En mi opinión, tal vez no esté del todo acertado quien se empeña en quedarse aferrado a una idea si ello le anula la capacidad de escuchar otras distintas o no le permite dejar una puerta abierta a que otras posibilidades se añadan a las habituales.
Una de las pocas cosas en las que creo desde hace mucho tiempo (pero dejo la puerta abierta a otras posibilidades…) es que ni los extremos ni los extremistas son buenos, y que los dogmáticos, los férreamente inamovibles, los tajantes, los drásticos, los que están absolutamente seguros de algo, son personas a las que hay que tratar con tolerancia pero con cuidado.
Siento muy dentro de mí la creencia de que se han de tener las cosas claras en la vida –lo más claras que sea posible- y que hay que defender las ideas propias; que cada uno ha de construir su filosofía de vida y constituir sus principios básicos –y ha de respetarlos y hacer que los otros los respeten-, pero… al mismo tiempo… y sin que sea contradictorio, conviviendo en una armonía perfecta, se ha de estar receptivo a reciclar o actualizar las ideas propias, y es muy conveniente no anclarse a ninguna de ellas con una determinación rígida porque es posible que no cambien las ideas que uno tiene, pero también es muy posible que sea uno mismo quien cambie, y este nuevo Uno Mismo ya no encaje con sus propias ideas anteriores.
El Ser Humano, muy afortunadamente, evoluciona. Y el aferramiento a cualquier idea o norma lo que hace es anclar a ese estado y no permitir la libertad de explorar nuevas cosas, nuevas posibilidades.
Se está muy confortable arrellanado en la seguridad o comodidad del salón del hogar, pero eso impide conocer el mundo y tratar con otras personas.
El Ser Humano, por naturaleza, es explorador, y si no fuera así aún seguiríamos en la Edad de Piedra. Está hecho para la evolución desde el punto de vista de animal racional, pero está mucho más hecho para la evolución quien está en un Proceso de Desarrollo Personal en el cual la premisa primordial es Buscarse, Descubrirse, Conocerse y Desarrollarse.
En mi opinión, que no puedo garantizar que sea la verdad, todas las filosofías están construidas con ideas que también pertenecen a otras filosofías, y ninguna de ellas contiene toda la verdad ni es perfecta.
El seguimiento unidireccional y aborregado de cualquiera de ellas –también las religiosas- impide el enriquecimiento que pueden aportar las otras. Y la cerrazón a las cosas buenas de las otras convierte a uno automáticamente en un sectario que se ha quedado estancado, opuesto a encontrar algo más.
Los hedonistas proclaman, básicamente, que el fin supremo de la vida es obtener el máximo placer posible; los estoicos predican el dominio sobre la propia sensibilidad; los kantianos establecen que la consciencia moral ha de ser lo predominante; los naturalistas atribuyen todo a la naturaleza; los panteístas dicen que la totalidad del universo es el verdadero Dios…y así, hay muchos otros que creen hallarse en posesión de la verdad mientras tildan a los otros de equivocados. Y no he dicho nada de Dioses y religiones, que eso es más grave aún.
Seguir cualquiera de ellas –filosofías y religiones- con las orejeras puestas para no ver nada más que lo que queda justo enfrente, y con los oídos cerrados y la mente bloqueada, nos impide el natural desarrollo.
No me refiero, por supuesto, a tener unas ideas o filosofías tambaleantes y tan carentes de personalidad o raíz que se cambien cada minuto o se modifiquen en función de quién tengamos delante en cada momento, pero sí es bueno tener unos principios básicos sólidos que admitan su mejoramiento cuando se incorporen nuevos elementos.
Todos pueden tener razón. Su razón.
Cualquiera de las filosofías a las que he hecho referencia anteriormente tiene su porcentaje de razón. Lo que las deslegitima es que descarten radicalmente todas las demás y que las tilden de equivocadas. O que las llamen fanáticas desde su propio fanatismo.
Podrían convivir mejor si cada una de ellas no se fragmentara creando su propio espacio separado de los otros, y si se aceptara que todo es indisoluble, que todo forma parte de un Todo.
Por supuesto que hay que obtener el máximo placer: Dios –o quien en la opinión de cada uno sea el Creador de la raza humana- ha concedido la capacidad de gozar de los placeres. Nos podía haber construido sin los sentidos o podría no haber creado las cosas que nos producen placeres, pero ha creado ambas cosas: “Ahí os dejo las cosas que producen placeres y os doy la capacidad y los instrumentos para que podáis hacerlo”.
Por supuesto que la moral ha de ser predominante, pero primero hay que establecer cuáles son los principios morales de cada uno, y no han de ser lo que marquen o impongan otros, sino los que uno mismo decida por su propia voluntad y de acuerdo con sus propios fundamentos.
Por supuesto que la naturaleza tiene importancia. Ella y nosotros somos indisolubles. Ambos formamos parte de lo mismo. Pero hay más cosas que la naturaleza.
La totalidad del universo es el verdadero Dios… esto es más difícil de defender porque ni siquiera estamos todos de acuerdo en si existe Dios, en qué es realmente el universo ni cuál es su poder, y es complicado eso de creer en algo tan etéreo e impreciso…
Pero en la mezcla de cada uno de los conceptos o filosofías, o sea, sin separarlo en cosas distintas, entendiendo la unidad de Todo, y que hay una indisolubilidad de las cosas que no lo cambia la denominación de diferentes apartados de lo que es una sola cosa, es donde se puede hallar los más cercano a la verdad y la realidad.
El hígado no es el cuerpo humano aunque forme parte de él. No puede vivir disociado del cuerpo. Por mucho que lo denominemos con su propio nombre y reconozcamos su funcionalidad y sus valores. Sigue formando parte del cuerpo y no es nada si se separa de su función de ser una parte de un Todo llamado, en este caso, cuerpo.
La naturaleza, el universo, los placeres, la moral, la bondad, los sentimientos, la alegría, el aire… todos forman parte del Todo.
Con esta idea un poco más clara es cuando uno puede comenzar a fundar su propia filosofía, reunificando en sí mismo lo que hemos pretendido disgregar poniendo nombres diferentes.
Cada uno debiera crear su propio Dios que compendie su sentido religioso –aunque puede ser el mismo que usa hasta ahora mismo, pero personalizándolos un poco y a su gusto-, los estatutos de su propia Constitución, los fundamentos de su dignidad, lo que constituye su base firme, sus componentes respetables, sus esencias honorables, la limpieza de sus políticas de vida y comportamiento, su irreprochabilidad, sus propios mandamientos…
Hermosa tarea que configura un Ser Humano que ha de destacar por su claridad, su respeto y su respetabilidad, su apertura y comprensión, y una apacible sonrisa de paz que sea su principal seña de identidad.
Ahora comienza tu tarea: revisar tus filosofías y actualizarlas si es necesario.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales es el creador de la web www.buscandome.es orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.