Sir Ernest Shackleton fue sin duda uno de los más grandes exploradores que haya existido jamás. A finales de 1914 se encontraba liderando la expedición a la Antártida por la que a menudo más se le recuerda ya que, pese a que dicha campaña resultó siendo un auténtico fracaso en cuanto a sus objetivos, se suele mencionar como todo un ejemplo de liderazgo en circunstancias adversas. A principios de 1915 su barco, el Endurance, quedó atrapado en el hielo y tras varios meses de deriva en ese medio esperando que se liberase, lo acabaron abandonando. El barco terminó destrozándose hecho astillas por la presión creciente del hielo sobre su casco, tras lo que Shackleton reunió a su tripulación y en un tono tranquilo y con calma les dijo «el barco y las provisiones han desaparecido, de modo que ahora regresaremos a casa», y así emprendieron un largo éxodo para salir de allí y regresar a casa.
Shackleton era un líder nato, con una personalidad carismática y una fuerza de voluntad extraordinaria, capaz de tomar decisiones difíciles que entrañaban un gran riesgo pero inevitables si querían sobrevivir.
Así ocurrió que llegado un punto de la travesía se hizo evidente que nadie iba a encontrarlos en aquel rincón del mundo, por lo que se vio obligado a dejar a su tripulación en un campamento provisional en Isla Elefante y tratar de cruzar en un bote con otros cinco miembros las aguas más tempestuosas del planeta. Su objetivo era llegar a una estación ballenera situada a más de mil kilómetros en la isla de Georgia del Sur y regresar de nuevo para rescatarlos. Tras una heroica y peligrosa travesía de diecisiete días en bote a través de mares embravecidos, los seis hombres en un estado penoso y lamentable consiguieron alcanzar Georgia del Sur pero la odisea aún no había terminado: el ansiado puesto ballenero estaba en la costa norte de la isla mientras que ellos habían desembarcado en la punta sur. Ante el dilema de volver a usar el bote para rodear la isla por mar o cruzarla a pie, se optó por ésta última alternativa dejando a tres hombres junto al bote en la costa sur y dirigiéndose con los otros dos por tierra hasta la estación ballenera. Este tramo duró treinta y seis horas terribles, sin equipamiento de montaña, a una velocidad de marcha durísima y a veces a ciegas, donde era primordial llegar cuanto antes independientemente de si el camino más corto era el más peligroso, ya que estaban en juego las vidas de veintidós hombres más y, si no lo lograban, nadie encontraría nunca al resto con vida.
Al final los tres lo consiguieron y alcanzaron su destino. Estaban prácticamente desfallecidos y más muertos que vivos pero se habían salvado y era sólo cuestión de tiempo el organizar una misión de rescate para volver a por el resto de la tripulación. Así lo hizo y en aquella aventura Shackleton no perdió a ningún hombre. Su proeza fue legendaria y, teniendo en cuenta las numerosas hazañas que integran su historial, es algo paradójico que muchos expertos (incluido él mismo) consideren este «fracaso» como su mayor logro.
Un tiempo después, en su libro South, Shackleton narró con gran detalle todo lo acontecido en aquellos meses y al llegar a la última parte confesó que al atravesar la isla de Georgia del Sur había habido momentos en que había tenido la extraña sensación de que eran cuatro personas en lugar de tres las que iban marchando: había sentido la presencia de un cuarto hombre junto a ellos. Lo más curioso del caso es que sus dos acompañantes también lo habían experimentado pero ninguno se había atrevido a compartirlo con los otros, y no fue hasta que primero uno y luego el otro se animaron a confesárselo en privado que descubrieron que los tres habían sentido lo mismo. En aquellos duros momentos durante su penosa travesía hubo ocasiones en que les había parecido que les acompañaba un cuarto hombre.
Dada la dilatada carrera del prestigioso explorador y el éxito de su aventura, no resultó difícil que nadie dudase de su testimonio y aquel suceso dio lugar a numerosos comentarios en torno a su posible sentido. Al ser Shackleton una persona creyente él le atribuyó un origen divino y fue una de las explicaciones más aceptadas, junto a la de quienes opinaban que no era más que una alucinación causada por la fatiga y la deshidratación. De cualquier forma aquel fue el caso que bautizó al fenómeno. Bueno, aún falta un pequeño detalle por explicar: por qué se le llama el tercer hombre en lugar del cuarto hombre como sería más exacto de acuerdo a lo sucedido. Ahí es donde interviene el poeta T. S. Eliot, que en su obra más aclamada, «La tierra baldía», hace mención a ese episodio pero se toma la licencia de cambiar el número de caminantes y así queda reflejado en sus versos:
¿Quién es el tercero que camina siempre junto a ti?
Cuando cuento, sólo estamos tú y
yo pero cuando miro hacia delante
siempre hay otro que camina a tu lado.
La vivencia de Shackleton no es la única (ni siquiera la más famosa) y a lo largo de los años se han ido registrando numerosos casos, lo que hace que podamos hablar de un fenómeno en toda regla en lugar de tratarlo como algo anecdótico. De hecho da la impresión de que ha ocurrido una explosión de experiencias de tercer hombre de un tiempo a esta parte y esto podría deberse a varias causas. Una de ellas puede ser la creciente afición por las experiencias extremas y actividades de riesgo, lo que multiplica el número de situaciones más propensas para que se desencadene este fenómeno. Además también es posible que en la época de las grandes exploraciones sí que se produjeran episodios similares al de Shackleton pero que no llegasen a conocerse porque las personas que los habían experimentado no quisieron arriesgarse a la burla de sus colegas y a la posible mancha en su historial (hay que tener en cuenta que admitir un hecho de esas características podía implicar el cerrarles las puertas de futuras campañas y el fin de sus carreras). Además ocurre que en la mayor parte de las exploraciones los informes que se elaboraban eran de carácter oficial, por lo que se tenderían a omitir detalles superfluos y no puede asegurarse si ese tipo de experiencias era algo frecuente.
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