Llegar hasta este punto no ha sido fácil. Niñas, niños, mujeres y hombres alrededor del territorio nacional, desde Tapachula hasta Tijuana, han tenido que vivir y soportar abusos a sus derechos básicos, con prácticas lesivas, como la falta de un contrato escrito; jornadas laborales extensas; violencia física, sexual y sicológica hacia ellos y sus familias, sobre todo sus hijas e hijos menores de edad; salarios no remunerados y/o condicionados a factores, como la experiencia laboral, su nacionalidad, condición migratoria, sexo, origen étnico, edad, nivel educativo e inclusive el otorgamiento de un lugar para dormir y la ingesta de alimentos en el espacio de trabajo, así como nulas prestaciones laborales, como aguinaldo, respaldo en caso de accidente, vejez y/o cesantía. Estas situaciones, que ponen en riesgo su integridad física y sicológica, son invisibles en miles de hogares en el país, y son además aceptadas y justificadas socialmente.
Los sindicatos conformados en distintas partes del mundo son el resultado de diversas luchas y reivindicaciones políticas frente a los abusos de poder de personas empleadoras y de violaciones a derechos humanos por gobiernos, bien sea por acción, omisión y/o aquiescencia. Son por ello la expresión y el ejercicio de uno de los derechos humanos en el ámbito laboral, proclamado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales (1976), que es el derecho que tienen todas las personas trabajadoras a fundar y afiliarse a sindicatos de su elección. Aludiendo al principio de interdependencia de los derechos humanos, este ejercicio está vinculado a otros derechos, como el de asociación, libertad de expresión, derecho a la información, e inclusive el derecho a la consulta; por ejemplo para la participación en la creación y/o modificación de políticas públicas y programas sociales. Los sindicatos son también instrumentos de incidencia política nacional e internacional, para exigirle por ejemplo al gobierno mexicano que de una buena vez por todas ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Es importante recalcar que el hecho de que hombres y mujeres trabajadoras del hogar logren sindicalizarse no significa buscar que se les otorguen privilegios, sino que se están reconociendo sus derechos humanos laborales como a cualquier otro trabajador.
De acuerdo con un estudio realizado por la OIT sobre Buenas prácticas y desafíos en función del Convenio 189, en el que se recogen distintas experiencias organizativas y sindicales en Europa y América Latina, las condiciones que se estarían esperando para un sindicato independiente como el Sinacttraho son: a) acceso a cargos de dirección, b) participación en mesas de negociación, c) mecanismos para incorporar sus propuestas en las agendas y prácticas sindicales, d) tomar en cuenta su percepción y evaluación de los mecanismos de diálogo social, e) incorporar sus demandas como trabajadoras del hogar, con el propósito de elaborar recomendaciones que faciliten el diálogo social tripartito entre personas trabajadoras del hogar, personas empleadoras y gobierno, f) mejora de sus condiciones de trabajo y g) su proceso de formalización. Algunos retos y pasos a seguir en México son: 1) armonización legislativa para que los derechos de personas trabajadoras del hogar sean derechos plenos; es decir, es imperante que se reconozcan todos los derechos laborales, incluyendo los relacionados con la seguridad social, tomando en cuenta factores como el sexo, la edad, la nacionalidad, la condición migratoria y el origen étnico, entre otros; 2) establecimiento de mecanismos apropiados para la revisión de lugares de trabajo por parte de las instancias correspondientes, que en este caso es la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y 3) cambio de actitudes de la sociedad en general, empezando con el uso de un lenguaje incluyente y respetuoso, en el que términos comosirvientas
sean eliminados, ya que además de aludir a épocas como el feudalismo, son discriminatorios e invisibilizan sus derechos, no sólo laborales, sino inclusive civiles y políticos, como son los de su identidad.
Pero, sobre todo, como sociedad es indispensable que se reconozcan el valor y aporte de hombres y mujeres que realizan su trabajo en hogares, y que gracias a esta labor muchas personas empleadoras pueden tener un crecimiento personal y profesional. Que inclusive con su trabajo son de alguna manera coadyuvantes para la armonización en las tareas de sus hogares. De acuerdo con algunas reflexiones de personas trabajadoras del hogar, se teme que la creación de este sindicato podría resultar en el despido injustificado de algunas; sin embargo, ellas y ellos valiente e injustamente asumirán este costo. Por ello es importante crear los mecanismos para la denuncia de este tipo de actos, y que exista respaldo político y social de la sociedad en su conjunto.
http://www.jornada.unam.mx/2015/10/03/opinion/015a1pol