El don es la clarividencia: ver claro. Es la definición que mejor me cierra. La más aceptable. Engloba todo lo que me pasa: la mediumnidad, videncias, sueños y ver el aura. Todavía creo que no está desarrollado, que me falta mucha práctica, estudiarlo, ejercitarlo. Es como si estuviera todavía inmaduro. Desordenado, confuso.
Y creo también que necesita un sentido. Una dirección, un compromiso ético, una ideología, una creencia. El crecimiento del don va a ser de esas dos partes en conjunto. La clarividencia y el sentido. Me pregunto mucho del sentido de todo esto. La razón. Me pregunto sobre el destino, sobre si hay un plan superior, sea de un dios o de la naturaleza. O si es en realidad un accidente, algo que no debería estar ahí, que no debiera pasar. A veces llego a la conclusión de que no hay una conclusión posible. Que no tiene ningún sentido. Que es una cuestión evolutiva, como cuando los primeros humanos empezaron a pronunciar palabras. La posibilidad de transmitir pensamientos, emociones y deseos en forma oral debe haber sido una revolución. Algo mágico, impensable. Empezamos a hablar y a conceptualizar muchísimo después de la formación de las cuerdas vocales.
No se si es relevante que me haya tocado a mí ser medium. En términos de destino, de mi formación atea y escéptica. Tal vez no tenga necesariamente una razón. En términos de destino, de predestinación. Tal vez sea una capacidad que se herede o que se desarrolle sin necesariamente un sentido místico, sino simplemente fisiológico. Eso no significa que la mediumnidad no tenga una moral en si misma, que no sea responsable con el uso del don. Pero como algo personal más que una exigencia, un deber ser, un mandato social, por llevar el don. Cuando la gente me dice “lo que haría si fuera yo” se me hace un nudo en el estómago. El mandato social es especialmente exigente con los clarividentes. En primer lugar porque existe la postura de que el don es un regalo, de hecho en inglés se traduce como gift. Algo que no nos pertenece, que nos lo dio dios y que debemos agradecer haciendo el bien o retirándonos al estudio en catacumbas, irse a vivir a la india, dejar casa, mujer, hijo y perro y dedicarse al don. Ser un ermitaño. Transmitir buenos pensamientos, convertirse en algo así como un santo. Un gurú new age. Por otro lado está el tema del poder, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, hombre araña, asi que haz el bien, salvanos o convertite en un freak de circo. No hay mucho punto medio. O la consagración a la causa o la condena a leer el tarot en plazas públicas. Hay muchísima gente con algún don que lo usa para consultas frívolas. Ponen avisos en los diarios y son consultados por cosas superficiales. No creo que eso genere mala energía para el clarividente. Es su elección. No lo hace más o menos oscuro que otra persona. Y no por eso pierde el don. La necesidad que este don de la mediumnidad tenga un sentido es mía. La búsqueda, la ética, el camino, se me hace necesario a mí y no es una exigencia del don.
En paralelo, la supervivencia de la conciencia, la existencia después de la muerte, es para mí una tremenda novedad, mientras que hace miles de años que millones creen sin dudar en la vida después de la muerte. Si embargo para mi es un shock. Algo que me deja la casa dada vuelta. Tanto que me sigue costando. Analizar el don junto con lo que significa la supervivencia de la conciencia me resulta especialmente engorroso. No soy capaz de analizar la existencia de la vida después de la muerte. Todas mis creencias, o más bien, mis no creencias se han desvanecido, aunque no totalmente. Enfrentado a este conocimiento, a esta evidencia, simplemente colapso. Prefiero aceptarlo como misterio, saber que no tengo la información suficiente, ni el valor ni los elementos científicos ni racionales suficientes para entenderlo. Aceptar que estoy en un camino que recién empieza y que lo más fácil, para mi mente racional, occidental y bla bla bla, es tomar al don como un objetivo en si mismo.
Antes de pensar en el sentido del don, tengo que simplificarlo, ordenarlo, saber sus límites, entenderlo, manejarlo, definirlo, ponerle forma. Entonces es simple: es una capacidad biológica, fisiológica, que he heredado de mi abuela paterna, que no es el resultado de una búsqueda mística sino un fenómeno espontáneo, que es repetible pero no a voluntad, que tiene testigos, y que sirve para saber cosas de la gente y conectarme con personas que han fallecido.
Pero también, y más cerca de la búsqueda de un sentido espiritual, otra forma de simplificarlo es que soy un puente, entre personas de este mundo y sus parientes en el más allá. Soy un puente. Un instrumento, un traductor, estoy en el medio, no retengo, no retengo mucha información de lo que veo. Generalmente me cuesta recordar. Como si mi memoria ram se vaciara después de cada evento. Muchas veces recuerdo más las caras, las reacciones. Hay un momento en cada encuentro en que el pariente vivo tiene un shock. Le cae la ficha. Recuerdo las caras de sorpresa, las lágrimas, los gritos, los saltos. La gente se agarra el pecho, o la cabeza, o se tapa la cara. Recuerdo una chica que se cayó de la silla. Me miran con sorpresa, a veces gritando a veces sin habla. En ese momento hay un clic, un golpe. Un momento mágico. Darse cuenta de algo. Una epifanía, una iluminación. Hey, estoy hablando con mi mamá fallecida! Entonces existe la vida después de la muerte! Y al mismo tiempo se resiste: ¿cómo hace para saber esto? Lo que sigue al shock es la duda, algunos creen que los engaño. Otros tratan de acomodar en sus cabezas lo que está pasando. O lo niegan hasta que se desborda. Esto no es un engaño. Entonces viene una especie de liberación, de excitación, de momento místico y de “ahora creo”. Es literalmente un milagro. Cada vez que sucede es un milagro. También me ha pasado de sentir esa misma sorpresa del otro lado, como si los parientes del más allá también se sorprendieran. La sensación que tengo de vuelta, después del shock, es de alegría, de felicidad, de plenitud. Veo a la gente iluminarse delante de mí. Hacerse concientes. Vivir el presente exacto. Siento el tiempo que se detiene. Y ahí empiezan las chispas de sentido. El sentido del don.
El sentido del don es despertar.
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