«Duende» viene del latín dominus (dueño) y es contracción de duen de casa. La raíz etimológica es demd-1 (casa). Con el sentido de «duende» la palabra es conocida desde al menos el s.XV. Desde el Renacimiento la palabra ha sido sinónimo de fantasma o demonio menor. Muchas leyendas comentan que se aparece como un humanoide bajito y con gorro.
Según Alfonso de Palencia (1490), los lares eran llamados por los paganos “duendes”. Para Covarrubias (1611):
Llamanse los duendes cerca de los latinos geni, larva, lemures, lares y cada nombre destos les competía por los diversos conceptos que dellos tenían, nosotros por esta razón los llamamos dueños de casa, y corrompido el nombre, y truncado decimos duendes.
El padre Benito Remigio Noydeus decía a sus lectores en 1668:
La experiencia enseña que hay demonios que, sin espantar ni fatigar a los hombres (porque Dios no se lo permite ni les da mano para ello), son caseros, familiares y tratables, ocupándose en jugar con las personas y hacerles burlas ridículas. A éstos llamamos comúnmente trasgos o duendes, los franceses los llaman “Guelicos”; los italianos “Farfarelli”, y los gentiles, supersticiosamente, los veneraban por dioses caseros, llamándoles Lares y Penates.
El padre Fuentelapeña en su libro El ente dilucidado (1676) indica la descripción de los duendes por parte de algunos testigos oculares:
1-Tienen figura humana
2-Suelen aparecer con hábitos religiosos.
3-Duermen, pues se les oye de noche y no de día.
4-Se muestran especialmente regocijados con los niños, y no así con los mayores.
5-Los duendes martirizan a los que están dormidos, creándoles pesadillas.
6-Tienen una mano de estopa y otra de hierro, aunque en esta creencia, Fuentelapeña ve una metáfora tomada de que unas veces suelen dar más recios golpes y otras más blandos.
7–Al final nos da una definición de los duendes diciendo que no es otra cosa que un animal invisible, o casi invisible trasteador.
El DRAE 1732 dice de los duendes:
Especie de trasgo o demonio que por infestar ordinariamente las casas se llama así. Puede derivarse este nombre de la palabra “Duar”, que en arábigo vale lo mismo que casa. Parecer un duende: persona que siempre anda escondida, sola o por los rincones, a semejanza de los duendes, que por la mayor parte habitan en las casas los lugares menos frecuentados por la gente. Moneda de duendes: llaman así a las monedas endebles, porque como los duendes, tan apriesa se ven como se esconden, así las monedas de esta calidad desaparecen entre los dedos.
El padre Feijoo (1676-1764) opinaba:
No son ángeles buenos o malos, ni almas separadas de los cuerpos, sino unos espíritus familiares, semejantes a los lemures de los gentiles.
Parece que los antecedentes del duende se hallan en los lares romanos, no solo por las similitudes que nos muestran numerosos autores, sino por etimología, ya que ambas vocablos contienen importantes referencias al hogar o casa familiar.
Los lares: Llamados en singular lar, eran deidades romanas protectoras de los campos, la “tierra de los padres”, de la familia (Lares familiares), de las encrucijadas (Lares viales) o de algunos lugares. Tenían carácter tópico, aunque convenientemente evocados actuaban también contra los enemigos, se creía que protegían las propiedades de la pestilencia y la ruina. Eran venerados ante el fuego doméstico y en la encrucijada donde el domino familiar entraba en contacto con el de los vecinos. En los lararios domésticos, los lares familiares eran representados como jóvenes danzantes que sostienen con una de sus manos una pátera o una sítula sobre la que derraman el vino que sale de un rython agarrado con la otra. Visten la túnica praetexta de los niños y llevan, también como ellos la bulla.
Pero de igual forma que existían los Lares del hogar doméstico, identificados a veces con las almas divinas de los antepasados, y Lares familiares (el Lar familiaris recibía especiales honores del paterfamilias), también la colectividad pública, es decir, el Estado, tenía sus Publici Lares y veneraba de forma particular a los Lares Praetites (protectores) por ser custodios de la ciudad y del hogar público. Su sede estaba en un viejo altar, en lo alto de la Vía Sacra, sobre la ladera del Palatino. El sentido familiar en las áreas menos romanizadas de Hispania se advierte en que los Lares no eran domésticos, sino Lares gentilitates, es decir, de una unidad suprafamiliar. Mercurio era el padre de los lares, mensajero de los dioses (especialmente Júpiter) y que protegía a viajeros y comerciantes. Los dioses lares del emperador Alejandro Severo eran Orfeo, Abraham, Apolonio de Tiana y Jesucristo.
Del noroeste de la Península procede casi una veintena de inscripciones que tienen como común denominador el estar dedicadas a los Lares Viales. Estudiosos diversos han apuntado que bajo esta denominación específicamente latina (los Lares son divinidades protectoras de la casa –Lar Familiar con centro cultual en el hogar-, de las encrucijadas de los campos o de la ciudad, de las murallas de ésta, de los viajes por tierra y mar), pudiera enmascararse un culto a dioses indígenas. Scarlat Lambrino señaló que la introducción en la zona de las deidades latinas se llevaría a cabo a comienzos del siglo II como medio de asimilación de los numina loci. Alarçao, Etienne y Fabre, subrayando el carácter céltico de estas divinidades indígenas, indicaron por su parte que el culto a los Lares habría sido introducido en época flavia, en un proceso que conduciría, desde el preciso sentido religioso que los Lares tenían en la religión romana, a la veneración de unos dioses de contenido ambiguo y función eminentemente protectora –en la línea operada asimismo con Genius, Tutela, Fortuna o Numen-; el análisis de la antroponimia de los dedicantes confirmaría la transición de una sociedad indígena a otra indígena romanizada.
El conjunto de la documentación ha sido también objeto de estudio por parte de Bermejo, quien ha indicado que se trata de dioses indígenas protectores de los caminos, a partir de informaciones literarias como las de Estrabón (3:37: los indígenas exponían a los enfermos en los caminos) o San Martín Dumiense (De correctiones ruticorum 7,17: solían arrojar piedras en determinados puntos de los caminos como ofrenda a un dios que él denomina Mercurio). Pero nos interesa más otras menciones en las que los Lares aparecen acompañados de epítetos indígenas. El conjunto de la documentación, que abarca otra veintena de epígrafes, constituye uno de los ejemplos mas interesantes de interpretatio indígena. Su geografía cultual comprende las regiones portuguesas de Tras-os-Montes, las Beiras, Minho y Douro Litoral, así como las provincias españolas de Orense y Cáceres. Los teónimos aparecen consignados en dativo singular (Sefio, Circeiebaeco, Proeneiacco, Pemaneieco, Patrio, Coutici, Coutioso, Ocaelaego) o en plural (Cairensibus, Cerenaseis, Cusicelensibus, Erredicis, Ostianis, Patriis, Tarmucenbaecis –o Inmucenbaecis- Ceceaecis, Gegeiqis, Amaecis, Aquitibus, Beflacis, Gumelaecuis, Ormonufis, Varicis), presentando los epítetos indígenas carácter tópico.
Pero no faltan las expresiones en genitivo plural indicador del grupo humano al que protegen; así, la mención de los Lares Callaeciarum en una inscripción lucense dedicada por Saturninus, liberto augustal de origen africano, a los Númenes de los Augustos (Septimio Severo, Caracalla y Geta), Juno y Venus, sus propios Dioses Patrios y otras divinidades. La mención a estos Lares indígenas se entiende porque el personaje ejercería el cargo de procurator Asturiae e Callaecia; un ejemplo ilustrativo, pues, de la interesada apertura “política” que caracteriza al sistema religioso romano, que presenta evidencias que, como la de este epígrafe, expresan el culto rendido por militares o funcionarios a los elementos quiciales de la religión pública y a los dioses de sus lugares de origen, pero también a los de las comunidades o zonas en la que desarrollarán sus misiones.
La directa relación entre los Lares y unos determinados grupos familiares queda atestiguada en un par de interesantes inscripciones. Una de ellas hallada en Oliva de Cáparra, Cáceres, se dedica a Laribus Gapeticorum Gentilitatis; la otra, de Conimbriga, menciona a los Lares Lubanci Dovilonicorum horum, es decir, a los “Lares Lubancos de estos Dovilónicos”, de la parte de los Dovilónicos asentada en el lugar de procedencia del epígrafe.
Seres asociados: Para conseguir más información veraz sobre los duendes debemos estudiar otros espíritus que tengan similitudes con ellos, tanto en actividades como en etimologías.
-El follet: Afortunadamente hay un ser típico del levante peninsular y Baleares llamado follet(denominado en tierras valencianas duendo o donyet) que encaja totalmente con lares y duendes.Follet tiene como raíz etimológica bhel-2 (hinchar) e incluye palabras como: fuelle, holgorio (espacio de tiempo en que se deja el trabajo), holgar (jadear), jorgorio (juerga), etc. A menudo se relaciona elfollet con el aire ya que se le considera generador de un extraño viento que se hace muy molesto, de hecho en la comarca del Pallars se llama «fullet» a un viento muy fuerte que durante noviembre y diciembre arranca tejas y dobla árboles. El follet es también conocido en el sur de Francia e Italia (folleti).
En algunas partes el follet es denominado llar de foc (lar de fuego), esa es la razón por la que se cree que viven entre las cenizas de la chimenea. Como vimos anteriormente, es muy antigua la relación entre los lares y el fuego. En la comarca de Lluçanes (Barcelona), cada familia de payeses tenía sufollet protector, que cada noche da una vuelta por la casa para comprobar que todo está en perfecto orden, incluso vigila el ganado. En todas las leyendas los follets traen mala suerte a la familia y al ganado si se les maltrata o ignora. Al igual que los duendes, suelen vestir ropas brillantes.
–El etxajaun (señor de la casa) es el duende vasco, normalmente se manifiesta de noche. Son guardianes de la casa y bienhechores, pero como ocurre con los follets, se enfadan bastante si encuentran apagado el fuego del hogar, sucia la vajilla o no se les hace ofrendas.
-El kobold: Otro ser que tiene clara equivalencia con el duende es el kobold (en alemán), kobelos (en griego) o el goblin (en inglés). Todos ellos son el mismo vocablo que procede del alemán kuba-walda(dueño de la casa), siendo la palabra raíz chubisi, vocablo antiguo del alto alemán que significa casa, edificio o choza. Chubisi es semejante al inglés cove o el español «cueva»; raíz keud-2 (hinchar, agujero), del latín cavus (vacío). Nótese que la ráiz etimológica, al igual que la del follet, hace referencia a «hinchar».
El historiador de las religiones Otto Scrader sugirió que la creencia en el kobold deriva de la tradición pagana en deidades domésticas que residían en el fuego de la chimenea. Alternativamente, Nancy Arrowsmith y George Moorse comentaron que la gente creía que los más primitivos kobolds eran espíritus de árboles.
Se acostumbra a tener al kobold alemán por equivalente del lutin románico. Es seguro que estos dos individuos presentan muchos puntos en común, y tanto el uno como el otro sobrevivieron hasta una época reciente en las tradiciones populares; tanto el uno como el otro, en un momento dado de su existencia, fueron genios domésticos. Como el kobold ha sido estudiado muchas veces, simplemente recordaremos algunos puntos interesantes para nuestro tema. La mas antigua aparición del vocablo se encuentra en las glosas del otro lado del Canal de la Mancha, en forma de cofgodas, término que traduce a penates. En si significa “dios de la casa, de la habitación”, pero el plural revela que se trata de una entidad indiferenciada. Los romanos adoraban en sus casas a los dioses penates (de penus«despensa»), espíritus que se encargaban de la abundancia alimentaria de la familia. Se les representaba en forma de pequeñas estatuas a las que se les ofrecía alimentos.
En Alemania, el vocablo aparece hacia el siglo XII con la forma kobold, formado a a partir de kobe, “cuarto”, y el verbo walten, “reinar, dirigir”. Pues bien, en esa época no designa a un ser viviente de la familia de los genios, sino a una figura esculpida en madera o hecha de cera, o sea, una especie de ídolo, a la que en determinados momentos del año se hacían ofrendas de alimentos. Así pues, elkobold remite a la tercera función. Es posible, pero difícil de probar, que los títulos del Indiculus superstitionum (siglo VIII) concernientes a “simulacros hechos de pan” y otros “hechos de harina”, se refieran al ancestro del kobold. No resultaría demasiado asombroso, porque, en la Baja Edad Media, la literatura clerical –penitenciales y catecismos dedicados a los rustici– alude a semejantes ritos propiciatorios.
En opinión del poeta alemán del s.XIII Conrado de Würzburg, los campesinos solían fabricar kobolds con madera y cera (e incluso con raíz de mandrágora), para colocarlos luego en las partes altas de la habitación como diversión. La gente creía que el el kobold vivía en el material con que se fabricaba la figura. Normalmente medían entre 30-60 cm., tenían ropas coloridas y largas bocas. La expresión del s.XVII «reir como un kobold» podría referirse a estas bocas enormes de las figuras. Estas efigies se guardaban en cristal o en recipientes de madera. El mitólogo Jacob Grimm ha señalado que su origen se halla en época romana y que las autoridades eclesiales lo toleraban incluso mucho depués de haber sido cristianizada la población.
Se sabe que el kobold fue totalmente asimilado a los enanos y que incluso dio su nombre al cobalto porque los enanos tienen fama de gobernar el mundo subterráneo. Desde el siglo XVI, al otro lado del Rin, un nuevo nombre de los enanos es “mineros”, en plural Bergleute. La historia del kobold, aquí muy esquematizada, es instructiva: permite comprender como de la realidad –a saber, un culto doméstico que buscaba atraer a la casa la prosperidad- se pasó a temas fabulosos de cuentos populares. Tal fue la suerte de la mayoría de las criaturas del paganismo popular. Abandonaron el ámbito de lo real para entrar en el de las ficciones, pero, mas allá de toda transformación, toda fabulación y toda literarización, prueban la existencia de una cultura precristiana o extracristiana que se mantuvo largo tiempo en medio rural y cuyas huellas afloran un poco por todas partes.
¿Entraron estos individuos en la literatura de diversión porque se empezaba a verlas con distanciamiento y a no creer ya en ellas? Es posible. Pero hay otra explicación igualmente plausible: los poetas pudieron tomar de la realidad algunos temas porque veían el partido que podían sacar de ellos. ¿Y acaso ponerlos en escena en aventuras fabulosas y maravillosas no podía ser un medio de extirpar las creencias correspondientes a estas criaturas, sugiriendo al público que no eran mas que invención? Esta explicación tiene nuestro apoyo, pues descansa sobre una constatación simple: en Alemania, elkobold no se encuentra prácticamente más que en el fabliau, no en la alta literatura.
En el centro de todas las creencias correspondientes a la tercera función, está omnipresente el morir, y todo el resto se articula en torno a esta noción fundamental. ¿No es sugestivo ver que en Noruega se decía que toda granja tenía su genio tutelar, llamado
gardsvor, literalmente “el guardián del dominio”? Esta creencia adquiere todo su sentido si la relacionamos con lo que se cuenta en aquel mismo país: un campesino ofende a un genio del lugar (
genius loci), y el narrador observa: “No debiera haber hecho eso, pues ese genio es el espíritu del hombre que por primera vez roturó el lugar en el que se alza la casa”.
-El trasgo: No podía faltar el trasgo español. Como vimos y ahora comprobaremos, es el más equiparado al duende por los autores renacentistas.
Según Torquemada (s.XVI):
Los trasgos no son otra cosa que unos demonios más familiares y domésticos que los otros, y así parece que algunos no salen de algunas casas, como si las tuviesen por sus propias moradas, y se dan a sentir en ellas, con algunos estruenos y regocijos, y con muchas burlas, sin hacer daño ninguno: que aunque yo no daré testimonio de haberlo visto, he oído decir a muchas personas de crédito que los oyen tañer con guitarras, y con cascabeles, y que muchas veces responden a los que llaman, y hablan con algunas señales y risas, y golpes.
Para Covarrubias (1611):
El espíritu malo que toma alguna figura humana o la de algún bruto, como es el cabrón, y así pienso de haberse dicho de tragos hircus, o se dijo trasgo a transuertendo, porque dicen que suele revolver las cosas y los cachivaches (trastos) de casa, particularmente los vassares y espeteras. Vide verbo duende. Trastear es andar revolviendo trastos viejos.
Según el DRAE de 1739:
Demonio casero que de ordinario inquieta las casas, particularmente de noche, derribando las mesas y demás trastos, tirando piedras sin ofender con ellas, jugando a los bolos y con otros estruendos aparentes que desvelan a los habitadores. Viene del griego “tragos” que significa “cabrón”, por ser esta forma en la que se les ha visto algunas veces. Comúnmente se llama duende. Latín larva y lemur. Por semejanza se llama al muchacho vivo y enredador. Trasguear es fingir o imitar el ruido, juguetes y zumbas de los duendes o trasgos de cuya voz se forma, tiene poco uso. Trasguero es el que imita o finge las burlas, juguetes o acciones de los trasgos o duendes, es voz inventada y voluntaria.
Para Lisón Tolosana el trasgo tiene los siguientes rasgos en Galicia:
-Maligno y temido.
-Comete excesos principalmente aunque también se asocia a sexo, capricho, burla, travesura, impotencia. Nunca causa pesadillas.
-Como rasgo positivo se le considera alegre y dinámico.
-Se manifiesta principalmente en forma de luces, ruídos o voces. Es nocturno, suele aparecer en forma de crines de caballo, de niño o animales.
-Suele ser visto principalmente en árboles, aunque tambien con menor frecuencia en molinos, ríos, caminos y cocinas.
Un trasgo es en Galicia según algunos lugareños “un gato que crece y crece”, “una sombra negra enorme”, “un cordero enorme”, “vaca enorme”, “hombre alto, alto”, “mujeres enormes”. Según Jesús Rodríguez López (1910), cuando en Galicia se halla pescando un pescador y se posa un pajarito en la cruz de la red llamada vergel, dicen que es el trasgo y augura mucha fortuna en la pesca de aquella noche. Los trasgos no soportan que esté apagado el fuego del hogar. Una de sus bromas favoritas es convertirse en pelotas luminosas y persiguir a los peatones que se encuentran por los caminos al anochecer.
El origen de la palabra trasgo es dudoso, para Corominas podría tener origen en el antiguo verbotrasgeer (hacer travesuras), aparece en el s.XV. A pesar de que cuadra con las actividades de los trasgos no termina de convencerme. Tras estudiar a fondo al trasgo y su íntima relación con el duende, me decanto por abreviación de la palabra «trashoguero». ¿Qué significa este término tan antiguo? Es una losa o plancha que está detrás del hogar o en la pared de la chimenea, para su resguardo. También es leño grueso o tronco seco que en algunas partes se pone arrimado a la pared en el hogar, para conservar la lumbre. Es formado de la preposición tras y el nombre hogar.
Todos estos datos fragmentarios acercan bastante el trasgo a los duendes y al follet. Es de remarcar su íntima asociación con el fuego, las travesuras infantiles, el hogar y la madera. Me temo que es mismo perro con distinto collar.
Separando el trigo de la paja: Muchos siglos han transcurrido desde que la palabra «duende» se puso en boga, a esto hay que añadir que la Iglesia cristianizó a los duendes dándoles un papel ridículo y grotesco que nada tenía que ver con los lares romanos ni con sus fines religiosos originales. Hoy día mucha gente cree saber sobre duendes, e incluso publica libros sin tener la más pajolera idea: se habla de duendes de las cuevas, duendes de las montañas, seres elementales ecologistas y otros disparates o vanidades que no vienen al cuento.
En muchas culturas paganas antiguas existieron espíritus del hogar que convivían con la familia, seres espirituales que según cuentan las leyendas colaboraban en las tareas domésticas y a los que se les rendía culto en lugares específicos de las casas (lararios), algunos de estos pueblos enterraban a sus muertos en la misma casa. Es en este campo donde el lector debe buscar información y conexiones con los duendes. En España muchos seres son tildados de duendes sin serlo.
Cuando el paganismo desapareció por completo de la mente de la población, los lares se convirtieron en duendes o fantasmas que ya no recibían culto.Vale la pena apuntar que «casa enduendada» era sinónimo de «casa encantada» en el Renacimiento. Todos hemos oído hablar alguna vez de los fenómenos «polstergeist» (espíritu ruidoso) que se dan en algunas de estas casas. Es curioso observar que los hechos paranormales se repiten en el mismo lugar con el transcurso del tiempo: movimiento de objetos (telequinesia), apariciones, ruídos, voces extrañas, desapariciones misteriosas, etc. La fenomenología se acrecienta e incluso es hostil cuando los intrusos cambian el mobiliario o hacen obras en la casa. No parece gustarle a los duendes que les trastoquen su hogar.
Actualmente, estos sucesos se asocian habitualmente a espíritus de difuntos que habitaron el lugar en cuestión y que se niegan a abandonar «su» hogar. No es extraño su asociación con los fantasmas, pues en sí mismo el término «duende» se refiere al ser inmaterial que habita una casa la cual tiene por propia, ya sea bueno, malo, niño, anciano, hombre o mujer. También suele achacarse el encuentro o la acción de estas entidades a extraterrestres o peligrosos demonios, sin embargo un campesino de la Antiguedad o la Edad Media no dudaría en pensar que se trata de alguna «bromita» de un duende o similar.
Por lo que comentan las leyendas muchos duendes son bromistas y juguetones como niños. Y hablando de niños… En Japón el Zashiki-warashi era el fantasma de un niño, a menudo más travieso que peligroso. Se creía que podía habitar en casas viejas trayendo suerte a sus habitantes, especialmente si éstos eran conscientes y amables con su presencia. En caso contrario traía mala suerte. En todas partes cuecen habas. En definitiva los dioses penates, los lares y los cofgodas (dioses de la cueva) eran difuntos que recibían culto entre los paganos de la antiguedad y la Edad Media. Fue a partir del s.XIII cuando la mayoría de la población, ya cristianizada, dejó de creer en ellos y pasaron a convertirse en duendes, kobolds y almas en pena. Las palabras cambiaron a la misma vez que las creencias.
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