas que el pasado interfiera y que el futuro llegue. No hay pasado, está muerto. Como Jesús dijo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». ¡El pasado no es más que eso! ¿Por qué te preocupa? ¿Por qué continúas reprendiéndolo una y otra vez? ¿Estás loco? Tan sólo se halla en tu mente, es un recuerdo. El futuro aún no es. ¿Qué haces pensando en el futuro? ¿Cómo puedes planear nada al respecto de él? Si lo que planeas no ocurre, entonces te sentirás frustrado, porque todo tiene su propio plan. ¿Por qué tratas de tener tu propio plan contra él?
La existencia tiene su propio plan, más sabio que tú; el todo tiene que ser más sabio que la parte. ¿Por qué finges ser el todo? El todo tiene su destino, su propia satisfacción. ¿Por qué te molestas por ello? Y lo que hagas será un pecado, porque estarás perdiendo este momento. Y hacer eso se vuelve un hábito; si comienzas a perderlo, se vuelve algo habitual y cuando el futuro venga de nuevo lo perderás, porque ya no será futuro sino presente. Ayer pensabas en hoy porque entonces era mañana; ahora es hoy y tú piensas en mañana; y cuando el mañana llega se convierte en hoy, porque todo existe aquí y ahora, no puede ser de otra manera. Y si tienes un modo fijo de funcionar, en el que tu mente siempre mira al futuro, ¿cuándo vivirás? El mañana nunca llega. Tú continuarás fallando y eso es pecado. Es el significado de la raíz hebrea de «pecar». En el momento en que el futuro entra, el tiempo también. Has pecado contra la existencia, has fallado. Y esto se ha convertido en un patrón fijo: como un robot continúas fallando.
Aprende un nuevo modo de movimiento, para moverte en la eternidad, no en el tiempo. Este es el mundo y la eternidad es la divinidad; horizontal es la mente; vertical, el estado consciente. Se encuentran en el punto en que Jesús esta crucificado. Ambos planos se tocan, horizontal y vertical, en un punto, y es aquí y ahora. Desde aquí y ahora tú puedes seguir dos viajes: uno en el mundo, en el futuro; el otro en el estado consciente puro, en la profundidad. Vuélvete más consciente, más alerta y sensible en el presente. […]
Así que recuerda una cosa: cuando veas que te has ido al pasado o al futuro, ¡no te angusties! Simplemente ven al presente. Todo está bien. Trae de vuelta tu lucidez. Fallarás millones de veces; el cambio no ocurrirá ahora ni de forma inmediata. Puede ocurrir, pero no gracias a tu esfuerzo. Ha sido un modo fijo de comportarse durante mucho tiempo y no puedes cambiarlo en un instante. No te preocupes, la existencia no tiene prisa; la eternidad puede esperar eternamente. No te crees tensión por ello.
Cuando sientas que has fallado, regresa; eso es todo. No te sientas culpable; la culpa es un truco de la mente, ahora de nuevo está jugando. No te arrepientas de olvidarlo de nuevo. Cuando pienses en ello, regresa a lo que estabas haciendo ―bañándote, regresa; comiendo, regresa; paseando, regresa―; cuando sientas que no estás aquí y ahora, regresa con inocencia. No crees culpables. Si te sientes culpable, estás olvidando lo importante. […]
Regresa una y otra vez, y sencillamente recuerda […] sin hacer un problema de ello, porque en la eternidad no hay conflictos: existen en el plano horizontal. El plano vertical no sabe de problemas, es un deleite absoluto; en él no hay ansiedad ni angustia, tampoco preocupación o culpa. Sé simple y regresa.
En veinticuatro horas fallas veinticuatro mil veces, pero veinticuatro mil veces te recuperas. Ahora una nueva forma comienza a funcionar. Regresas a casa, una nueva dimensión está entrando con el tiempo. Más y más lucidez, cada vez menos ir adelante y atrás. La distancia entre ir y regresar se hará mas y mas pequeña. Cada vez olvidarás menos y recordaras mas; estarás entrando en lo vertical. Un día lo horizontal desaparecerá de pronto. Una intensidad llegará a la lucidez y lo horizontal desaparecerá.
Este es el sentido que fundamenta el shankara, el vedanta y los hinduistas que llaman ilusorio a este mundo, porque cuando la lucidez se vuelve perfecta, este mundo que has creado a partir de tu mente sencillamente desaparece. Entonces otro mundo se te revela.
una gran lección. Creceríamos más si no fijáramos mejor en cada instante.