“Sólo cuando hayamos dominado la significación del servicio y del sacrificio, puede revelársenos en su verdadero sentido la realidad de la inmortalidad”. Alice Bailey
Nada en materia humana nos afecta más que la cuestión de la Vida y la Muerte.
La certeza de que hemos nacido en este mundo y la incertidumbre de no saber cuándo hemos de partir. La exaltación por la vida y el temor a la muerte parecen encerrar nuestra experimentación dentro de una dualidad sobre la que no tenemos control. Sin embargo, basta observar la Naturaleza para intuir la salida, el camino hacia la Libertad última a la que puede aspirar el Hombre. Todo en ella responde a un ciclo. Algo nace, se conserva un tiempo y muere para dar lugar a un nuevo nacimiento. Si un fruto maduro cae de un árbol, ha de descomponerse para brindar su semilla a la tierra y que la simiente en su desarrollo de lugar a un árbol nuevo que proveerá de más frutos. En este sencillo ejemplo se oculta el proceso de Resurrección, la salida de la dualidad entre la Vida y la Muerte.
Pero vencer tal dualidad es el mayor desafío al que se puede aspirar. Se trata de un largo proceso. La visión individualista, el enfoque puesto en nuestro propio provecho, esta actitud en la que caemos inconscientemente por hábito muchas veces motivados por una suerte de instinto de supervivencia que pertenece más al reino animal que al humano, todo ello se vence a la luz de la toma de decisiones conscientes. El propósito ya no es sobrevivir, sino dar todo de uno por servicio, por A-mor…
Grandes Iniciados
Sea como mitos, leyendas o credos, llega a hasta nosotros el arquetipo del hombre que vence su naturaleza inferior en pos de un bien mayor, descubriendo en el camino la realidad de su Naturaleza Superior. Apolo y Dionisio griegos, Hércules romano, Mitra persa, Adonis sirio, Isis, Osiris y Horus en Egipto, Krishna hindú, Indra y Budha en Nepal y Tibet, Quetzalcoatl en México… Llegan
hasta nosotros los ecos de seres que se desafiaron y cruzaron las grandes aguas hasta convertirse en Grandes Iniciados. Casi todos ellos nacieron de Madre Virgen bajo el solsticio de diciembre o fechas aledañas, en una caverna o cámara subterránea; trabajaron para servir a la Humanidad; se los llamó mediadores, sanadores, liberadores, salvadores; fueron tentados por la oscuridad, descendieron a los infiernos o al inframundo; resucitaron de entre los muertos a los tres días y el pueblo los reconoció como precursores que abrieron las puertas del Reino Divino.
Y esto no es casualidad. Antiguas Escuelas de Misterios sintetizaron el triunfo de la Naturaleza Divina a la que accedería el hombre consciente a través del Proceso Iniciático. Un proceso arduo que consta de varios pasajes o iniciaciones, que son episodios que lo transforman progresivamente y la experimentación consciente de los mismos produce la gran transformación.
El Proceso Iniciático
Estos estadios o iniciaciones fueron por mucho tiempo vedados a ojos profanos.
Frente a un nuevo ciclo por venir, se sintetizó en el Cristo el paso y el mensaje de todos los Grandes Iniciados que lo precedieron, añadiendo la cualidad sacra y profunda del Amor en su magnánimo significado. La revelación de un único mandamiento al cual se adhiere todo corazón puro: “Amaos los unos a los otros”. En ello se encierra el Servicio, el Sacrificio, la Humildad y la Sabiduría.
Allí es donde el camino del héroe queda revelado ante toda la humanidad, aunque es menester para su completa revelación, desarrollar “ojos para ver y oídos para oir”. Apenas comprendemos que el Nacimiento en una cueva de Belén, representa el nacimiento de la célula Crística en el corazón del hombre. Que el Bautismo en el Jordán representa la redención y superación de nuestro reactivo e instintivo cuerpo emocional. La Transfiguración en la Montaña como la
elevación por sobre la oscuridad, el dominio de la materia mental, la formación consciente de pensamientos constructivos que colaboran con un propósito lumínico, la fusión del Alma y la personalidad. La Crucifixiónresponde al renunciamiento, grandes sacrificios y sufrimiento como transición entre la vida temporal a la vida eterna; pero apenas podemos imaginar lo que ello verdaderamente significa. Finalmente, para nuestra capacidad de comprensión, la Resurrección, en palabras de Michel Coquet: “una de las verdades más profundas de la ciencia secreta. Su espíritu iluminado le
permite comprender leyes más complejas que actúan en el universo manifestado. Adquiere, entre otros, el poder de dominar las energías de la luz y del sonido, y comienza a percibir mejor la presencia de su propia mónada <adumbrante>, gracias a la cual puede comulgar con el gran Ser que anima todas las cosas: El Logos Planetario.”
De la Naturaleza Humana a la Naturaleza Divina.
El proceso Crístico, especialmente su Resurrección, nos revela la precipitación de un Quinto Reino en la tierra tras la superación de las limitaciones de la materia. La autora Alice Bailey decía en su libro De Belén al Calvario: “La clave para la derrota de la muerte y los procesos para comprender el significado y el carácter de la eternidad y de la continuidad de la vida, pueden ser revelados sin peligro sólo cuando el amor se posesione en la conciencia humana y cuando el bien para el todo, y no el bienestar egoísta del individuo, se considere como supremo.”
En Pascuas gran parte del mundo expresa la convicción de que existió un Cristoque venció a la muerte mediante el proceso de Resurrección. La búsqueda de la Inmortalidad, eje transversal de la existencia humana que se registra desde la epopeya de Gilgamesh pasando por el conocimiento alquímico, se nos revela a través del Cristo como un proceso paulatino en el que se ponen bajo rigurosa prueba nuestros verdaderos fines. Todo aquello que trabaja para el propio bienestar, el deseo de reconocimiento, el éxito personal, la ambición de poder, la posesión, están profundamente arraigados en los hábitos del ser humano, abalados por el sistema imperante y una parte muy astuta de nuestra mente que lo justifica. Sin embargo, podemos concientemente agudizar los sentidos ante una autoevaluación en la que nos preguntamos a quién sirven nuestros actos, pensamientos, emociones y palabras. Al cotejar si sirve al regocijo de nuestro propio ego, debemos decidir si enfrentamos el miedo a lo desconocido y nos arriesgamos por la muerte del yo, para dar lugar a un nuevo ser humano en nosotros mismos aquel que intuímos, aquel que sirve por Amor a la humanidad y a la creación toda.
YO soy mi ego,y no es para «regocijarme ni por temor a la muerte del yo» que hurgo en los mas profundos pliegues del conocimiento,sino para encontrarle una justificación a la experiencia vivida que me ha sido impuesta sin mi consentimiento.
Si lo lograra,con alegría me desvanecería en la cálida placidez de la inexistencia.