Antiguas enseñanzas espirituales de una gran variedad de culturas hablan de una auténtica “legión” de seres descarnados que habitan en una dimensión cercana a la Tierra. Este es el plano astral inferior, un triste pozo negro de los muertos, habitado por aquellos que han vivido vidas deshonestas, ignorantes o egoístas. Son entidades que, afligidas por el ansia de toda clase de placeres terrestres, su existencia decadente se enriquece gracias a su apego a ingenuos y necesitados individuos terrestres, a quienes en no pocas ocasiones vampirizan y roban su energía vital siempre que se les da la ocasión para ello.
Y así, estos entes se disfrazan también de guías o maestros, provocando el apego emocional en los seres humanos. Sus procesos mentales son tan rápidos como maquiavélicos; sus ansias vampíricas de energía humana no tienen límites. Estos espíritus descarnados o, en términos tibetano-budistas, los pretas o fantasmas hambrientos, son individuos cuyas mentes, en el momento de la muerte física, han sido incapaces de desembarazarse del deseo.
Esclavizados de esta forma, su personalidad queda atrapada en los planos inferiores aunque retiene, por un tiempo, su memoria y su individualidad. He aquí el término alma perdida, una entidad residual que no es más que un cuerpo astral en espera. Se condena a sí mismo a morir; ha elegido una segunda muerte.
En su libro,”El Cuerpo Astral“, el teniente coronel Arthur E. Powell asevera que muchas de las entidades que se reúnen alrededor de los médiums o personas sensitivas son gente que ha llevado una vida maligna y que se hallan llenos de deseos por la vida terrestre que han dejado atrás, y por las delicias animales que ya no pueden saborear directamente.
Por esta razón es tan peligroso invocar a esas entidades o “contactar” con los espíritus alegremente o de manera tan imprudente e irresponsable como lo hacen determinados autodenominados “médiums”, que en realidad no son tales ni tienen el don de la videncia, sino que más bien son personas que conocen a la perfección cómo aplicar la “lectura en frío” y que se aprovechan sin escrúpulo alguno, con la única intención de lucrar económicamente, de las emociones de quienes acuden a ellos/as en busca de ayuda o con la intención de contactar con algún ser querido fallecido. Por si ello fuera poco, algunas, si no en todas, de sus intervenciones públicas o televisivas están perfectamente y casi al milímetro pauteadas (o pautadas) (1). Esos y esas presuntos/as “médiums” no saben o no son conscientes del inminente riesgo que corren de ser obsesionados o poseídos por alguna de estas entidades negativas del bajo astral, si es que no lo están ya.
Ampliaremos más esta temática, que consideramos muy importante y significativa, en posteriores artículos.
Y por otra parte, hoy en día, mucha gente arrastrada por la curiosidad y/o por la necesidad de una confirmación sobre la existencia del más allá o por la búsqueda de soluciones a sus vidas, entran en contacto con supuestos guías o supuestos maestros ascendidos, entregando así a seres invisibles su independencia mental, emocional y espiritual.
A causa de la ignorancia, las personas que practican el espiritismo, la canalización o la mediumnidad o que simplemente meditan pidiendo ayuda a un guía, se convierten en presas fáciles de estos espíritus y fantasmas hambrientos.
Además, tenemos el problema de que las personas ingenuas e ignorantes no sólo atraen a espíritus descarnados, o sea entidades que alguna vez han ocupado un cuerpo humano, sino que también atraen a otro tipo de entidades, que nunca han sido humanos y que se conocen comúnmente como entidades oscuras o demonios.
El verdadero buscador de la verdad espiritual sabe muy bien que no se puede atentar contra el orden natural de las cosas y que aquellos que utilizan sus facultades o cualidades mediúmnicas de manera irresponsable o imprudente pueden fácilmente ser alimento de todo tipo de entidades negativas.
Todos aquellos que practican la canalización, en cualquiera de sus formas, y especialmente si, como decimos antes, lo hacen de manera irresponsable para obtener un lucro o beneficio económico, deberían reflexionar y ser muy conscientes de qué están realmente haciendo y a qué riesgos se están enfrentando. Tendrían que leer todo el material posible al respecto antes de siquiera empezar a experimentar, además de estudiar muy bien sobre la variedad de seres que habitan en los reinos invisibles.
Invocar a verdaderas entidades espirituales de altas esferas de conciencia no es tarea para cualquiera, ya que se requiere de mucha preparación; es decir, de una verdadera voluntad por conocer el universo y de llegar a la verdad.
Dice la experta Laura Knight en una de sus obras: “Hoy en día, está de moda canalizar al “yo superior” o a los “guías espirituales”, enviar amor y luz sin haber sido solicitado, (abriendo, de esta forma, un portal bi-direccional en donde las energías negativas que uno busca “transformar” pueden rebotar hacia el que las envía, etc. Sin conocimiento y habilidad para discernir, uno se halla sujeto no sólo a los caprichos de las entidades de paso que escuchan la llamada, sino también a las leyes cósmicas, las cuales son abismalmente ignoradas por la mayoría de los seres humanos”.
En este sentido, algunos médiums o canalizadores se “rodean a sí mismos con luz”, o rezan y especifican en sus invocaciones “por mi bien”. Lo que no se dan cuenta es que esto constituye realmente un permiso y una invitación para cualquier entidad descarnada que realmente cree que se halla actuando “por tu bien”, en su propio plano de pensamientos anhelantes y en la fijación de su ego terrestre. Los seguidores de la falsa metafísica, por ejemplo, son muy inconscientes del grave riesgo espiritual que corren al realizar alguna de sus invocaciones o ‘decretos’.
Tengan en cuenta todos ustedes, amigos lectores, que no estamos hablando de posesión demoníaca. Eso es algo totalmente diferente, aunque sigue las mismas reglas. Estamos hablando de la variedad de entidades, bienintencionadas o no, que habitan o que andan vagando por en los planos astrales inferiores, los más cercanos a nuestro mundo material, debido a su ignorancia o a alguna clase de afinidad que todavía sienten hacia la Tierra y que se aprovecharán de cualquier ocasión que les sea propicia para regresar a donde un día estuvieron.
(1) pautar: dar normas o directrices para llevar a cabo una acción.