Hace milenios, las gentes de antiguas culturas contemplaban atónitas el aparente milagro de las llamas que ardían de forma natural día y noche durante semanas, décadas o incluso siglos. Los relatos acerca de dichas llamas se han convertido recientemente en objeto de interés para geólogos y buscadores de petróleo y gas natural, ya que podrían no solo revelar información sobre las creencias espirituales y ritos religiosos del pasado, sino también aportar pistas a la geología moderna y ayudar al estudio y localización de posibles filtraciones naturales en yacimientos de gas.
De acuerdo con la web de noticias científicas Phys.org, Giuseppe Etiope del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia escribe en su libro “Fugas Naturales de Gas” que el estudio de las leyendas acerca de llamas eternas puede revelar a los investigadores la localización y duración en el tiempo de fuegos observados en la antigüedad provocados por fugas naturales de gas . Saber que ciertos fuegos ardían y por cuánto tiempo puede ayudarnos a determinar cuáles en la actualidad no han sido causados por la moderna actividad humana como perforaciones o “fracking”.
El depósito de gas de “La Puerta del Infierno”, cerca de Derweze en Turkmenistán, lleva ardiendo desde 1971 Wikimedia Commons
Determinar dónde ardía un antiguo fuego a causa de la presencia de gas puede permitir asimismo a los investigadores estimar qué cantidad de gas puede hasta el momento haber sido liberada a la atmósfera y qué cantidad puede quedar aún en el subsuelo de una localización o yacimiento concretos.
“Conociendo los flujos actuales de gas que se vierten a la atmósfera y sabiendo además que la fuga ya estaba activa hace dos mil años, podemos estimar la cantidad total de gas que se ha vertido a la atmósfera hasta ahora. Lo que podemos medir a día de hoy probablemente sea también válido, al menos en términos cuantitativos, para el pasado,” escribe Etiope en su capítulo “Fugas de gas en la Antigüedad: Mitos, Religiones y Desarrollo Social».»Esta información puede no sólo ser relevante para los estudios sobre emisiones globales de Metano sino también para comprender los riesgos potenciales de filtraciones o fugas en las prospecciones petrolíferas, sean estas comerciales o no”
Las llamas eternas han simbolizado cosas muy diferentes para las diversas culturas. Por un lado han tenido un significado cultural y religioso a lo largo de la historia, por todo el mundo. La llama eterna puede representar la luz solar o la presencia eterna de una deidad. Puede simbolizar la posesión de sabiduría, o formar parte de un antiguo rito de veneración ancestral.
Las llamas legendarias de la antigüedad eran obviamente en ocasiones fuegos provocados por fugas naturales de gas o depósitos de carbón, y las más antiguas de origen artificial, ya por tanto obra del hombre, eran alimentadas por madera o aceites.
El fuego que lleva ardiendo más tiempo en todo el mundo se considera que es el de la Burning Mountain (“Montaña Ardiente”) de Australia. Es un fuego eterno alimentado por una veta de carbón, y se dice que ha ardido ininterrumpidamente durante más de 6.000 años.
Etiope escribe que las fugas de gas y petróleo pueden haber ejercido una poderosa influencia en las sociedades y tecnologías de los pueblos antiguos, pues el combustible ha sido a menudo (y por desgracia sigue siendo a día de hoy) motivo de guerras.
La prueba más antigua conocida del uso de petróleo por parte de seres humanos de la que disponemos nos la encontramos en Siria, donde sabemos que hace 40.000 años los Neanderthales empleaban betún en la fabricación de sus herramientas de piedra.
Podemos encontrar además llamas eternas en registros históricos que se remontan varios milenios atrás. Plinio el Viejo nos habla de Quimera, un lugar montañoso cercano a la antigua Licia (en la moderna Turquía) en el que “…realmente ardía una llama que no se extinguía ni de noche ni de día”. El gas metano se filtraba por conductos a través de la roca, y en consecuencia, extraños fuegos ardían en la superficie de la montaña.
El monte Quimera era un lugar de Licia notable por sus fenómenos volcánicos y algunas fuentes muy antiguas afirman que allí nació el mito de la Quimera. Wikimedia Commons
Este fenómeno geológico dio lugar al mito de la Quimera, una bestia terrible que despedía fuego por la boca y cuyo cuerpo tenía cabeza de león, una cabeza de cabra sobre su espalda y cola de serpiente.
La Quimera ilustra una antigua pieza de cerámica romana ca. 350-340 a. C. Dominio Público
Las lámparas que arden eternamente son una constante en numerosas leyendas religiosas que quizás se inspiraron en lo que parecían fuegos inextinguibles, producto de filtraciones de gas o petróleo.
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En Phys.org podemos leer que los seguidores de Zoroastro adoraban los eternos “Pilares de Fuego”, y una corriente de crudo burbujeante que ascendía desde el subsuelo se menciona en una antigua leyenda romana del 38 a. C. Esta ubicación se convirtió en punto de encuentro para los primeros Cristianos de Roma, y hoy día nos encontramos con una Basílica construida justo sobre ese lugar. El fuego de Manggarmas, sagrado en Indonesia, sabemos que lleva activo desde el siglo XV y hasta el dia de hoy se sigue utilizando en ceremonias religiosas.
Es tan poderoso el simbolismo de la llama eterna que la idea ha perdurado hasta nuestros días. Las llamas eternas modernas a menudo se emplean en memoriales y suelen estar alimentadas por combustible gaseoso, casi siempre propano o gas natural. La llama olímpica también es un símbolo de fuego eterno fácilmente reconocible a nivel mundial, y en numerosos lugares en los que se celebraron juegos Olímpicos en su momento la llama que fue encendida por la antorcha sigue ardiendo a día de hoy.
Una vez más los científicos buscan en la antigua sabiduría las respuestas que complementen su moderna investigación.
Imagen de portada: El “Templo del Fuego” zoroástrico de Ateshgah, cerca de Baku, Azerbaiyán. El templo fue construido sobre conductos naturales de gas que finalmente han dejado de contener combustible, así que ahora la llama se alimenta de manera artificial por medio de tuberías. Foto: Giuseppe Etiope
Por Liz Leafloor
Traducción: Rafa García
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