Una vez tuve la oportunidad de comunicarme, en silencio, con un sueco que no hablaba español (yo no hablo sueco). Nuestra comunicación se rigió por la gestualidad, y por una intuición, previa al lenguaje hablado, que los dos compartíamos. Sin dejar de lado cierto símbolos, tablas salvavidas en mitad del mar, que nos permitían asirnos de ellos. Un lenguaje, previo al lenguaje articulado, un metalenguaje que uno comprende más allá de la ideología o el idioma. Esto es lo que pienso cuando leo lo que escribe el fotógrafo belga Anton Kusters, quien fotografió durante dos años a las familias del crimen organizado japonés.
En el bar de un hotel, en Niigata, estoy empezando a comprender, muy lentamente, la interacción social extremadamente sutil que está sucediendo de forma continua, las micro-expresiones en los rostros, los gestos, las voces y entonaciones, el lenguaje corporal.
A medida que la barra se vacía para hacer espacio al Padrino, que toma un café, todo parece estar organizado estrictamente, pero al mismo tiempo parece algo natural: extrañamente, no necesito que nadie me diga qué hacer, dónde sentarme, cuándo hablar o cuando cerrar el pico.
Es como si, literalmente, sintiera los límites, las expectativas implícitas y, poco a poco, voy aprendiendo cuándo puedo seguir adelante, y cuando mejor no hacer nada. Sentado a la mesa con un guardaespaldas mirando directamente hacia mí, bebo de mi café helado. Siento la sensación aguda de caminar sobre cáscaras de huevo.
En 2009, Anton Kusters fue a Japón y se ganó la confianza de los miembros de alto rango de las familias del crimen organizado conocido como el yakuza. Se le permitió fotografiarlos durante dos años, dando a los occidentales una visión reveladora del gremio y del submundo secreto.
En 2011 Kusters publicó un libro titulado Odo Yakuza Tokio. Del que se extrae una muestra fotográfica en este artículo publicado el mismo año de la aparición del libro.
Esta vez, The Economist produjo un cortometraje sobre el proyecto de Kusters llamado Japan’s Yakuza: Inside the syndicate:
En el documental Kusters habla acerca de las diferencias sustanciales que existen entre los mitos generados por las películas y lo que él vivió dentro de ese submundo:
lo que vi fue muy diferente, un mundo mucho más sutil que se basa en la precisión, que se basa en la apariencia, que se basa mucho más en el control que en la violencia real.
Kusters narra (por medio de imagen y audio) cómo después de 10 meses de negociación pudo hablar con el Padrino, quien, contrario a lo que se esperaría, accedió a que los fotografiara.
El fotógrafo belga pudo ver cómo la familia yakuza es estricta pero protectora, reclutando personas de la calle y haciendo de ellas una familia alterna. “Ellos se alejan de sus familias de sangre porque ahí les ofrecen una vida mejor” (discurso no muy distinto al que emplea en narco mexicano al reclutar adolescentes en situación de calle).
Kusters reafirma en este breve documental que los tatuajes dentro de la organización son muy importantes, las imágenes ahí representadas revelan algo que ocurrió en la vida del tatuado, alguna frase, el rango que tiene dentro de la organización, la familia a la que pertenece o hacen referencia a su linaje samurái. Kusters también habla acerca de la costumbre de los Yakuza por usar los baños públicos como salas de juntas “con el fin de mostrarse los tatuajes y asegurarse que nadie porte armas”.
Este fotógrafo pudo ver, comprender y retratar los distintos tipos de lenguajes de una gran comunidad de mafiosos y, claro, salir con vida.
Twitter del autor: @tplimitrofe
http://pijamasurf.com/2015/10/dentro-de-la-organizacion-un-mini-documental-sobre-anton-kusters-y-el-submundo-de-la-mafia-japonesa/
La IGNOMINIA del «poder» que nace de todo lo que se corrompe y degenera, desde la mente psicópata, de los que se creen capaces de destruir el orden de la vida, sin consecuencias autodestructivas para ellos mismos ( efecto bumerán ), contaminando el entorno en que operan, como metástasis cancerosa.
Esto que refleja el documental, no dista en nada, con respecto a lo que se esta viviendo en algunos Países latinoamericanos ( con sus respectivas variantes y matices ), como consecuencia del nuevo-riquismo bolivariano, que al secarse la ubre de los petrodólares que sostenía su farsa ideológica, han canalizado el sostenimiento de su nuevo estatus de poder, a través de desfigurar sus naciones, convirtiéndolas en los nuevos NARCO-ESTADOS, blandiendo la extorsión de sus ciudadanos como herramienta política totalitaria.
Mientras que en sus lobbys, del establecimiento de micrófonos diplomáticos de aliados políticos, dirimen como se reparten el botín del saqueo de las riquezas de sus naciones… y a la par, declaran que TODO ESTA MUY BIEN y que gracias a ellos, la pobreza disminuye exponencialmente, con » justicia social».
Esta situación es mas grave, de como muchos la perciben a través de los medios de » comunicación «.
Sé de lo que escribo, ya que soy un sobreviviente de esa clase de extorsión, criminal, humillante y desesperanzadora.
Despertar significa, no colaborar con la farsa de las ideologías polarizantes, prestarse para ese tipo de manipulación, en estos tiempos de renovación de consciencia, es formar parte del problema y no de la solución a la ignominia del poder que el Status Quo, genera en este Mundo.
Alex.