«Los humanos llaman Providencia a un poder que, piensan, debe mantenerles a resguardo de los peligros y de las pruebas. ¡En absoluto! La Providencia no se opone nunca a que reciban las lecciones que necesitan para mejorar.
A veces, estas lecciones comienzan con éxitos y están muy contentos… Hasta el día en que descubren que, en estos éxitos, se escondía también ciertas trampas.
Obtener un puesto importante, ser reconocidos en su trabajo, en cualquier dominio que sea, parece algo ventajoso. Pero, a menudo, los que triunfan tienen tendencia a olvidar estas cualidades esenciales que son la bondad, la generosidad, la humildad, la abnegación. Por eso empiezan a tener oposiciones, pruebas, para que aprendan a practicar estas virtudes.
El Cielo no se ocupa de mantenerles a resguardo: vigila y espera a que hayan aprendido la lección. Cuando la hayan aprendido, volverán a encontrar de nuevo su prestigio en esta vida o en otra, pero deberán acordarse de ella.»
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