“EL TODO crea el universo MENTALMENTE, de una manera semejante al proceso por el que el hombre crea imágenes mentales. Pero lo creado por el hombre es la creación mental de una mente finita, mientras que lo creado por el TODO es la creación de una infinita. Las dos creaciones son similares en clase, pero infinitamente diferentes en grado.”
«EL TODO crea en su mente infinita innumerables universos, que existen por eones de tiempo; y sin embargo, para EL TODO, la creación, desarrollo, declinación y muerte de un millón de universos es como el tiempo del parpadeo de un ojo.»
«La mente infinita del TODO es la matriz de los universos.»
(Kybalión)
Vivimos y somos parte de un universo en el que todo es mente y fue creado por la Mente. Cada uno de nosotros también posee una mente y por ello cabe preguntarnos, ¿El hombre puede crear en su propio plano de existencia? Y, si es así, ¿cómo crea el hombre?
A la luz de la sabiduría hermética es indudable que cada hombre tiene la facultad de crear en el plano mental y que sus creaciones se verán reflejadas en el plano físico.
Este proceso de creación puede tener lugar de forma inconsciente o bien dirigido por la conciencia. Inconscientemente creamos continuamente. Cada circunstancia que nos rodea tiene su causa en nosotros mismos. Nuestra creación mental es nuestra propia vida.
Comprendiendo lo anterior y reflexionando sobre lo que se desarrolla a nuestro alrededor llegaremos a la conclusión de que todo lo que consideramos “externo” no lo es tanto. Cambiar la circunstancias de la vida pasa por cambiarnos a nosotros mismos porque todo cambio auténtico se procesa de dentro afuera, y no al contrario. Cada uno podríamos encontrarnos de algún modo dentro de las circunstancias que vivimos, en ellas debemos mirarnos porque somos nosotros mismos.
La vida de cada cual es el resultado de su forma de pensar por lo que modificando nuestros pensamientos nuestra vida cambiaría.
Sin embargo esta modificación no es tan sencilla como pudiera entenderse superficialmente. La fuente de la auténtica creación mental se encuentra dentro del ser humano pero no es la mente común y cotidiana.
La mente que normalmente utilizamos nos ha llevado a crear lo que somos.
Si queremos modificar resultados, es imprescindible generar y acceder a otro tipo de actividad mental, lo que se llama la mente superior y desde la cual se puede “crear a voluntad”.
En la utilización de la mente encontramos tres niveles.
El primero es la mente sensorial, aquella que elabora sus conceptos a partir de los datos que le proporcionan los sentidos. La realidad mental que crea es puramente sensorial y material, para esta mente nada tiene existencia real si no se relaciona de algún modo con el llamado mundo material.
El segundo nivel mental es el de la mente intermedia relacionado con las creencias, ideologías, principios de vida etc., es un plano de energía mental más sutil que el anterior.
Por último existe la llamada “mente interior”. Es un estado de lucidez interna en el que predominan estados de paz interior y que se caracteriza porque su centro de gravedad es la conciencia.
Los dos primeros niveles mentales son dirigidos por distintas fuerzas que habitan y forman la psiquis: deseos, miedos, ambición, envidias, conceptos, expectativas, proyectos, creencias, traumas… etc. El tercer nivel o mente interior se diferencia de las anteriores porque la energía que utiliza es la de la conciencia. Desde este nivel, todo en la vida propia y en el mundo que nos rodea, nuestro sentir, pensar y actuar, la interrelación entre circunstancias que vivimos y estados internos, la misma naturaleza y el cosmos… todo es comprendido y captado a nivel consciente. Este es el nivel desde el cual se puede crear a voluntad por lo que se la llama también , la Mente Creadora.
Estas tres mentes no están radicalmente separadas, sólo a efectos didácticos se clasifican. En realidad hay multitud de estados intermedios entre una y otra y dentro de cada una de ellas. El tránsito de un estado a otro se opera mediante lo que la sabiduría hermética llama “Transmutación Mental” y su base es elevar el nivel de conciencia, o, dicho de otro modo, iniciar el proceso del despertar.
EN LA PRÁCTICA |
El único medio que nos permite crear a voluntad y modificar circunstancias es la mente consciente. Cambiar simplemente un pensamiento por otro, repetirnos una y otra vez las llamadas “afirmaciones positivas”, puede servirnos para generar estados más deseables, pero pasajeros; a la larga no produce el resultado deseado. Llegar a establecer la mente consciente pasa por cambiar nuestra forma de pensar para que los pensamientos cambien.Mientras sigamos pensando como siempre lo hemos hecho, con las mismas creencias, conceptos y prejuicios, reaccionando mentalmente de la misma forma ante los mismos estímulos, la transformación no tendrá lugar. Sólo se producirá un cambio efectivo en nuestros pensamientos cuando estos sean el resultado de una mente nueva.
La toma de conciencia
Se trata de tomar conciencia la actividad que nuestra mente desarrolla. Pensamos continuamente, pero muy pocas veces somos conscientes de qué pensamos y por qué lo pensamos.
Es el medio de transformar la mecanicidad y los hábitos de pensamiento en reacciones conscientes y se lleva a cabo a través de la auto observación. Requiere adoptar una actitud interior de “observar” sin reprimir y sin dejarnos arrastrar por lo observado, es decir, sin reaccionar.
El diálogo interno
Dominar el diálogo interno. Modificando conscientemente nuestros diálogos interiores se puede transformar la realidad, eliminar la mecanicidad en la forma de pensar, así como aplicar el arte de “la transmutación mental” del que nos habla el Kybalión. El control del que hablamos no es represión ni imposición, sino la consecuencia normal que surge cuando los procesos mentales se van desarrollando a la luz de la conciencia. El diálogo interior tiene “protagonistas” que vamos descubriendo, comprendiendo, y transformando. El diálogo interno es producto de múltiples voces interiores que protagonizan diversas historias y tienen diferentes intereses y objetivos. Son los habitantes de nuestro mundo interior que tienen la capacidad de plasmarse y hacerse visibles atrayendo las circunstancias que vivimos, el tipo de relaciones que mantenemos, conformando nuestro entorno.
No hacer nada
En la vida cotidiana tendríamos que reservar algún tiempo a algo que no está bien visto en nuestra sociedad y que sin embargo resulta reparador, y aunque parezca contradictorio productivo. Nos estamos refiriendo a “no hacer nada”, a permanecer en silencio y cesar en toda actividad. No hablar, ni escuchar nada, ni movernos, ni leer … nada, procurando acceder a un estado de sosiego interno y observando desde esa zona interior de “inactividad” los pensamientos que nos van llegando y los estados emocionales que nos generan. Mediante esta práctica, nos ponemos en contacto con nosotros mismos, nos tornamos conscientes de muchos aspectos que en estado normal nos pasan desapercibidos, permitimos que nuestra mente recupere energía perdida y en definitiva es una ayuda para el autoconocimiento y la autotransformación.
El Silencio
A la Mente Creadora accedemos cuando entramos en contacto con lo que está más allá del plano físico y del mental o psicológico, buscando un estado mental sin turbulencias, sin apegos, sin participación del “yo” y del deseo. Ese sería el nivel de creación consciente. No podemos crear conscientemente desde el mismo plano o nivel de inconsciencia en el que generalmente nos encontramos, necesariamente tendremos que colocarnos en un estado interior de conciencia diferente. El camino hacia este estado es el Silencio.
El poder del silencio ha sido señalado por todas las corrientes de enseñanza espiritual. Hay dos tipos de silencio, el físico o de los prudentes como lo llamaba Pitágoras y el silencio de los sabios, el interior que consiste en la cesación de toda actividad mental. Practicando el silencio mental en el nivel en que nos encontramos, abrimos la puerta de acceso a planos superiores y al “conocimiento silencioso” De ahí el axioma según el cual “la forma más elevada de pensamiento es no pensar”. Cultivar el silencio es algo indispensable para acceder al nivel de la Mente Creadora.
Hay que permanecer en silencio cuando observamos nuestra propia actividad mental. Supone no reaccionar ante lo observado, eliminar los juicios internos y las actitudes de condena o rechazo así como la justificación o aprobación. Es la vía de la comprensión. Sólo manteniendo silencio ante todo lo que vamos captando podemos penetrar en el sentido profundo y llegar a comprender y comprendernos.
Lo anterior nos lleva al silencio como cesación de actividad mental. Es el estado de meditación profunda o de “vacuidad” como lo llama el Tao Te King. En este estado no existe ningún movimiento mental, cesan los pensamientos y proyecciones mentales no por represión, sino porque la mente se aquieta y apacigua de forma natural. El estado de silencio profundo es el ámbito de creación consciente.
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