Sólo viéndome en el otro completo la mirada de mí mismo. No puedo verme la espalda, ni siquiera el propio rostro, para esto preciso de algo que me refleje. Muchas veces, el otro hace de mi espejo perfecto, pues me muestra aquello que no puedo o no quiero ver.
Si queremos conocer aquellas facetas que están en nuestro interior y operan silenciosamente en nuestros actos, entonces habrá que percibir cómo está mi alrededor. Si eres padre, por ejemplo, en la relación con tu hijo, en su carácter, sus cualidades, aquellas que amas y admiras y aquellas que intentas cambiar y que, incluso, te avergüenzan, en todo estás reflejado. Todo habla de lo que eres. Por eso duele, por eso no queremos ser responsables de ello. A menudo abusamos de nuestro poder, culpando a los niños por sus acciones, en vez de animarnos a reconocer que aquello que veo también habla de mí.
Si quieres que algo afuera cambie, si quieres realmente ayudar a tu hijo a salir de alguna situación, mi consejo es “deja que te duela, ese dolor es la fuerza de tu sanación. Sin culpa, sólo con responsabilidad, reconoce que ahí, en lo que ves, estás tú. Eres capaz de salir de ello, así que ingresa y transfórmalo.”
Arrastramos dolor que cargan nuestros hijos; y ellos, seres puros si los hay, están ahí con su total inocencia invitándonos a sanar. Si limpiamos la memoria emocional y la dejamos ir, ellos se liberarán también y volverán a estar nuevamente en armonía.
Amado hijo, que eres quien soy yo: lo siento, perdóname, gracias, te amo.
No eres un mal padre por ver a tu hijo atravesando un problema, una situación compleja o difícil de resolver. Probablemente también tú has estado repitiendo algo aprendido alguna vez. Así como los niños reciben todo lo que somos, nosotros lo hemos hecho con nuestros padres y ellos con los suyos y así sucesivamente. Quién sabe hace cuánto se viene repitiendo un mismo patrón pero con distintas personas participando en él.
Sencillamente la invitación es aplicar una vieja técnica de sanación hawaniana, “Ho’oponopono”, que es altamente efectiva por operar desde el amor y la aceptación, hasta llegar al subconsciente, zona donde residen las memorias que pueden estar obstaculizando un desarrollo saludable de la vida.
Ho’oponopono significa: corregir o enmendar un error. Es un método antiguo que afloró gracias al trabajo del Dr. Len que lo utilizó para sanar personas, memorias y situaciones de una manera asombrosa.
Todos nuestros pensamientos, emociones, palabras, acciones y hechos pasados y presentes forman parte de nuestra memoria consciente e inconsciente y comandan nuestra vida.
Estamos generando constantemente situaciones que representan nuestros aspectos escondidos o aquellos que están a la vista.
Por eso, en primera medida, esta técnica nos ayuda a ver que somos responsables de todo lo que sucede a nuestro alrededor, porque de alguna manera estamos participando de ello.
Reconoce primero que lo que ves es parte de tu información, de tu memoria también. Es tu creación. Y, en vez de rechazarlo o sentirte víctima de ello, sácalo de la sombra e intégralo a ti.
Las palabras clave del Ho’oponopono son “lo siento, perdóname, gracias, te amo”.
Observa o recuerda aquella situación difícil, por ejemplo, el comportamiento agresivo de un hijo, la falta de atención e interés permanente, la ansiedad o angustia, la irritabilidad, incluso, una enfermedad. Puedes hacerlo también con algún alumno, familiar o paciente.
Trae la acción o situación a tu conciencia. Sin interpretar ni juzgar, reconoce, que aunque no entiendas cómo o por qué, eso está hablando de ti. Compartes con ese niño una misma información; él sólo está mostrándote algo, dándote la posibilidad de sanarlos a los dos.
Mientras lo miras, di: “Lo siento, perdóname, gracias, te amo”.
Estas diciendo primero “Lo Siento” y “Perdóname” porque reconoces que algo, sin que necesariamente sepas qué es, está en ti y ha creado y contribuido a que se plasme en la vida del niño.
Después dices: “Gracias” y “Te amo”, por darte la oportunidad de liberarte de ello, de sanarte. No lo rechazas, le agradeces y le dices luego que lo amas porque ha estado en ti, y es parte tuya también.
“Amado hijo, que eres quien soy yo: lo siento, perdóname, gracias, te amo”
Puedes utilizar estas frases en cualquier momento del día, incluso, mientras haces otra cosa. Es importante que lo hagas de forma constante, para llegar aquel lugar que nunca llegas.
No hay que convencer a nadie de que debe ser distinto, no hay que luchar con los procesos de las otras personas. La responsabilidad de la transformación y liberación está en nosotros, en ese lugar en el que tú y el otro son iguales o poseen la misma memoria.
El niño sólo te muestra que hay cosas que aún no has dejado ir, que permanecen en ti y que están educándolo, consciente o inconscientemente.
Dile “lo siento, perdóname, gracias, te amo por darme la oportunidad de sanarme y por dejarte libre de ello”.
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Autora: Nancy Erica Ortiz
Pedagoga Integral
Fuente: www.caminosalser.com
hermandadblanca.org