Parásito manipula el cerebro de las ratas para que pierdan el miedo a los gatos y se «eroticen» con su orina, convirtiéndose así en una cena fácil para los felinos. Por este medio el Toxoplasma logra llegar al intestino de un gato.
Aunque quizás no tengan conciencia de lo que hacen, algunos parásitos muestran una sofisticada inteligencia, digna de la CIA y sus programas de control mental, para conseguir su único fin: seguir existiendo y transmitir sus genes. Tal es el caso del toxoplasma, un protozoo que altera el cerebro de las ratas para que pierdan el miedo a los gatos y se conviertan en alimento de estos felinos, todo porque el intestino de los gatos es su hospedaje favorito.
Cuando una rata macho percibe a una rata hembra en celo, una región del cerebro se enciende con actividad neural, anticipando el romance (el sexy y elegante romanticismo de las ratas). Científicos de Stanford han descubierto que cuando un roedor macho está infectado con toxoplasma, la misma región responde al olor de la orina de gato (convirtiendo parafílicamente a las ratas a la neuropasión por la lluvia dorada de los mininos).
El parásito solo puede reproducirse sexualmente dentro del intestino de un gato, por lo cual se beneficia de hacer que una rata —un hospedaje más accesible— esté en una posición en la que pueda ser comida por un gato. Ratas mansas, cena instantánea para gatos.
Este es un ejemplo de la llamada “hipótesis de la manipulación” que sostiene que algunos parásitos alteran el comportamiento del organismo en el que se hospedan para su beneficio.
El profesor Robert Sapolsky descubrió que el toxoplasma muestra una preferencia por la región de la amígdala, la cual controla la respuesta de pelear o correr (fight or flight) característica del instinto animal.
“No hay muchos organismos que puedan entrar a tu cerebro, quedarse ahí y específicamente perturbar tu comportamiento”, dijo Sapolsky. “En cierta forma el toxoplasma sabe más de la neurobiología del miedo que nosotros”.