– ¿La civilización está enferma? ¿De qué?
El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen sobre las mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus.
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– ¿A qué nos referimos exactamente con esa «mentalidad patriarcal»?
A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda.
Hay quien cree que todo esto forma parte de la naturaleza humana y que siempre ha sido así.
Pues no. Hay indicios de la existencia de un pasado matrístico y aún hoy existen algunas sociedades indígenas de estas características que no funcionan en absoluto con estas directrices y valores que conocemos en la civilización. Esta mente, lejos de ser inherentemente humana, en realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000 años, cuando, ante una crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas arcaicas indouropeas y semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron convirtiéndose en comunidades de guerreros depredadores.
– ¿Y cómo se manifiesta esta mente patriarcal?
En unas relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia, que interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales. El cerebro patriarcal-racional llama a la competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación. Esta dependencia y obediencia compulsiva (a los gobiernos y al poder en general) no sólo son enajenadoras para el individuo sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor.
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Autor: Claudio Naranjo
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