«Saber interpretar el lenguaje de las flores, de los árboles, de los pájaros, es un don que pocas personas poseen. Pero todo el mundo puede hablar con ellos y hablar también a las rocas, a los lagos, a los ríos, a las montañas. Lo que creáis en el mundo sutil, no sólo con las palabras que pronunciáis, sino también con vuestros pensamientos, vuestros sentimientos, vuestros deseos y vuestros gestos, es un lenguaje e incluso el único lenguaje real; es el que se inscribe, el que se graba en la materia del universo, y es activo, creador.
Debéis pues siempre «hablar», debéis crear, preocupándoos solamente que sea para el bien. Y la naturaleza que está ahí, atenta, se prepara a hacer su trabajo de realización, de concretización, porque la naturaleza siempre se somete al Verbo divino.»
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