«La tendencia natural de los humanos es imponerse, exigir, obligar a los demás sin preguntarse si estas exigencias están justificadas. Y lo que es extraordinario, es que eso les parece fácil de realizar. Declaran: «Yo soy el que decido! ¡Yo soy el que manda!» No prevén que van a encontrar toda clase de oposiciones – ¡lo que es, sin embargo, previsible! – y que se enzarzan así en una lucha de la que saldrán agotados e incluso enfermos.
Que aquellos que tengan esta tendencia de querer imponerse siempre, se analicen. Por supuesto, muchos dirán que su profesión les obliga a asumir pesadas responsabilidades, que su trabajo les agota porque las condiciones son deplorables, que los empleados, la gente de su entorno, no cesan de crearles dificultades… No, el trabajo no produce fatiga cuando se sabe cómo trabajar, cómo comportarse con aquellos con los que se trabaja; la fatiga proviene de que, demasiado a menudo, se confunde trabajar con imponerse.»
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