Si yo fuera usted, me andaría con tiento a la hora de mirar las encuestas. A los problemas que siempre han tenido para acertar, desde las dificultades metodológicas a las interpretaciones sesgadas, debe sumar ahora otros nuevos.

La gente ha aprendido a contestar estratégicamente y muchos no dicen a quién van a votar sino aquello que saben que pone a más candidatos al borde del ataque de nervios. Las empresas que ejecutan los trabajos de campo van al límite en sus presupuestos y, como en cualquier otro sector, pueden estar tentadas a ahorrar costes rebajando la calidad. El recurso a internet abarata los costes, pero plantea serios problemas respecto a la representatividad de la muestra empleada.

Hoy más que nunca conviene interpretar los sondeos como indicadores de tendencias antes que como «foto finish» de resultados en voto y escaños. La primera tanda de encuestas publicada respecto a las inminentes elecciones andaluzas confirma lo que ya sabíamos: la volatilidad es extrema. Pero aun así, cuatro cosas empiezan a parecer más seguras que otras.

Primera. El desahuciado bipartidismo parece aguantar mejor de lo que muchos confiaban. A pesar del desgaste de gobernar en épocas de penuria y el peso de la corrupción, se llame Gürtel o se llame ERE, seis/siete de cada diez votantes se decantarían aún por los dos grandes partidos. Y todavía no ha comenzado la campaña, cuando los grandes partidos ponen sus maquinarias electorales a pleno rendimiento.

Segunda. Solo Susana Díaz emergerá de las elecciones en condiciones de formar gobierno. No constituirá el triunfo arrollador que seguramente buscaba y pretendía, pero gobernar es lo que cuenta. En política nadie se acuerda de quién queda el segundo.

Tercera. Las nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos, han logrado desplazar a aquellos partidos que hasta hace poco se ofrecían a su vez como alternativos al bipartidismo. IU y la fuerza de Rosa Díez aparecen como los grandes damnificados. La reordenación del espacio político en España parece ya un hecho entre los votantes que se ubicaban fuera del bipartidismo o en la abstención.

Cuarta. Podemos se encamina a afrontar un dilema postelectoral que se repetirá en bastantes lugares en las municipales y autonómicas de mayo y no tiene fácil solución. Deberá elegir entre entrar a formar parte de un pacto de gobierno o dejar que gobiernen otros. Gobernar implica gestionar el desgaste que trae consigo cumplir o no tu programa en el seno de una coalición. Dejar que gobiernen otros implica el riesgo de acabar distraído en bandazos, como el movimiento 5 Estrellas en Italia.

Permanezcan en sus localidades. Esto solo acaba de empezar.

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