Asfixia Cognitiva: ¿Qué pasa cuando la razón «desconecta» las emociones?

Una colaboración de Adriana Babè

Durante años la sociedad ha enaltecido el valor de la lógica y la racionalidad. Por eso, pensamos que actuar de forma racional y objetiva es la mejor alternativa. Sin embargo, no siempre es así, hay casos en los que se puede producir una auténtica asfixia cognitiva.
Nuestro cerebro “cognitivo” es el encargado de regular la atención consciente y las reacciones emocionales, antes de que estas se vuelvan desproporcionadas. De cierta forma, ese control que ejerce el cerebro “cognitivo” nos libera de lo que podría ser una tiranía de las emociones, una vida completamente dirigida por los instintos.
Una investigación realizada en la Universidad de Stanford ha desvelado cuál es el papel de ese cerebro “cognitivo”. Cuando los participantes miraban fotos desagradables, de cuerpos mutilados o rostros desfigurados, sus cerebros emocionales reaccionaban inmediatamente. Sin embargo, si se esforzaban por controlar sus emociones, las regiones corticales tomaban el mando y bloqueaban la actividad del cerebro emocional.
Desde esta perspectiva, podemos comprender que el cerebro “cognitivo” nos puede ahorrar un sufrimiento innecesario, y también permite que nuestras reacciones emocionales no se nos escapen de las manos. Sin embargo, lo que a primera vista puede parecer positivo, encierra un gran riesgo: a fuerza de usar la razón, podemos terminar perdiendo el contacto con el cerebro emocional y sus llamadas de socorro, es lo que se conoce como “asfixia cognitiva”.

Es más difícil tomar decisiones cuando el cerebro emocional está “apagado”

Un control excesivo de las emociones puede dar paso a un temperamento poco sensible. Cuando el cerebro no permite que la información emocional desempeñe su papel, se producen otros problemas. Por una parte, es más difícil tomar decisiones porque no experimentamos ninguna preferencia “en el fuero interno”, es decir, no percibimos esas sensaciones en el cuerpo que nos indican qué camino seguir, y que no son más que un eco “visceral” de nuestras emociones.
Debido a la asfixia cognitiva, podemos ver a personas que tienen muy desarrollada su parte intelectual pero han descuidado las emociones. Para estas personas, tomar decisiones es difícil porque se pierden en consideraciones infinitas sobre los detalles, no tienen un instinto o un sexto sentido que las guíe, han perdido la brújula emocional que inclina la balanza y nos ayuda a decidir.
De hecho, el cerebro emocional es tan importante como el cognitivo, porque es el principal encargado de señalarnos cualquier posible peligro. El cerebro emocional evalúa la información que proviene del medio y puede desatar el mecanismo de lucha o huida, que nos puede poner a salvo si nuestra vida está en peligro. También es el encargado de señalarnos que una decisión no nos conviene porque podría hacernos daño emocionalmente. El cerebro emocional es un guardián celoso que también puede ser muy útil a la hora de tomar decisiones.
De hecho, un estudio particularmente interesante llevado a cabo en la Universidad de Ámsterdam encontró que cuando las personas deben elegir un cuadro, pensar sobre los detalles, de forma racional, no es la mejor alternativa. De hecho, al cabo de un mes, las personas más satisfechas con su elección fueron aquellas que se dejaron llevar por su intuición, que dejaron hablar al cerebro emocional.

La asfixia cognitiva nos mata poco a poco

La asfixia cognitiva también acarrea graves consecuencias para nuestro bienestar. Permitir que el cerebro cognitivo “desconecte” las emociones implica que no seremos capaces de percibir las pequeñas señales de alarma que envía el sistema límbico. Eso significa que habremos perdido la conexión con nuestro “yo” más profundo, por lo que, al final, estaremos violentando nuestros valores y nos haremos sufrir, quizás atándonos a un trabajo o a una relación de pareja que en realidad no nos satisface.
Un ejemplo perfecto de asfixia cognitiva se aprecia en los hombres que han aprendido, de niños, que sus emociones no eran aceptables. Han crecido escuchando que “los chicos no lloran”, de manera que aprenden a reprimir sus sentimientos y después les resulta muy difícil expresarlos. Sin embargo, se ha demostrado que reprimir las emociones no las calma, no nos sentiremos mejor porque escondamos el dolor.
Además, reprimir las emociones a favor de la razón no solo nos puede hacer muy desdichados sino que también puede traducirse en problemas físicos. De hecho, enfermedades como el estrés, la fatiga sin una causa aparente, los trastornos gastrointestinales, los problemas de la piel, las enfermedades cardíacas y las infecciones recurrentes tienen en su base un patrón de represión emocional.
Cuando suprimimos o escondemos las emociones, en vez de expresarlas, estas terminan provocando problemas de salud que pueden llegar a ser muy graves. En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de Berkeley ha llegado a la conclusión de que reprimir las emociones pesa más sobre nuestro corazón y las arterias que las emociones en sí mismas, aunque estas tengan una valencia negativa.
En este experimento los investigadores apreciaron que las emociones son reacciones muy intensas que despiertan cambios a nivel fisiológico. Sin embargo, para controlar las emociones debemos poner en marcha un proceso de inhibición. En teoría, suprimirlas no debería provocar una activación fisiológica, pero resulta que no es así. De hecho, al reprimir las emociones se produce un aumento de la actividad somática y de la frecuencia cardíaca, así como una activación a nivel simpático. Todo esto sugiere que intentar suprimir las emociones, tanto las negativas como las positivas, tiene un elevado costo a nivel físico.
Moraleja: la represión emocional tiene un costo demasiado elevado, tanto para nuestro equilibrio psicológico como para nuestra salud física. Las emociones no son nuestro enemigo, son señales a las que debemos prestarles atención. El secreto no radica en esconderlas, sino en experimentarlas y superarlas.
Fuentes:
Wiseman, R. (2009) 59 seconds.Think a litle, change a lot. Nueva York: Alfred A. Knopf.
Dijksterhuis, A., & van Olden, Z. (2006) On the benefits of thinking unconsciously: Unconscious thought increases post-choice satisfaction. Journal of Experimental Social Psychology; 42: 627–631.
Gross, J. & Levenson, R. (1997) Hiding Feelings: The Acute Effects of Inhibiting Negative and Positive Emotion. Journal of Abnonnal Psychology; 106(1): 95-103.
http://www.rinconpsicologia.com/2015/08/asfixia-cognitiva-que-pasa-cuando-la.html

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