Enamorada del silencio

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Solemos pensar que el despertar es un proceso que nos “ganamos” después de esfuerzo y tiempo, sin embargo testimonios como el de Yolande nos recuerdan queel despertar es un instante en que el silencio toma el lugar de nuestras historias y nos reconocemos en esa ligereza que todo lo abarca. Hace un tiempo compartí en facebook la entrevista que le hicieron en La Vanguardia. Podéis leer la entrevista en este enlace, merece la pena: Entrevista La Vanguardia

Un día de verano del 2003, Yolande Duran-Serrano estando en casa, absorta en sus actividades cotidianas, con la mente, como siempre, llena de pensamientos mundanos, sintió cómo de repente el silencio alcanzó su mente. “¿Cómo es que nunca noté esto antes?” se preguntó. En un abrir y cerrar de ojos sus pensamientos se trasladaron a un segundo plano de conciencia, mientras el silencio inefable se presentó en un primer plano. Allí, rápidamente se empezó a establecer como un espacio de paz que pronto se iba a apoderar de su vida.

*Extracto reproducido con permiso del libro, Silence Heals, publicado en 2012 por Non-Duality Press.

En mi final está mi principio: He vuelto a casa. Sin rumbo, avanzaré, sostenida por esta ligereza, guida por este silencio—este silencio que se manifiesta a través de su presencia, a través de su ausencia. — Yolande

El silencio sana

Ocurrió en agosto del 2003. Este día había empezado como cualquier otro día de verano. Mi hijo había salido. Yo estaba en casa sola, con mis quehaceres. Y de repente, noté un silencio en mi mente. Era algo extraño… ¿a dónde habían ido mis pensamientos? Había un espacio, un intervalo entre mis pensamientos, el cual hacía que parecían estar en un segundo plano, como si ya no me pertenecieran, o al menos como si ya no me controlaran. Sentí una ligereza, un bienestar. Sentí una sintonía y una conexión conmigo misma que nunca había sentido antes. Conectada a algo que no podía explicar, al que tampoco podía poner palabras: un silencio …

Me pregunté qué me había ocurrido. Y entonces empecé a darme cuenta. Sentí como si mi modo de funcionamiento interno hubiese cambiado. De repente—como si me hubiese alcanzado un rayo—algo se me había venido encima y, de improviso, se había apoderado de mí. Esta cosa que las palabras no pueden describir se había adueñado de todo, sin que la hubiese visto venir.

En este momento, fue el silencio lo que más me impactó, pero en los días siguientes, me di cuenta de que ya no experimentaba las cosas tal como lo hacía antes. Las miles de trivialidades que solían irritarme cada día—una puerta golpeando, las llaves que desaparecen justo cuando estás a punto de salir, cualquier preocupación, todos los pequeños detalles que siempre solían sacarme de quicio sin que siquiera me diera cuenta de ello —ya no me molestaba nada de todo esto. Si me daba cuenta de que la puerta no estaba bien cerrada o que mis llaves no se encontraban en mi bolsillo, iba a cerrar la puerta, empezaba a buscar mis llaves, sin el más mínimo comentario, sea verbalizado o interiorizado. Las cosas eran lo que eran. Sin embargo, mi manera de percibirlas, de reaccionar ante ellas, había cambiado. El silencio, la tranquilidad, me habían invadido completamente, permitiéndome ver la situación sencillamente tal como era. <3

Al principio, lo guardé para mí, lo observe desde muy adentro, preguntándome qué demonios podía ser. Ya que acababa de cumplir cuarenta años, me dije a mí misma, ¡Hala! ¡Es increíble esto de tener cuarenta! ¡Por fin me siento en sintonía conmigo misma! Me siento tan ligera, tan bien.

Eso es lo que me dije a mi misma al principio. Pero cuando empecé a hablar de ello con la gente que me rodeaba, me di cuenta de que aunque habían cumplido los cuarenta, no se sentían así, como yo. No veían las cosas como yo las veía.

Todos mis amigos eran racionales, incluso materialistas. Al igual que yo, estaban todos ocupados en su vida diaria. Nunca se habían planteado cuestiones metafísicas ni habían abierto un libro “espiritual”, o leído acerca de desarrollo personal… y yo tampoco. Me conocían como a una persona inquieta. Apenas había llegado a un sitio y ya tenía ganas de estar en otro. Y ahora me veían relajada, tranquila y serena. Pero no sabían nada más sobre lo que yo estaba experimentando… y yo tampoco.

Eso fue cuando empecé a preguntarme acerca de lo que ocurre en el mundo invisible, acerca de lo que ocurre dentro de uno mismo. Empecé a investigar, a ir a librerías, buscando libros que pudieran explicar, aunque fuera una pincelada, sobre lo que estaba experimentando.

Al principio, pretendía entender. A medida que fue pasando el tiempo, dejé de intentar entender. Cuanto más tiempo pasaba, más permitía que esta cosa se apoderase de mí, contenta de observar y descubrir todo lo que estaba sucediendo, algo cada vez más intenso, más vivo, más claro. Al cabo de dos meses, el accidente tuvo lugar.

Era a finales de octubre, cuando estaba fuera en un viaje de negocios en el Norte de Francia. Mi móvil se había quedado silencioso – por falta de cobertura. Y entonces, de repente estaba conectada a una red, y vi todos estos mensajes que me esperaban. Vaya, pensé, seguro que algo ha pasado. Marqué un número y al otro lado de la línea, mi mejor amiga con voz temblorosa me dijo: “Tu hijo… en la carretera…. un accidente…. se ha ido.

En un primer momento, no me lo creí: “un accidente,” era lo único que podía entender. Por lo demás: Es imposible, me dije a mi misma. ¡Se equivocó! Y conduje, conduje hasta el lugar donde habíamos quedado, la casa de mi hermana. No pensé, sólo conduje. En un momento dado vino el pensamiento: Si es cierto, mi vida está acabada. Pero este pensamiento no duró mucho. Se derrumbó dentro de la misma tranquilidad en la que había estado viviendo estas últimas semanas.

Cuando llegué a casa de mi hermana, todos estaban allí esperándome—mi familia, mis amigos, todos—así que supe que era verdad. Todo el mundo se me acercó para contarme la tragedia. Sentí como un alivio, y me dejé ir. La situación era la que era. Nada de lagrimas, nada de crisis. Subí a mi habitación donde había tranquilidad. Vi como mis amigos y mi familia, preocupados, venían a ver cómo estaba. Vi como intentaban hablar conmigo, como intentaban descubrir como lo llevaba. De hecho, estaba totalmente tranquila.

Las horas pasaron. Todo seguía igual. Vi que la gente se atareaba con cosas, pero en lo más profundo de mí no había ni agitación ni rebelión. Ni el más mínimo estallido, ningún grito agonizante de: ¡No es posible! No tenía que haber pasado. Yo no sentía el dolor, ese dolor que todo el mundo pensaba que debería sentir. Vi que el dolor no es causado por la situación. Al menos, no en mi caso, no cuando hay este silencio; la situación no me puede causar ningún dolor porque el dolor no puede coexistir con el silencio.

No podía ponerme en el papel, así que me quedé tal cual—tranquila. No saltaba de alegría, obviamente, pero tampoco me derrumbé. Estaba en una especie de espacio neutro. Mis amigos cercanos, pensando que estaba devastada, dijeron, “No le ha llegado todavía”. Pero no era eso. Había entendido perfectamente lo que había pasado, pero la percepción que predominaba era todavía el silencio en mi mente, y esto me permitía permanecer tranquila.

Dejé pasar las semanas, una tras de otra, rodeada de agitación y malestar. Hubo el funeral, las condolencias, la ausencia; pero lo experimenté todo desde una tranquilidad interna que nunca cesó. Tenía que admitir lo que era obvio, que algo muy dentro de mí me permitía pasar por todo aquello en paz. Era increíble y sin embargo era cierto.

Después una sensación intensa de asombro me sobrecogió en lo más profundo, y me dejé llevar por ello, cada vez más, cada vez más profundo. Después de un tiempo, era tan placentero que dejé que se apoderase totalmente de mí. Y cuanto más tiempo pasaba, más lo sentía en lo más profundo de mí, como fuerte, suave y cariñoso…, y todo lo que uno puede imaginar sobre lo inimaginable.

Los que me rodeaban pensaban que era insensible. Estaban esperando el momento en el que, por fin, me iba a dar cuenta de lo que había pasado e iba a entrar en un duelo manifiesto. ¡Pero estaba totalmente consciente, sabía lo que había pasado! Vi cómo venían momentos de tristeza y vi como se iban. Las emociones estaban presentes a veces, pero no me podía agarrar a ninguna de ellas, así que seguían con su camino.

Viéndome desde fuera, alguien podía pensar que estaba paralizada, que no sentía nada; pero desde dentro todo lo que iba experimentando era muy intenso. No estaba muerta en absoluto. Habían momentos de tristeza, momentos de agotamiento, perofluían a través de mi. El Silencio, este espacio desconocido, estaba siempre presente. Y cuanto más iba pasando el tiempo, más me abandonaba a esta cosa que se había despertado dentro de mí y que se había apoderado de todo. Me enamoré locamente de ello. Todo lo demás se quedó en un segundo plano.

¿Qué es eso invisible, esta cosa inefable, que se revela como la fuente del silencio? No es fácil expresarlo con palabras. Se manifiesta como una intensidad, una fuerza, una dulzura y, sin embargo, al mismo tiempo toda esta manifestación ya está en un segundo plano. Esta cosa es anterior a la manifestación. Es anterior a todo lo que pensaba que era. Anterior a todo lo que creía que era la realidad, tanto fuera como dentro de mí.

Hubo una época en que la realidad que vivía consistía en un estado de vigilia, un estado de sueño y un estado de sueño profundo; así como para un individuo que experimentaba estos tres estados. De repente, esta cosa dio un paso por delante de todo eso. Es lo que ilumina estos tres mundos, que son: la vigilia, el sueño y el dormir. Se apoderó de estos tres estados y de sus contenidos. Se apoderó de todo para que los contenidos de la vida pudieran replegarse en un segundo plano. Existe antes de todo lo que yo creía que era. Incluso antes de todo lo que veo, siento y pienso en el momento presente. Es como si un vidente estuviera dentro de mí. Esta mirada interna observa que esta cosa es, a la vez, mucho más fuerte y mucho más dulce que cualquier otra cosa que pudiera existir, que se pudiera pensar o imaginar. Una vez la reconocí, vi lo cómoda que estaba con ello; me abandoné totalmente a ello.

Ahora, ya no existo como un individuo como antes. Esta persona llegó a su final. Ahora esta cosa, este silencio, me guía. Es como si el individuo, el ego, hubiera dejado de reconstruirse en cada momento. La experiencia es tan fuerte que ocupa el lugar de lo que mis ojos y mis otros sentidos intentan decirme. Los ojos que ven, los oídos que oyen, la piel que siente, ya no se usan para definir la realidad, puesto que a nivel profundo, esta cosa aparece antes de cualquier otra cosa en cada momento.Aparece antes de cualquier fenómeno y es anterior a cualquier experiencia que fabricaba mi existencia en el pasado. Todos los fenómenos están vistos ahora desde esta cosa porque ahora está en un primer plano y, todo lo que veo, oigo o siento, sea lo que sea, está en un segundo plano.

No hay nada más que el ahora. El momento anterior, el momento después, no son más que ideas abstractas. Este silencio, esta presencia constante, me impide permanecer en la mente, en el pasado o en el futuro; me lleva simultáneamente a vivir el momento presente. Hace que este momento tan intenso me haga sentir constantemente, profundamente viva—viva como nunca antes— incluso si estoy enferma, cansada o incómoda. Lo cual refuerza la idea de que no hay nada aparte de este momento, porque, sencillamente, no hay sitio para nada más.

Me he enamorado de este silencio, del momento presente, o, más precisamente, de lo que precede el momento presente. Me he enamorado de esta cosa que hace posible vivir de una manera tranquila y dulce. Esta presencia que ve, que permite ver sin la necesidad de que haya un yo. ¿Cómo uno podría no enamorarse locamente de eso?

https://elcodigodelaemocion.wordpress.com/category/emociones-atrapadas-2/

 

 

Un comentario en “Enamorada del silencio

  1. Vi a mi abuelo experimentar este silencio, tenía una hija a la cual quería mucho, mi tía, la cual falleció a los 40 años, lo recuerdo cerca del ataúd, con una paz tan grande que sorprendía, pasaban los días y seguía con esa paz, debe ser el silencio que habla el artículo, me gustó mucho.

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