Según la arqueología tradicional, la llamada “civilización” tuvo origen en Mesopotamia y en Egipto, hace aproximadamente 3000 años antes de Cristo. La concepción histórica clásica hace coincidir la aparición de la civilización con el inicio de la Historia, o bien, con el comienzo de la escritura.
Antes de eso, según los historiadores “académicos”, había sólo un conglomerado de tribus, escasamente identificadas, que pertenecían oficialmente al neolítico. La Historia oficial también asevera que estas tribus no practicaban la agricultura, no observaban las estrellas y no conocían la escritura. En efecto, de repente, alrededor del 3000 a.C., surgieron civilizaciones casi simultáneamente en Mesopotamia y en Egipto (y, después de pocos años, también en Caral, Perú; en el valle del Indo y en China).
A esta teoría tradicional se opusieron otras en los últimos años, las cuales consideran la hipótesis de que el nacimiento de las civilizaciones sobre la Tierra es mucho más antiguo.
Los sostenedores de estas teorías piensan que antes del acontecimiento hoy llamado “diluvio universal”, casi mundialmente reconocido como un período de trastornos y catástrofes de excepcional escala, que se sitúa del 12.000 al 9000 a.C. y que coincidió con el fin de la glaciación de Wisconsin-Würm, se desarrollaron civilizaciones antediluvianas en varias zonas del planeta, las cuales quizá no sólo mantenían contacto entre ellas por vía marítima, sino que también conocieron la agricultura y alcanzaron importantes resultados en lo que concierne a la astronomía y las matemáticas.
Estas teorías de las civilizaciones antediluvianas están basadas en fuentes escritas y en hallazgos arqueológicos. Las primeras son abundantes, aunque las más conocidas son la Lista Real Sumeria, la Biblia (Génesis), los Manuscritos del Mar Muerto y la Historia de Babilonia de Beroso.
Todas ellas narran sobre reyes legendarios que gobernaron durante períodos larguísimos, el primero de los cuales tuvo que haber sido Alulim, rey de Eridu, quien, según Beroso, gobernó a partir de 432.000 (1) años antes de su tiempo. Además, hay otras fuentes, como por ejemplo el Papiro de Turín o la Piedra de Palermo, de las cuales se deduce que no sólo en el área mesopotámica, sino también a lo largo del valle del Nilo, gobernaron numerosos reyes en tiempos antediluvianos.
Naturalmente, los historiadores tradicionales negaron la veracidad y precisión de estos textos, reduciéndolos a leyendas.
Como durante el extenso período glacial (de 110 a 11 milenios atrás) el nivel de los mares era más bajo del actual hasta 160 metros (según algunos climatólogos, hasta 200 metros), se puede proponer que probables civilizaciones ante-diluvianas se desarrollaron en lugares costeros que hoy están completamente sumergidos bajo las aguas marinas.
Existen evidencias o restos arqueológicos de civilizaciones desaparecidas bajo los mares. Los más importantes son: los muros de Bimini, las ciudades sumergidas de Canopus y Herakleion en la costa egipcia de Aboukir, los hallazgos arqueológicos en los lechos marinos frente a la ciudad de Alejandría de Egipto, las evidencias arqueológicas descubiertas en las costas hindúes, frente a Khambhat y Bet Dwarka, y el Monolito de Yonaguni, enigmático monumento sumergido y descubierto en 1987 por el buzo Kihachiro Aratake, el cual se encuentra cerca a las costas de la isla de Yonaguni, perteneciente a las islas Ryukyu, que corresponden al Japón, si bien son relativamente cercanas a la isla de Taiwán.
Se trata de un paralelepípedo de roca, de unos 150 metros de largo y 40 metros de ancho. Su altura, respecto al lecho, es de aproximadamente 27 metros. La cima del monumento se encuentra a 5 metros bajo el nivel del mar.
Los investigadores que estudiaron el monumento, particularmente el especialista japonés Masaaki Kimura, sostienen que la inmensa roca sumergida fue modificada por el hombre en tiempos remotísimos por motivos ceremoniales.
En efecto, se ven bloques cuadrados, rampas, escalinatas, espacios destinados a ofrendas votivas y otras extrañas formaciones líticas, como la llamada “tortuga”, “la piscina triangular”, un muro divisorio de unos 10 metros de longitud, el “tótem”, una columna de alrededor 7 metros de altura.
Según Masaaki Kimura, quienes modificaron el monolito de Yonaguni, haciéndolo muy similar a un zigurat mesopotámico, debieron haberlo efectuado antes del fin de la era glacial, cuando el nivel de los mares era mucho más bajo del actual. Kimura también afirma que los autores de la obra pudieron haber sido los llamados “hombres de Minatogawa”, de quienes fueron hallados restos en la isla de Yonaguni que se remontan a hace 18.000 años. Cabe notar que los restos humanos más antiguos de las islas Ryukyu fueron encontrados en Okinawa y que se remontan a hace 32.000 años.
Si bien el Monolito de Yonaguni sigue siendo, para muchos escépticos, no más que una formación natural, no hay duda de que sus formas cuadradas y regulares hacen pensar que se trata, por lo menos, de una enorme roca modificada por el hombre por motivos ceremoniales, como es el caso de Quenco, un altar ceremonial situado cerca a Sacsayhuamán, en Cusco, Perú.
Sólo ulteriores estudios y excavaciones en las cercanías de las Estructuras de Yonaguni podrán arrojar luz sobre su verdadera naturaleza. En efecto, hasta ahora no se han descubierto restos de carbón fósil, cerámica u otros residuos de origen humano que puedan ser sometidos a la prueba de carbono 14, como en cambio sí sucedió en Khambhat, India.
YURI LEVERATTO
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Bibliografia: estudios del profesor Masaaki Kimura, Japon.
Copyright de las fotos: Morien institute de Masaaki Kimura.
Copyright of the pictures: Morien institute of Mr. Masaaki Kimura
(1) El valor 432.000 es muy importante en numerología. De hecho, es un múltiplo de 4320, el tiempo, en años, necesario para que el Sol surja durante los equinoccios teniendo al fondo dos constelaciones distintas